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Los que no le apostaban un duro a Alemania como candidata a ganar este Mundial recibieron todo el crédito en el debut del equipo ante Japón, que le cambió la cara al juego y remontó el score para ganarlo 2x1.
Una cosa está clara: la Mannschaft llegó herida a Qatar y sin más obsesión que la de lavar la afrenta de 2018, cuando la humillaron con una eliminación a las primeras de cambio. Los Samurais Azules eran el primer valladar en el camino del desquite, y el resumen de los 45 minutos iniciales (14 remates contra 1) vislumbró una posible golpiza en la pizarra.
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El partido empezó con una cansina parsimonia de ambos bandos. Hansi Flick apostaba por Joshua Kimmich e Ilkay Gundogan en el doble pivote, y Hajime Moriyasu sorprendía dejando en el banquillo a su defensa mejor cotizado, Takehiro Tomiyasu, y a la estrella indiscutida del equipo, Takumi Minamino.
A la altura del '8, una contra nipona acabó en gol anulado por offside, y ese fue todo el gasto ofensivo de la escuadra hasta el cabezazo de Daizen Maeda en el descuento del período.
Japón declaró sus intenciones sin ambages: trataba de imitar el estilo de juego con que México derrotó a los germanos cuatro años atrás (bloque bajo y salidas veloces), pero esta vez la historia la escribían otras plumas. Viendo al rival metido atrás, Flick ordenó cambiar el dibujo a tres centrales, y poco a poco Alemania fue encontrando espacios para el juego interior.
Antonio Rudiger avisó a balón parado en el minuto 17. Kimmich soltó un obús que el guardameta rechazó en el '20. Gundogan, en el '29, reventó su bombazo contra un defensor. El campo atestiguaba una avalancha, y la torpeza del portero Shuichi Gonda desembocó en penal flagrante sobre David Raum, quien había pasado de lateral a carrilero. Gundogan, todo flema, lo cobró al mismo centro y Alemania celebró.
Según se mirara, la película que se rodaba en el Estadio Khalifa era de aventuras (para los teutones) o de terror (a los ojos de los japoneses). Sin embargo, a los dominadores del duelo se les resistía el gol de la tranquilidad.
Los esfuerzos estériles por volver a batir la meta de los del Sol Naciente se sucedieron en el complementario. Un jugadón de Jamal Musiala no fructificó, el disparo de Gundogan dio en la base del poste, Gonda paró ¡cuatro! remates consecutivos en el '70... Los problemas alemanes para definir ante el arco salían otra vez a la palestra, Flick reemplazó el frente de ataque, pero nada cambiaba el estado de cosas.
De una u otra manera, eso inyectó las ganas del rival. Japón se echó adelante y empezó a intercambiar con los tetracampeones orbitales. En una de esas, Manuel Neuer tuvo que realizar una de las paradas del Mundial, Minamino entró en juego, y muy poco después llegó el empate ('75) a través de Ritsu Doan.
Las versiones alemanas de antaño habrían reaccionado de inmediato, pero he aquí que de un tiempo a esta parte ha habido un cambio de mentalidad en el equipo. Alemania se hundió moralmente con el golpe, y en el '82 vio cómo el suplente Takuma Asano aguantaba la marca y, casi sin ángulo, clavaba la pelota en las redes de Neuer.
El pequeño volvía a hacer de las suyas en la Copa, y esta vez en un choque similar al de Arabia Saudita-Argentina: gol de penal del "lobo" en el primer período, y remontada del "cordero" en la otra parte. Por vez primera en la historia, dos selecciones del continente asiático derrotan a dos campeonas del mundo en una misma edición mundialista.
Al final, Japón oxigenó su sueño de pasar, como en Rusia 2018, a los octavos. La Mannschaft, también como en Rusia 2018, está contra las cuerdas.
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