La violencia, la emigración y el empobrecimiento comunista son los principales flagelos que amargan la vida de la mayoría de las mujeres cubanas, que soportan la carga principal de la supervivencia diaria en sus hogares y agresiones de todo tipo; incluidos los encarcelamientos por razones políticas, ver partir a sus hijos al extranjero y los crímenes machistas.
Dieciséis cubanas fueron asesinadas por hombres en los primeros dos meses del año; y este miércoles, Día Internacional de la Mujer, el tardocastrismo mantiene en prisión a al menos 114 presas políticas.
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La violencia política de la casta verde oliva y enguayaberada viene de lejos, como demuestra la película Plantadas, de estreno en Miami.
Los crímenes machistas de los dos primeros meses de año, son casi la mitad de los 34 feminicidios ocurridos en 2022, pero una clave de la alarmante cifra está en que no se puede comparar con años precedentes, porque la dictadura más vieja de Occidente esconde y manipula datos a su antojo.
Aparte de los terribles crímenes machistas, las mujeres cubanas soportan la violencia cotidiana del empobrecimiento, que convierte el acto diario de alimentar y bañar a sus hijos y nietos en una tarea ciclópea y extenuante.
En los casos de madres y abuelas con hijos y nietos enfermos crónicos, el reto se multiplica, debido al desplome del sistema de salud pública y su degeneración en una actividad mercantil y deshumanizada.
La emigración rompe hogares en Cuba, donde madres y abuelas despiden a sus vástagos con lágrimas, pero esperanzadas en las posibles remesas que comenzarán a llegarles, aunque besos y abrazos tarden más de lo deseado.
La baba sin quimbombó habitual del gobierno insiste una y otra vez en pintar un cuadro favorable de la mujer cubana, pese a que la Asamblea Nacional votó en contra de una ley específica de violencia de género, promovida por la diputada Mariela Castro Espín, y a favor de la pena de muerte.
La presencia femenina en las cúpulas del partido comunista, el estado y el gobierno son meros adornos para cumplir con una cuota establecida por el Comité Central; que Inés María Chapman Vaugh, mujer, negra y capaz, tenga que subordinarse a un mentecato blanco y machista como Manuel Marrero Cruz despeja cualquier duda sobre las verdaderas intenciones de la dictadura más vieja de Occidente.
Otro aspecto lacerante para las cubanas es la prostitución con nacionales adinerados, emigrados y extranjeros; criticar a una jinetera es fácil y cuenta con la ventaja de la complicidad instantánea de los atildados militantes de la corrección política y otras filigranas comunistoides; lo jodido es ponerse en la piel de una mujer que vende caricias y finge amor para poder alimentarse y sostener a su familia.
Las cubanas tienen pocos motivos para celebrar este 8 de marzo; salvo su condición de mujeres corajes frente a la barbarie comunista, que encarcela, exilia, inxilia y empobrece a millones de seres humanos con la complicidad de la violenta y parásita FMC.
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