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Un anciano cubano, sin salario ni jubilación, sobrevive haciendo arreglos de muebles, catres, colchones y cualquier otro enser que se pueda recuperar.
Antonio Griñán Hernández, habanero de 62 años, es uno de los tantos cubanos que se dedica a recoger de las calles y hasta de la basura artículos o piezas usadas de plomería que la personas suelen botar; luego los repara y los vende.
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En entrevista con la agencia CubaNet, reveló que comenzó a trabajar en el sector de la construcción en 1975, año en que el gobierno cubano empezó a enviar a jóvenes soldados a combatir a la guerra de Angola.
"Pasé el Ejército [Servicio Militar Obligatorio] como radiotelegrafista. Tuve suerte de terminar cuando empezó la guerra. A los que llegaron después los mandaban para allá", relató.
Griñán empezó a trabajar a los 16 años dando pico y pala, ganando 175 pesos mensuales en una plaza de carpintero B encofrador.
"El salario no alcanzaba para nada y me fui del sector estatal, donde trabajaba como un mulo por nada", señaló.
Puso fin a su vínculo laboral con el Estado cuando solo tenía una década de trabajo acumulada. Desde entonces, nunca más se ha contratado con ninguna entidad estatal.
Debido a ello, no tiene derecho a cobrar una pensión, porque la ley en Cuba dispone que los hombres deben tener un mínimo de 20 años de trabajo para poder solicitar la jubilación a los 65 años de edad.
Durante años se dedicó a buscar frutas en el campo para llevarlas a la ciudad y venderlas y poder vivir. También trabajó como gestor de transporte de taxistas privados, conocidos popularmente como buquenques.
"Esos años no están registrados, pero me da igual, por el momento no puedo jubilarme. Si lo hiciera de todas formas tendría que buscar un trabajo porque la pensión no alcanza", reflexionó.
Antonio vende todo aquello que pueda tener algún valor en el mercado negro. Realiza su actividad en el barrio de Jesús María, en La Habana Vieja, donde la gente va con objetos para que se los arregle o a comprar algo directamente. Él asegura que muchos acuden a él porque si no deben ir a las tiendas de dólares, donde todo es mucho más caro.
A sus 62 años, dice que no puede pensar en buscar un trabajo con el Estado porque no va a encontrar nada con un salario justo con el que pueda vivir. No obstante, si lo encontrara, lo dejaría todo y se iría a trabajar.
"Tengo que seguir trabajando para que cuando ya me jubile, tener una pensión, digo, si encuentro el trabajo, porque tengo que pensar en eso. Yo tengo 62 años y estoy fuerte ahora, pero llegará el momento en que no voy a poder ni hacer esto, y tengo que irme preparando desde ahora", afirmó.
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