Beleco, a quienes muchos consideraban el "Caballero de París" de Varadero, uno de los personajes más emblemáticos en la historia reciente de la península matancera, falleció la pasada semana en el hospital de Cárdenas donde se mantenía internado a causa de una golpiza que le propinaron unos asaltantes.
Hace aproximadamente dos meses, al popular anciano Beleco lo asaltaron en las inmediaciones de las gradas, ubicadas en la calle 44 y Autopista, para arrebatarle las pocas pertenencias que tenía encima, incluso sus zapatos, según trascendió en las redes sociales de vecinos varaderenses.
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"Desde que le dieron la golpiza por quitarle esas mismas camisas, el Bele no levantó cabeza y se fue apagando en el hospital", escribió la periodista matancera Betsy Benítez en su blog Lacubanita2311.
Quienes lo conocieron sabrán que a Beleco no había nada que arrebatarle: nada tenía, acaso algo de vestimenta que le habían regalado. Cuentan los vecinos que hace aproximadamente seis años un hermano suyo, residente en Estados Unidos, le llevó ropa.
Una de las allegadas al anciano contó a CiberCuba, bajo condición de anonimato, que sus últimos días estuvo postrado en una cama de hospital, con escaras, siendo atendido por una hermana y los habitantes de Varadero que le procuraban cuidados y alimentación.
Los médicos no le daban esperanza de vida por la severa golpiza que le propinaron los asaltantes.
"Lo malo de esta historia es que no encontraron quién fue, los vecinos dicen que hay un asesino suelto, todo por un par de tennis viejos", dijo otra persona que pidió no fuera revelada su identidad.
Poco y mucho se sabe de Beleco, el "Bele", el "Caballero de París" que tuvo Varadero. Su nombre real continúa siendo un misterio, así como su edad, aunque aseguran que debía tener más de 70 años al fallecer.
Su primera aparición en los alrededores de las calles 42 a la 48 data de inicios de la década de los 90 (o siempre habrá estado ahí).
Solía aparecer con su frase predilecta: "¿No hay una meriendita?" y acompañado de una carretilla con la cual recolectaba basura.
"Era el catador de todas las caldosas y fiestas que se realizaban", era "ese vecino que se le daba un vaso de agua, un jabón de baño, una meriendita", como lo describió otra varaderense.
Comía con todos, como uno más. Se bañaba en las duchas externas de las casas del balneario, colocadas para enjuagarse al llegar de la playa. Dormía en un colchón con los vecinos que le ofrecían hospedaje.
"Su carretilla yace ahí, en el portal contiguo a la casa, sin ruedas y pintada de blanco, con mangos azules, porque la mantenía siempre decorada para su trabajo de recoger basura durante el día. Lo acompañaban también las maletas con las pocas pertenencias, un par de tenis, un colchón, su vaso rojo para el agua", dijo Betsy Benítez en su blog.
A veces los niños lo tildaban de loco, huían cuando se acercaba y gritaban "¡Ahí viene Beleco!". Pero lo cierto es que era inofensivo, ayudaba a quienes podía y participaba en las labores que le encomendaran.
Beleco era familia de todos. Su ropa andará desperdigada en casa de vecinos que lavaban sus prendas.
Fue especialmente cercano al fallecido misionero canadiense Ivon Bastarache, párroco de la iglesia Santa Elvira, uno de los lugares predilectos de Beleco. Viajó hasta el municipio Colón para despedirse del padre Ivon al morir.
Varadero era el hogar de Beleco, aunque nació en el poblado de San Miguel de los Baños. Allá vivió con su madre, dicen, hasta que ella murió y él se fue a pulular por la península.
Los vecinos se volvieron su familia. Cuidaron de él en el hospital: "Lalita le llevaba café; Miguel, un pan con tortilla; Hortensia, un par de sábanas limpias", escribió Benítez.
Beleco fue una víctima más del aumento de la delincuencia en Cuba. Los culpables de su muerte continúan a la fuga y las autoridades no han ofrecido declaraciones al respecto. Los vecinos siguen denunciando el hecho.
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