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Familiares de Israel Gómez, el cubano de 29 años que se convirtió en la séptima víctima mortal del hundimiento por parte de guardafronteras de una lancha de migrantes en Bahía Honda, Artemisa, piden justicia y subrayan que fueron ellos, sin ninguna ayuda del gobierno, quienes encontraron el cadáver.
Fueron Erik Gómez y Yuraisi Ramos, hermano y esposa de la víctima quienes, tras comprar petróleo y pagar a un pescador dueño de una lanchita para peinar la zona, tres días después de los hechos encontraron el cadáver de Israel en una playa cercana al lugar de la tragedia, según explicaron en sobrecogedor testimonio para Radio Televisión Martí.
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“Tuve que buscar una lancha en este país y comprar petróleo, el gobierno no me ayudó a nada. Yo tuve que hacerlo todo. Cuando lo encontré, lo tapé con matas y cuando lo llevé al cementerio, fíjate si había peste, que nadie podía estar ni en la carretera”, relató en desgarradoras declaraciones el hermano de la víctima.
Erik explica que el cuerpo de Israel estaba muy golpeado y que tenía una herida abierta en la espalda que hubiera llevado como 45 puntos de sutura. Según el testimonio de los testigos, tras el impacto de la lancha guardafronteras contra la embarcación, el joven cayó al agua y fue herido por la propela de la embarcación.
“Yo no tuve valor para virarlo cuando lo encontré. Cuando lo viré aquí, en el cementerio, estaba desbaratado. Me lo mataron”, insistió el afligido hermano.
Otra familiar, que prefirió no ser identificada, explicó al citado medio que en medio de la tragedia, una vez que encontraron el cadáver, la familia se debió topar con la noticia de que no había caja para enterrar a Israel.
Les dijeron que había que ir a buscar una a Artemisa, algo que era crítico teniendo en cuenta el avanzado estado de descomposición del cadáver en el momento en que fue hallado.
“Todo cubano en estos momentos lo único que tiene en la cabeza es irse del país. Incluso yo también me iba a ir con él en otro viaje, pero no sucedió”, admite la misma familiar al ser interrogada sobre si sabía de las intenciones migratorias de Israel.
“Yo lo que sí te puedo decir es que él no merecía morir así”, añadió.
A los contratiempos por la falta de una caja para enterrar el cadáver y la demora en aparecer de las autoridades de Medicina Legal, se suma que el entierro había “más policías y agentes de civil que dolientes”. No dejaron entrar a nadie y tampoco tomar fotos.
“El siempre quiso una mejor vida para sus hijos. Era muy buen padre, porque en este país uno no tiene vida”, concluyó la esposa del fallecido.
Israel, que se ganaba la vida como barbero, dejó huérfanos a una niña de dos años y a un varón de siete.
Desde la tragedia, cuyo impacto el régimen cubano ha intentado minimizar desviando y culpando a Estados Unidos, los familiares de las víctimas no han dejado de calificar lo sucedido de "asesinato", un crimen en el que perecieron siete personas, una de ellas una niña de apenas dos años. Una persona permanece desaparecida.
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