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Luego de eliminar recientemente a España, la selección de Marruecos repitió el procedimiento contra Portugal (1x0) y se coló en las semifinales del Mundial de Qatar, algo que nunca jamás había conseguido un representante del continente africano.
La cita en Al Thumama era entre la cenicienta de cuartos de final y un viejo candidato a la corona. Marruecos, el primer país árabe que llegaba tan lejos en la Copa; y Portugal, semifinalista en 1966 de la mano de Eusebio y en 2006, la edición del debut de Cristiano Ronaldo.
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Solamente dos veces se habían visto las caras en Mundiales, siempre en fase de grupos. La primera fue en México 1986, con éxito de 3x1 para el bando africano. La otra, cuatro años atrás, con triunfo lusitano por la vía CR7.
Sin embargo, esta vez el de Madeira no sería de la partida titular. El técnico Fernando Santos decidió no tocar lo que tan bien le funcionó en la goleada de octavos sobre Suiza (6x1), de manera que dejó a Gonçalo Ramos como referencia de área.
Tampoco Joao Cancelo fue elegido para el once inicial, y William Carvalho cedió espacio para la entrada de Rúben Neves.
Del otro lado, Walid Regragui tuvo que lamentar dos bajas importantes, en ambos casos por lesión: una, la del zaguero central Nayef Aguerd; la otra, del lateral zurdo Noussair Mazraoui. Aún así, el seleccionador había adelantado que le harían “la vida difícil” al favorito del encuentro. Y así fue.
Al arrancar el choque se comprobó que Marruecos pretendía utilizar la misma receta con la que desecó a España hace unos días: ceder la posesión y verticalizar a todo gas al recuperar la esférica, sumando varios elementos en cada embestida. Eso, y la silbatina constante de su fanaticada, por supuesto.
Era el minuto dos cuando los europeos dieron un aviso a través de Joao Félix, quien obligó a Yassine Bono a alardear de reflejos bajo palos. Un instante después, Youssef En-Nesyri respondió con un testarazo fallido con todo a su favor, escena que se repitió más tarde (misma ventaja, mismo protagonista) tras el cobro de un libre.
A medida que avanzaba el período, Marruecos infló de confianza su velamen y supo que estaba en condiciones de hacer daño. Mejoraba en ataque, generaba peligro, y su defensa acompañaba con un rendimiento que parecía salido de las academias italianas. Tanto, que Bruno Fernández y Bernardo Silva retrocedían casi todo el campo para dar calidad a la salida, dadas las dificultades para recibir entre líneas.
Por ese camino se llegó al gol magrebí (minuto 42), obra de un En-Nesyri que a la tercera encontró premio a sus esfuerzos en el juego aéreo luego de ganarle la posición a Rúben Dias y anticipar al arquero Diogo Costa con un salto inverosímil.
Ya en el último suspiro de esa parte, los rivales gozaron de sendas oportunidades inflamables: la de Bruno, a punto de firmar el gol del campeonato con un trallazo al travesaño, y la de Yahia Attiyat Allah, quien malogró un contragolpe de libro.
El complemento fue menos movido y más desbalanceado. Cristiano entró al césped cerca de la hora de partido, la tropa lusitana se echó arriba y Marruecos dio pasos atrás. Su capitán Romain Saiss debió dejar el duelo por problemas musculares, el centro de la zaga se quedó sin ninguna de sus dos figuras habituales, y Regragui estableció un frente de cinco elementos que vivieron un suplicio.
Ellos, y un Bono que lució inconmensurable, acertando en cada acción con una exactitud de PlayStation. A destacar el paradón que hizo sobre el disparo de Joao Félix -acaso la atajada más sensacional del torneo-, y otro más ante el desborde de Cristiano.
Ya en el descuento, Walid Cheddira se fue expulsado por doble amarilla y tocó sufrir aún más, si es que ello era posible. Zakaria Aboukhlal gozó de un mano a mano que pudo sentenciar la historia y lo dilapidó, pero poco importó porque el score ya no se movería.
Con un gol encajado en cinco juegos, Marruecos sacó el ticket a las semifinales.
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