Las escuelas de Psicología y Psiquiatría tienen pendiente acometer y publicar estudios sobre el impacto de la pobreza inducida en los cubanos y las secuelas mentales de huracanes en niños, adultos y ancianos que, de un día para otro pierden sus casas y ven desfigurarse el paisaje que los rodea.
Cuba soporta un alto número de población albergada tras perder sus viviendas; incluso hay un número indeterminado de adolescentes y niños que nacieron y viven en esas instalaciones de acogida, que sus padres y abuelos pensaron temporales y se han vuelto eternas.
La escasez de agua potable y otros servicios básicos, la promiscuidad y la violencia que genera toda pobreza, marcan psicológicamente a las víctimas del castrismo que -ante tanta destrucción y ruina- solo atina a decir que nadie quedará desamparado; una letanía que rechazan muchos cubanos, como mostró una pareja pinareña, pasando -con total indiferencia- frente a una perorata del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez ante varias de sus víctimas.
¿Qué daños psicológicos sufre un ser humano que se ha quedado sin casa y debe refugiarse en un albergue colectivo? ¿Cómo influye en la conducta humana la condición de sin techo? ¿Cuánto influye en el proceso de aprendizaje que un niño no pueda desayunar?
¿Qué efectos psíquicos sufre una persona aplastada por la pobreza y la propaganda permanentes? ¿Cómo influye en la salud mental de los cubanos la emigración y la interrupción de sus lazos afectivos primarios?
¿Cuántos cubanos han caído en el alcoholismo y el consumo de otras drogas para escapar suicidamente de su condición de víctimas el comunismo?
Los damnificados de Pinar del Río y La Habana por el huracán Ian son los penúltimos de una saga interminable porque los ciclones solo desnudan la pobreza y desamparo crónicos que padecen bajo el comunismo de compadres, que no consiguió hacer próspera y justa a Cuba; pese a la cuantiosa ayuda soviética y porque la dictadura más antigua de Occidente apostó por el reparto de pobreza.
En picos de tensión emocional, los humanos más sanos suelen movilizarse y responder a la adversidad, pero cuando la desdicha se cronifica, la sanidad mental se resquebraja, como las paredes y techos derrumbados por ciclones.
Ya no se trata de comer un bistec con sosiego y abrir la llave del agua o encender la luz sin angustia; sino de la tragedia de asumir pobreza como castigo prolongado; incluido el acto de fingimiento cotidiano de los pobres de la tierra, cuando aparece Peter Pan pregonando resistencia creativa, que ningún cubano consigue siquiera avizorar.
Ciclón que pasa por Cuba provoca décadas de retroceso material, pero ese daño es el más evidente porque no puede ocultarse bajo la sinfonía criminal de la casta verde oliva y enguayaberada; pero seguimos sin saber cómo enferman y matan la mente de la mayoría de los cubanos, la pobreza sostenida y cada evento meteorológico destructor.
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