Con dos goles de Richarlison (uno de jugador de área y el otro de artista circense), Brasil demolió a una Serbia que trató de aguantar como pudo las embestidas del pentacampeón del universo.
Durante los últimos meses se hablaron maravillas de ambos equipos. De Brasil, porque es el centro de la historia mundialista y ahora llega con nueve delanteros. De Serbia, porque agrupa a figuras de una calidad descomunal como Dusan Vlahovic, Serguei Milinkovic-Savic, Dusan Tadic y Alexander Mitrovic.
Encima, al arribar el torneo, el momento de forma de ambos era óptimo. La Canarinha venía de transitar invicta por las eliminatorias sudamericanas y había ganado todos sus amistosos del semestre, con goleadas incluidas a costa de selecciones nada despreciables como Túnez, Ghana y Corea del Sur.
Mientras tanto, las llamadas Águilas Blancas llegaban de superar a Portugal en la clasificatoria europea, a Suecia en junio y a la Noruega de Erling Haaland en septiembre. Su pobre cosecha en anteriores presencias en la Copa (siete reveses en nueve salidas) trabajaba ahora a modo de acicate.
Pero, claro, Brasil es Brasil. Solo Francia la puede emular en volumen atacante, un sector donde tiene elementos que desbordan por velocidad, encaran con notable porcentaje de éxito, arman contras a ritmo de vértigo, engañan al referee y, en el peor de los casos, se sacan conejitos del sombrero.
Hoy, por ejemplo, Tite salió con Vinicius por izquierda, Rapinha en derecha, Richarlison más adelantado y Neymar por detrás, con plena libertad para hacer y deshacer. Y en la banca había gente como Gabriel Jesús, Antony y Rodrigo. Sencillamente demasiado.
Lo que pasa es que Serbia aguantó la igualdad en el score (no sin mucho calvario) gracias a un orden táctico de lujo, una intensidad muy alta en recuperación y, todo sea dicho, un día iluminado del guardameta Vanja Milinkovic-Savic.
Los verdeamarillos lo intentaron disparando desde fuera del área (destaque para los bombazos contra el poste de Alex Sandro y Casemiro), con centros a todas las alturas, desde el laboratorio, con pases filtrados por dentro, con trazos largos, e inclusive buscando el gol olímpico. Nada les funcionó durante 62 minutos, cuando Richarlison aprovechó un rechace para vencer por fin la resistencia.
Todo sea dicho: el dilatado empate no decía la verdad sobre lo que pasaba en el terreno. No señor. La Seleção se había mostrado sólida en defensa y muy activa en funciones ofensivas, apelando a los recursos mencionados arriba y un movimiento rápido de la pelota que poco a poco le fue quitando combustible al adversario. No marcaba, pero dominaba con una autoridad impresionante: tanto, que el oponente sacó su primer corner a la hora de juego, y a esas alturas solo había rematado una vez a portería.
A punto del '70, los serbios disfrutaron de su única ocasión real luego de la entrada en cancha del hasta hace poco lesionado Dusan Vlahovic. Enfadado por el conato de rebelión, Brasil respondió con el mejor gol de Qatar 2022: pase de tres dedos de Vinicius y recontraespectacular media tijera de Richarlison.
Después siguió el martirio de los unos y el entusiasmo de los otros, el árbitro pitó y ya nadie dudó nuevamente de que este Brasil está para trofeo.
Ni siquiera le hizo falta la mejor versión de Neymar Jr.
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