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Díaz-Canel recuerda al boricua de un chiste de Álvarez Guedes que, dominado por una voz de ultratumba, se fue a San Juan a jugar a la ruleta; apostó todo su dinero al número soplado por aquella presencia misteriosa y perdió; aunque antes de abandonar el casino, retumbó en sus oídos: ¡Nos jodimos!
Tan necesitado está el presidente cubano de dar un palito que convirtió un juego de pelota en una hazaña antiimperialista para acabar como Chacumbeles porque no consigue conectar con los cubanos, que -en su mayoría- no lo soportan a él ni a su cazuelera esposa.
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Una reciente arenga histérica y mal intencionada; en escenario sin atril ni barreras con los fieles, donde empezó a mezclar bolas y strikes con las elecciones del 26 de marzo, acabó ponchando al presidente más impopular del último medio siglo cubano; de ahí sus constantes apelaciones religiosas a los ya inservibles Fidel y Raúl Castro.
El team asere iba bien, hasta que Díaz-Canel y Lis Cuesta empezaron a mezclar agua con cascarilla; privilegiado matrimonio cubano que dispone de H2Oy huevos en abundancia, pero este domingo el equipo fue vapuleado por Estados Unidos, como contó magistralmente aquí Michel Contreras.
Si quedara alguien sensato en el Palacio de la Revolución y aledaños debería recomendarla al Peter Pan de la presa Minerva evitar sobreactuar, pues desde que se metió en casa de la brujera de La Güinera; todo ha empeorado para los cubanos.
Los peloteros estadounidenses son gente joven, sana y en forma para quienes la política es secundaria; los antillanos también lo son, pero no consiguen escapar del todo de la insoportable politiquería del pan con na: rayadores de yucas vs filósofos del sándwich cubano y viceversa; a ver si se casan y facilitan una nueva versión del Derecho de nacer.
El otro ganador del juego fue el público de Miami que -en su inmensa mayoría- fue a ver jugar pelota, aunque en el caso de muchos cubanos lo vivieron con el corazón partido en dos porque disputaban el pase a la final el equipo de su tierra natal y el conjunto del país donde consiguieron ser libres, prósperos y felices.
Una cubana de galillo excepcional metió scond de ponches con tres certeras consignas: ¡Viva Cuba Libre, Díaz-Canel singao y Patria y Vida!; sin necesidad de ofender a los peloteros, y dejando claro quien es el adversario; sin que la televisión pudiera solapar u ocultar tamaño desgarro.
El 26 de marzo, Díaz-Canel será out por regla; y ya perdió; porque muchos cubanos han descubierto sus trucos para intentar obligarlos a votar por personas que no pueden resolver los problemas reales de la nación; incluidos los más de mil compatriotas presos por sus ideas.
La lluvia de este domingo en La Habana, arruinando las pantallas gigantes gubernamentales; gastando la poca luz disponible absurdamente; es un presagio; aunque no faltarán los guatacas de guardia que dirán: ¡presidente, hasta el cambio climática está en contra nuestra, pero lo derrotaremos!
Toda algarabía totalitaria obedece a la necesidad del vociferante de ahuyentar el miedo que lo atenaza y; cuando más arratonado está, más grita; confundir un juego con la realidad confirma la anormalidad política que padece Cuba desde 1959.
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