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El periodista independiente cubano Abraham Jiménez Enoa afirmó al llegar a España –tras cinco años de regularización migratoria en la isla– que “al poner un pie en el aeropuerto de Madrid sentí que estaba abriendo la puerta de otro planeta”.
“No es lo mismo salir de Cuba que de cualquier otro país por primera vez. Salir de Cuba es caer en el mundo, comprobar que se vivió secuestrado”, expresó en su columna habitual en la revista Gatopardo.
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El joven de 33 años, quien desde que fundó junto a otros colegas la revista de periodismo narrativo El Estornudo ha sido blanco de la maquinaria represiva del régimen cubano, llevaba cinco años “regulado”, un concepto que enmascara una “prohibición de salir del país” determinada por el Gobierno. Salió finalmente de la isla el pasado 8 de enero rumbo a España, donde espera el inicio de un curso al que fue invitado en Países Bajos.
En su columna "Desde el malecón", el artículo "Aterrizar en el mundo", cuenta sus últimas semanas en la nación caribeña.
Afirma que su último (de muchos) arrestos domiciliarios ocurrió el pasado mes de noviembre, cuando se disponía a hacer la cobertura de la Marcha Pacífica para el Cambio conocida como 15N. “No estaba preparado para mi último arresto domiciliario en Cuba. No lo estaba porque de alguna manera, en mi cabeza, ya yo me había ido de Cuba”, apuntó.
Relata que “ese pasaje me trajo de vuelta a la realidad: seguía en la isla” y que los días posteriores representaron “una crisis aguda de angustia y ansiedad, un malestar que nunca antes mi cuerpo había sentido. Mi cabeza dejó de funcionar y mi accionar lo asumió una rabia incontenible. Luego supe por mi terapeuta que la rabia es la otra cara de la tristeza”, subrayó el periodista.
Explicó asimismo que la “Regulación migratoria” –vigente desde 2016 contra él– “es el término que se inventó el castrismo para castigar por razones políticas a los individuos que le son incómodos”.
“No es que los cubanos sueñen con viajar más que el resto de los habitantes de este planeta, es que es la única forma que tienen de progresar, o de respirar, para luego volver con el tanque cargado a sumergirse en el pozo oscuro del totalitarismo”, consideró.
“Esa especie de prisión política dentro de la isla, donde los periodistas independientes reciben trato de terroristas, la violación al derecho que tenemos todos los ciudadanos a la libre movilidad, hizo que viviera todo este tiempo con la frustración de no conocer otra realidad que no fuese la cubana”, afirmó Jiménez Enoa.
También explicó que si bien el arma represiva favorita del castrismo contra la sociedad civil durante las dos últimas décadas fue la regulación migratoria, tras las protestas del 11 de julio el libreto cambió, y ahora la estrategia es vaciar la isla de inconformidad, en vez de acumularla.
“Libertad a cambio de exilio. De este modo, casi toda la sociedad civil contestataria que se formó a partir de la llegada de internet en 2015, ha tenido que salir del país de manera forzosa y los que no lo han hecho, se encuentran o en cárceles o maniatados por los tentáculos del gobierno”, señaló.
También narra que semanas atrás un hombre que no se identificó lo llamó por teléfono, para informarle que “¿tú no entiendes?, ¡que ya puedes tener pasaporte, que ya puedes ir a buscarlo!”.
A su silencio, el hombre le preguntó: “¿no me vas a dar las gracias?”. “No le tengo que dar las gracias a nadie por un derecho que me han robado, dije. Y colgué”, cuenta el reportero.
Asegura, para explicar los mecanismos del régimen cubano contra sus ciudadanos, que se quedó sentado en la sala de su casa “ni contento ni sorprendido”.
“Estaba procesando aquel pasaje que, aunque había esperado tanto, ahora tocaba digerir. (...) Ese “¿no me vas a dar las gracias?” me hizo sentirme como un miserable, como un esclavo, como una persona aplastada, como, en definitiva, ellos —el régimen— clasifican a los “contrarrevolucionarios”: un gusano”, lamentó.
Tras señalar que “la vida en Cuba es un absurdo y a uno no le queda más que asumir o adaptarse a esa demencia”, afirma que “los cubanos tenemos naturalizada la opresión”.
Para que lo comprueben –dice– pide remitirse a la primera línea de su texto “No estaba preparado para mi último arresto domiciliario en Cuba” y
“Quien escribe algo así ya tiene asumido como normal que cualquier día puedes amanecer en prisión domiciliaria de manera arbitraria. Quien escribe algo así lo hace desde el total desamparo legal. Quien escribe algo así lo hace para desahogarse y denunciar semejante atropello, porque escribir es lo único que le queda para defenderse”, afirmó.
Dice que antes de su viaje, como no tenía de quién despedirse en La Habana, había comenzado a despedirse de la propia ciudad.
“Salía todas las mañanas y todas las tardes a esos lugares clichés a los que sólo van turistas —aprovechando que ahora no hay por la pandemia— para verlos por última vez y al regreso siempre me sentaba un rato en el malecón, mi lugar preferido de Cuba”, aseguró.
Cuenta que salió de la isla por una invitación de Amsterdam, pero el viaje se pospuso hasta febrero y ante la ansiedad que padecía decidió –una vez que tuvo su visa estampada en el pasaporte– irse a España a esperar allí la fecha del evento de febrero en Países Bajos.
“Tenía miedo de que las fronteras volvieran a cerrarse y quedarme atrapado una vez más. Cada segundo más en la isla era algo contra lo que tenía que luchar con los dientes apretados”, señaló.
La última persecución ocurrió al llegar al aeropuerto de La Habana, donde estuvo custodiado por agentes de la Seguridad del Estado “haciéndose pasar por civiles”.
“Los reconocí porque me seguían a pocos metros de distancia desde que me bajé del taxi y porque uno de ellos fue el agente que en noviembre me indicó que estaba en arresto domiciliario. Los tipos además de seguirme no dejaban de hablar por teléfono. Eso me puso nervioso y pensé por un momento que no me dejarían salir”, expresó.
Dice que en la capital española hizo una escala para viajar a Barcelona, donde actualmente se encuentra. “Desde que llegué siento que soy un cuerpo etéreo. Estoy como eclipsado, abrumado por tantas sensaciones extrañas que me están comiendo la cabeza. (...) Todo lo que veo me parece lejano y surreal, como si estuviera dentro de una película”, narra el columnista.
“Es la primera vez que soy un extranjero. Y me siento tan extranjero, tan distante de la realidad que estoy pisando, que quizás nunca llegue a formar parte de este mundo”, apuntó.
Debido a sus publicaciones en medios internacionales con gran alcance como The Washington Post, la dirección de El Estornudo, en donde criticaba al régimen de La Habana, y su activa participación en el acontecer mediático de la isla, Jiménez Enoa vivió los últimos años siendo víctima de acoso selectivo por parte de la Seguridad del Estado y la represión de la dictadura cubana.
Como él, en Cuba hay al menos 246 personas "reguladas" por el Ministerio del Interior, de acuerdo con datos recopilados de manera independiente por el Instituto Patmos.
Esa organización de la sociedad civil aclara que la cifra es mayor, porque hay figuras religiosas que no pueden viajar fuera de la isla, pero no desean que sus datos sean revelados.
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