El tardocastrismo calla ante la invasión rusa a Ucrania, por su crónica dependencia de Moscú, que acaba de aplazar el cobro de la deuda de dos mil trescientos millones de dólares a 2027, pero cobrará intereses por demora.
Rusia lanzó su ataque, poco antes de las seis de la mañana de este jueves, es decir, antes de las diez de la noche del miércoles en La Habana y, a la hora de redactar esta nota, el silencio del gobierno y los medios estatales cubanos contrasta con la habitual algarabía tardocastrista ante cualquier acción norteamericana.
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Granma mantiene en su portada digital la entrevista del presidente Miguel Díaz.Canel con el titular de la Duma rusa, Viacheslav Volodin, a quien el periódico califica de Excelentísimo señor, y, justo arriba y a la derecha, un risible titular: "Cuba y Rusia: dos pueblos más cerca, que defienden la paz".
El sometimiento del gobierno cubano al Kremlin, que rememorará en los más viejos, el polémico apoyo de Fidel Castro a la invasión del entonces Pacto de Varsovia a Checoslovaquia (1968) complicará sus relaciones con la agredida Ucrania, Europa y aun más con Estados Unidos, y convierte en papel mojado sus diatribas antiimperialistas y falsos alegatos de soberanía, aunque los seguirá usando en su baba sin quimbombó habitual.
La cancillería cubana volvió a pifiar este miércoles con un hipócrita comunicado, reconociendo el derecho de Rusia a preservar su seguridad, criticando a Washington y la OTAN, a solo unas horas de que Moscú iniciara los bombardeos contra Ucrania; aun cuando el Kremlin hubiera mantenido su ataque en secreto, La Habana sigue carente de Inteligencia y reflejos políticos.
Cada vez que un representante del gobierno cubano critique atropellos contra naciones pequeñas, una de las especialidades de su discurso mentiroso, Estados Unidos y Europa le refrescarán la memoria con su incoherencia ucraniana y el silencio cómplice ante el anuncio de despliegue de tropas rusas en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Si el atacante hubiera sido la Casa Blanca o Bruselas, el escándalo de la dictadura más antigua de Occidente sería ensordecedor, pero la devaluada política exterior tardocastrista carece de principios y coherencia y anda sobrada de rejuegos que alivien su delicada supervivencia.
Los opositores Consejo para la Transición y la Asociación Francia por la democracia en Cuba (AFDC) han seguido de cerca la evolución de la crisis, criticando el doble discurso de La Habana y apoyando la integridad territorial de Ucrania frente a los designios moscovitas, con sendas manifestaciones ante las embajadas del Kremlin en Madrid y París, reivindicando la soberanía cubana y criticando la invasión rusa.
Moscú no cree en lágrimas, como hizo saber el Kremlin a Raúl Castro en 1979, y se ha aprovechado de la creciente debilidad interna y escasa influencia internacional del gobierno Díaz-Canel-López-Calleja para imponer su política de avasallamiento, incluidos sendos conteos de protección por una estafa a turistas rusos con pruebas PCRs y la venta en tiendas estatales de aceite donado, que La Habana no desmintió ni matizó.
Cuba está peor que nunca y el prestigio de su gobierno anda por los suelos, pero esta vez no podrá aprovechar el barullo internacional generado por la invasión de uno de sus principales aliados a un pequeño país con quien mantiene relaciones diplomáticas, para desviar la atención de sus graves problemas, como hizo Fidel Castro con las dos invasiones occidentales contra Irak.
Cada vez se achica más el espacio internacional del tardocastrismo, que vio la Primavera Árabe como soga para su pescuezo y vive con el alma en vilo desde el 11 de julio de 2021, cuando muchos cubanos -ahora presos, condenados a largas penas de cárcel y desterrados- pusieron a temblar a la casta verde oliva y enguayaberada.
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