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La activista Yanilys Sariego denunció este domingo que un guardia le prohibió la entrada a la tienda de alimentos del hotel Meliá Internacional en Varadero por su condición de cubana.
“Estoy en Varadero buscando alimentos. Resulta que he tratado de entrar al #hotel #InternacionalVaradero y el guardia de seguridad me prohibió la entrada hasta las tiendas porque soy #cubana. Entienden por qué los cubanos tenemos que unirnos para tumbar está #dictadura. #MinisterioDeTurismo Discriminación y Apartheid como en los años 90. ¡Aquí es dónde único se puede conseguir algo de comida coño! ¡Abajo la Dictadura!”, escribió Sariego en su perfil de Facebook.
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Sariego, quien pasó de dependienta a opositora en solo un año, por denunciar la corrupción y abusos de poder en el establecimiento comercial donde trabajaba en la ciudad de Cárdenas, tiene las mismas dificultades que cualquier cubano de a pie para conseguir alimentos en una Isla marcada por el desabastecimiento.
En Cuba, un país asaetado por la escasez de alimentos y sus altos precios, donde el gobierno se empeña en seguir construyendo hoteles de lujos para turistas, los cuales se erigen como símbolo de las profundas desigualdades que atraviesa la sociedad, fue solo a partir de 2008 que el general Raúl Castro autorizó el libre acceso de los nacionales a esas instalaciones.
Además de los hoteles, la frustración de los cubanos está representada en las muy criticadas tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), donde se ofrecen insumos, que son imposibles de conseguir en los establecimientos en moneda nacional, en una divisa a la que no todos los ciudadanos tienen acceso.
Hace unos días, por ejemplo, un académico cubano denunció en Facebook que solo tiene para comer arroz y su título universitario, y tampoco pidió ayuda ni solidaridad alguna porque, asegura, que “ningún cubano trabajador, como yo, debería mendigar alimentos, o cualquier otra cosa”.
“El día ha llegado: no tengo nada que cocinar, salvo arroz blanco. Ni dinero para comprar alimentos, tampoco. No me malentiendan, este post no es para pedir ayuda, ni quiero que comiencen con solidaridades, ni por acá, ni por privado. Disculpen el tono tajante, se los agradezco mucho. Pero no lo aceptaré. Siempre he sabido crearme mis propios problemas, solo, y también resolverlos, solo”, escribió el profesor que se identifica en la red como Austin LLerandi Pérez.
A finales de mayo, un periodista de Diario de Cuba preguntó a varios cubanos en dos zonas de La Habana cuándo fue la última vez que tomaron leche, y las respuestas dejaron ver la escasez de alimentos de primera necesidad que golpea desde hace mucho a la mayoría de la población.
Seis meses, un año, dos años resultó el tiempo, según las respuestas de personas en la calle, que hace que muchos cubanos no toman leche porque el gobierno no se las garantiza ni siquiera a personas con enfermedades.
“No la dan, y soy hipertensa y soy diabética, a mí no me dan leche. Y entonces no la tomo porque lo que tengo es una chequera de 1,575 pesos. Tomo leche, como, me baño, me aseo, o vivo como los mendigos en la calle”, dijo una mujer en el Parque Trillo, en Centro Habana.
A principios del mismo mes, las fotos de un ostentoso bufet organizado en la Feria Internacional de Turismo en Varadero causaron indignación en las redes sociales.
Las imágenes permitían ver de cerca los diversos platos cuidadosamente preparados, con finas elaboraciones y curiosos diseños para la clase dirigente cubana, una escena que contrasta con la escasez de alimentos básicos que enfrenta el pueblo todos los días.
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