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El árbitro Iván Davis, considerado figura élite del arbitraje en la historia del béisbol cubano, falleció en Miami a los 82 años, víctima de complicaciones derivadas de la diabetes.
Davis murió en su casa de Hialeah la mañana del viernes aquejado de un coma diabético, según dijeron a CiberCuba fuentes familiares y allegados.
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Para muchos expeloteros y comentaristas deportivos, Davis forma parte un selecto grupo de árbitros que dieron prestigio al béisbol cubano y cobraron fama en la arena internacional por su conocimiento de las reglas y ejemplar sentido de impartir justicia en el terreno.
“Iván marcó un estilo de arbitraje en Cuba: era un árbitro muy justo, de recio carácter e implacable con los peloteros malcriados”, dijo a CiberCuba el cronista deportivo Alberto Águila, amigo cercano de Davis. “Amaba su profesión profundamente y tenía un particular temple para impartir justicia en momentos tensos en el terreno de béisbol… Fue para mí el mejor árbitro de su época”.
Nacido en la barriada habanera del Cerro, en 1940, Davis creció muy cerca del Gran Estadio de La Habana, hoy rebautizado como estadio Latinoamericano, lo que impulsó desde la niñez su interés por la pelota.
Siendo un adolescente comenzó a practicar béisbol en el Barrio Obrero, en Luyanó, y fue llamado para integrarse como lanzador y jardinero a varios equipos de ligas nacionales, como la Unión Atlética y la Liga de Quivicán. También figuró en la selección cubana al Campeonato Mundial Juvenil, en 1957.
Fue así que resultó captado por Tony Pacheco, un cazatalentos de los Cuban Sugars Kings, quien le propuso jugar béisbol en Estados Unidos y le posibilitó integrarse a equipos de Ligas Menores de la franquicia de los Rojos de Cincinnati, entre 1959 y 1961.
En el béisbol profesional registró récord de 21 victorias y 20 derrotas, con su mejor temporada lanzando para el equipo de Palatka, en la Florida State League, en 1960, cuando terminó con 15-11 y promedio de carreras limpias de 2.48.
Regresó a La Habana e hizo el grado con el equipo Almendares que participó en la última temporada de la Liga Profesional Cubana, en 1960-1961. Davis conoció entonces la que se convertiría en su esposa y que sería el imán que inclinó su decisión de permanecer en Cuba, justo en el momento que le llegó un contrato para firmar como jugador de Grandes Ligas (Clase A).
Valoró continuar su carrera como lanzador en la pelota cubana y fungió también por un tiempo como entrenador de béisbol, pero finalmente decidió abrazar el arbitraje en 1965.
Por los siguientes 28 años, Davis consolidó una carrera profesional que lo colocó en los primeros planos del arbitraje de béisbol en Cuba y a nivel internacional.
Davis impuso su carácter y profesionalismo en los terrenos cubanos, destacándose por su capacidad para impartir justicia en jugadas cerradas y partidos cruciales. Para múltiples conocedores de béisbol, fue el mejor de una pléyade de memorables árbitros cubanos entre los que figuraron Alfredo Paz, Alejandro Montesinos, Francisco Belén Pacheco, Julio Ramón Véliz, Orlando Valdés y Manuel “El Chino” Hernández, entre otros.
Se hizo ritual que en su entrada al terreno del estadio Latinoamericano de La Habana, Armandito Torres “El Tintorero”, popular animador del equipo Industriales, lo presentara desde las gradas como “El Elegante” en medio de los tradicionales chiflidos de la afición.
Era del grupo de árbitros designados para los juegos decisivos de la Serie Nacional y participó en numerosos eventos internacionales en reconocimiento a su destreza y dominio de las situaciones beisboleras.
“Me gustaba arbitrar en estadios llenos… Me sentía más cómodo, pues así no escuchaba los improperios”, confesaba Davis.
En 1992 fue excluido de la delegación cubana a los Juegos Olímpicos de Barcelona, y en su lugar fue enviado el árbitro Nelson Díaz.
Davis fue designado para participar como árbitro en el tope beisbolero entre equipos de Cuba y Estados Unidos, en 1993, y a su llegada al aeropuerto de Miami decidió que no retornaría a la isla.
En Estados Unidos trabajó en una agencia de venta de autos, y se desempeñó como árbitro en ligas de softbol y torneos locales hasta que las afectaciones de salud comenzaron a limitarlo.
“Hablábamos con frecuencia e Iván estaba siempre atento al béisbol cubano y a Cuba”, recordó Águila. “Era muy crítico con el régimen y con el desastre que hoy ocurre con la pelota cubana, y nunca olvidó que su carrera como jugador profesional quedó truncada con la llegada de Fidel Castro”.
Además de Gladys, su esposa por 59 años, lo sobreviven dos hijas y nietos.
Sus restos fueron cremados y la familia realizará sus honras fúnebres con carácter privado.
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