El general de división Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, bolitero mayor del tardocastrismo, mandó al listero Alejandro Gil Fernández a abrir las apuestas de la nueva charada cubana, donde los empobrecidos serán cada vez más pobres, los elegidos jugarán con dados trucados y la casta verde oliva y enguayaberada seguirá cobrando el derecho de pernada comunista, sentada sobre un polvorín repleto de dinamita.
Alejandro, ataviado con un estilo a medio camino entre domador de leones y alivio de luto, compareció como apuntador en la Asamblea Nacional del Poder Popular para animar a los actores económicos a hacer apuestas sobre cual será la bolita elegida para premiar a escogidas empresas estatales y privadas con otra ficticia tasa de cambio del peso cubano frente al dólar norteamericano que -un día de estos- será fijada por encima del 1x25 oficial y por debajo del 1x125 del mercado informal.
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Para embarajar el tiro, el Melquíades habanero; muchacho fino, anunció otros 150 papalotes en almíbar, incluidas las criptomonedas, ocurrencia del Agente de influencia y activo gusañero Arturo López-Levy, culpó al imperialismo de la inflación, desdeñó la pujante bolsa negra en divisas, y lanzó el señuelo de la recuperación económica, otra psicofancia, como la del ¡turismo ha vuelto!... a República Dominicana, Cancún, Bahamas y Gran Caimán, porque en Cuba, menos aun tras el simbombazo del Saratoga, no están; aunque los añoran como a las remesas de la vilipendiada y solidaria emigración cubana.
La gran novedad -pese a que el 11J sigue doliendo y latiendo en la sociedad cubana- es que no hay novedad, solo un guiño, otro más, a Raúl Castro Ruz, ese anciano que sigue brindando con vodka por su admirado camarada Iósif Stalin, creador de la técnica, cómo desplumar una gallina sin dejar rastro de plumas.
En países a salvo de gobiernos anormales, la regla número uno de la economía son proporcionalidad y transparencia, porque no hay nada más cobarde que el dinero; pero los nuevos fulleros de la bolita patria estafan a los apostadores con una fórmula norcoreana y de guaracha de Ñico Saquito, que consiste en amarrar con fe a los hambreados, que deben ser obedientes, humildes y mostrar permanente arrepentimiento por no estar a la altura de grandes apostadores de la resistencia creativa, como Díaz-Canel y Marrero Cruz.
En aquella Habana neocolonia yanqui, había tres famosos bancos de bolita: Castillo, La China y Campanario, que operaban con normas claras, puntualidad británica y estilo de pequeño hotel para palitos discretos, jugando al prohibido con las ilusiones de millones de pobres.
En La Habana actual, faro y guía de cuanta ocurrencia moviliza al decrépito partido comunista, el único banco es Gaesa y su mandamás Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, que sigue sin dar la cara por la explosión del Saratoga que costó la vida a 46 personas y 99 heridos, distrae su ocio creativo haciendo que la bolita suba y baje. en función de los intereses del botín de la familia Castro Espín, cuya custodia es su principal obligación; a cambio de generosas comisiones y el cariño y protección de su ex suegro que, a diferencia de su maltratada ex mujer, no puede soslayarlo.
Un año y cuatro meses han bastado para constatar -una vez más- que la improvisación y el desorden, a conveniencia de la minoría mandante, son principios rectores de su anticubana política económica, como prolongación de atentados contra la libertad y la prosperidad, inaugurados con la expropiación forzosa y sin indemnización de grandes empresas, centrales azucareros y fincas, pasando por la Ofensiva revolucionaria de 1968, la decapitación de Humberto Pérez González, vales de la bodega Birán, S. A. para la Oficoda y diplotiendas, con la multa del 10% al vil metal, y acabando con la dolarización forzosa de la economía; enmascarada con la Tarea ordenamiento y la invención del eufemismo MLC, que tanto encandila a los bobos solemnes.
Viejas crónicas habaneras cuentan que un grupito de jodedores; al enterarse que el bolitero Castillo había ayudado a una madre pobre y con un hijo preso, sugiriéndole el número que tiraría esa noche, se disfrazaron de limosneros y trataron de sonsacarle el dígito de la suerte; respondiendo el aludido con una cábala fácil: Animal de cuatro patas que camina, en las noches, por los tejados.
Los simuladores se lo jugaron todo al 4, que es gato en la charada cubana; pero Castillo tiró el 9, que es elefante; y el prepotente general sin guerras Rodríguez López-Calleja debía tener en cuenta la habilidad del viejo banquero para distinguir buenas y necesitadas personas de filibusteros; sobre todo, porque en los holocaustos mueren muchos pobres, muchísimos, pero también son asesinados ricos, que son los que tienen que perder en este mundo y -como siga jodiendo a los cubanos- un día se despertará con su dacha de Siboney, tomada por los pobres de la tierra, con los que Luis Alberto no quiere su suerte echar, aunque sea miembro del Buró Político y diputado por Remedios, donde es muy conocido a la hora de almorzar.
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