Cuba, país de viejos

La mujer cubana lleva años desempeñando un papel de vanguardia sociológica y sacrificada frente a la pobreza y exterminio, impulsados por el anticubano partido comunista.

Grupo de mayores cubanos © Rachel Pérez
Grupo de mayores cubanos Foto © Rachel Pérez

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Este artículo es de hace 2 años

"El país no logra, desde hace más de 30 años, la tasa de reemplazo poblacional, que es de dos hijos por cada mujer", leyó el primer ministro Manuel Marrero Cruz en la reciente sesión de la Asamblea Nacional.

Tanto da el cántaro a la fuente hasta que se rompe y el dato es revelador, no tanto por lo que todo el mundo sabe; sino porque hace tres décadas se acabó el pago soviético por el alquiler del portaaviones geopolítico a 180 kilómetros de la costa este de Estados Unidos y el comunismo de compadres fue incapaz de sostener los índices educativos, sanitarios y de bienestar social que sustentaban los bolos.


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2020 y 2021 también fueron años negros demográficamente, debido a bajísimos números de nacimiento y altísimas tasas de mortalidad; engordadas por la pandemia de coronavirus que, al menos, borró del mentiroso partido comunista la falacia de potencia médica; devenida en resistencia creativa porque el tardocastrismo no para de inventar; mientras el enemigo acecha.

Las 63 medidas gubernamentales para reactivar el sector agropecuario, la Soberanía alimentaria y cualquier otro invento de Marabú island chocan con un dato demoledor, el despoblamiento de municipios y zonas rurales, donde actualmente solo vive el 23% de la población cubana.

La mujer cubana lleva años desempeñando un papel de vanguardia sociológica y sacrificada frente a la pobreza y exterminio comunistas; llevando sobre sus dolidas espaldas el peso de hogares femeninos monoparentales, la atención de sus mayores y descendientes y quebradas por el tajo de la emigración infinita.

Hijos y nietos presos por el 11J y los sumergidos en el invento perenne para sobremorir, también angustian y duelen a madres, abuelas y parejas; ahora obligadas a forrajear comida para su familiar encarcelado y no dormir hasta que no siente cerrarse la puerta, tras el regreso del hijo luchador.

Pero la descuajeringada y cara Federación de Mujeres Cubanas (FMC) solo tiene cabeza para proponer a Raúl Castro Ruz y Miguel Díaz-Canel Bermúdez como precandidatos a diputados; otra pantomima absurda del archipiélago de la rayadera de yuca; previa compra de los guayos en dólares o euros.

Los cubanos están empobrecidos y son infelices; aguantando índices de estrés cotidiano que matan silenciosamente; aguijoneados por el alcoholismo y otras adicciones, incluidos antidepresivos y ansiolíticos, pero conservan la capacidad de evitar traer hijos a un país hostil.

Cuba es el país más envejecido de América Latina y, aunque el gobierno intenta proteger a los mayores, con medidas directas de alivio, la economía en ruina imposibilita llegar a todos esos que la metatranca comunistoide post Muro de Berlín ha rebautizado como Adultos mayores; para divertimento de los pajilleros del mundo uníos.

El ser humano es bebé, niño, adolescente, joven, adulto y viejo; siempre que no muera en el intento; por tanto, sobra toda esa palabrería hueca que, en nombre de lo políticamente correcto, tanto daña el pensamiento y el lenguaje, incluidos los medios de comunicación y las universidades; compitiendo en graduar analfabetos funcionales de izquierda; que aun no han descubierto el vocablo alumnado; en sus pujos femenistoides

La errática pirámide de población cubana es hija del voluntarismo del comandante en jefe, que no volvió a la realidad hasta 1989; pese a los intentos de Raúl Castro de dotar a la economía de racionalidad y eficiencia; estrellados siempre contra los delirios de Mandrake, más interesado en la trascendencia histórica y política como el Goliath del siglo XX, que en propiciar sosiego y bienestar a los cubanos.

Como todo hombre judeo cristiano, la culpa de Fidel Castro lo llevó -en su decrepitud- por senderos de lo real maravilloso, como la Moringa olifarera y la cacharrería made in China; cuando no tuvo más remedio que tragarse a Fu Man Chú.

El tardocastrismo solo se ha dedicado a resistir y prepararse para el día después del entierro de Raúl Castro, harto de vivir mirando la pecera, donde los tiburones enseñan los dientes, mientras vigilan la piñata; locos por hincarles el colmillo, desde el fiasco del embullo Obama.

Cuba no revertirá sus negativos índices demográficos hasta que no goce de libertad, democracia; que no es solo votar por diferentes opciones cada equis años, libre empresa y justicia social; mientras, ya pueden los papagayos del pensamiento único seguir buscando guayabas para hacer batidos sin leche ni ¡azúcar!

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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