El gobernante cubano Miguel Díaz-Canel se dirigió a sus partidarios en la clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular que sesionó este lunes en el Palacio de Convenciones de La Habana, y afirmó que el “mismo pueblo que nos critica desfiló en apoyo a la revolución”.
“El mismo pueblo que diariamente critica lo que hacemos mal o no hacemos, que se indigna con las chapucerías, la insensibilidad, la desidia y el burocratismo, ese mismo pueblo, desfiló, arrolló en conga y levantó carteles de apoyo a la Revolución”, aseguró el gobernante, según la cuenta de Twitter de Presidencia.
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En las palabras de clausura de la Quinta Sesión Extraordinaria de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional, Díaz-Canel intentó una vez más uniformar el pensamiento en Cuba y reducir la pluralidad de ideas de la sociedad cubana a un grupo de incondicionales que desfilan, arrollan en conga y cantan loas a la llamada “revolución”.
La maniobra, tantas veces empleada por los líderes históricos del régimen, queda como un reflejo esperpéntico en manos de la “continuidad”.
La frase esconde una sutileza, una doble trampa retórica por la que el régimen acepta que puede ser criticado, pero por los “revolucionarios”, esos que se indignan con “las chapucerías, la insensibilidad, la desidia y el burocratismo”.
Al enunciarlo de esa manera, Díaz-Canel asocia el malestar social evidente en los últimos años -que llevó a las históricas protestas del 11J- a un grupo social que critica “lo que hacemos mal o no hacemos”, pero que se moviliza para marchar en la plaza y mostrar su apoyo a la Revolución / Continuidad.
“Junto a Raúl y a la heroica Generación del Centenario ratificamos que: ¡Se pudo, se puede y siempre se podrá! Eso expresa una convicción que siempre deberá estar acompañada de un principio: todo desde el pueblo, con el pueblo y para el pueblo”, dijo este lunes el también primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Sorprende la percepción del régimen de “arrollar en conga” como expresión final de adhesión a la dictadura. Eso espera del pueblo la continuidad, esa alienación mental de la masa arrollando y consolidando así el poder de quienes ponen la música. El pueblo está para desfilar, contonearse y levantar carteles de apoyo a la “revolución”; no para pensar, expresarse y asociarse libremente.
Para evitar esas tentaciones de la libertad, el régimen ha aprobado un nuevo Código Penal que incluye 37 nuevos delitos como el de desórdenes públicos para penalizar "las alteraciones de esa naturaleza producidas en grupos o individualmente" y prohíbe el financiamiento externo de los medios y periodistas independientes. Si el pueblo pensara, se expresara y se asociara libremente, ¿qué sería del monopolio del discurso y de los medios públicos de comunicación, en manos del PCC y los militares?
“Por respeto a nuestra Constitución, quienes intenten dañar la soberanía, la independencia y el orden interior, deben saber que la legalidad existe para ser cumplida. Somos un Estado Socialista de derecho que tiene derecho a existir y es lo que nuestros adversarios no aceptan”, dijo este lunes el hombre de paja de un régimen que blinda en la carta magna, el socialismo y el unipartidismo; y los impone por la fuerza, legitimando hasta la opción de que “el pueblo tome las armas” contra los cubanos que disienten del orden actual, consagrada en el Artículo 4 de la Constitución.
Esos cubanos que no marchan en la plaza, que protestan en espacios públicos, que se manifiestan en contra del poder que los somete y niega sus derechos y libertades; esos son “chusma”, “mercenarios”, “odiadores”, “gusanera”, y en definitiva, un “puñado de malos cubanos”.
Los que critican “las chapucerías, la insensibilidad, la desidia y el burocratismo”, pero no cuestionan la legitimidad de quienes gobiernan, no piden rendición de cuentas al poder, no padecen y desesperan hasta el punto de lanzarse al mar o atravesar el Darién; esos cubanos a los que solo importa un statu quo más estético… esos desfilan delante de Díaz-Canel y compañía. El régimen lo sabe y lo celebra, en el colmo del cinismo o la desvergüenza.
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