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Fabián Brando Álvarez (La Habana, 1990) es un actor de raza, por genes, estudio y esa cualidad que solo atesoran los grandes, capaces de robarse el show, desde un papel secundario, Pablito en El Caballo, o de reto descomunal como el Tom, de Tennessee Williams; al que quiere volver con la experiencia acumulada.
Estudió Ingeniería Industrial por el temor de sus padres a las incertidumbres vividas como actores; mamá todavía hace de escudo incondicional, papá se convertía en nené travieso, cuando jugaban juntos en casa; soñaron con actuar juntos en teatro, no pudo ser; aunque echó una mano el trazado de Pablito, un moñigüeso atormentado por la pobreza inclemente, una madre muda y encamada y la pasión carnal por Adria.
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Escribe cuentos y poemas, y sabe comunicar, poniendo luz donde más importa; como hace en cada personaje que construye con minuciosidad ingeniera y sublimación a lo John Malkovich.
El poeta de Plantados y Pablito, del Caballo, son personajes diametralmente opuestos; ¿cómo los construiste y cuál te resultó más complejo, vital y actoralmente?
Son personajes totalmente opuestos, la construcción de ambos fue un proceso muy profundo, es la parte que más disfruto de esta profesión; la creación, lo voy haciendo de adentro hacia afuera, siempre busco los puntos en común que tienen los personajes conmigo y parto de ahí.
En el caso de Jorge, el poeta me sentí más cómodo ya que teníamos en común ciertas cosas, cada ser humano es distinto a otro, lo que hace acercarnos más a unos que a otros mayormente son las similitudes entre cada ser, esto precisamente sentí con el poeta. La transformación la disfruto tanto como la sufro.
En el caso de Pablito no habían puntos en común conmigo y esto hizo que el reto de su construcción fuera un poco más compleja.
En ambos tuve que buscar mucho en sus pasados, en mi opinión somos hoy una consecuencia de lo que nos ha tocado vivir, el pasado y las circunstancias de ambos personajes definieron mucho su creación. También tuve la guía de mi padre durante la creación de Jorge el poeta y mi madre desempeñó un gran papel en la preparación para crear a Pablito. No puedo dejar de mencionar a Lilo Vilaplana por la confianza y todo el trabajo que hicimos juntos para darle vida a estos seres.
Estos personajes se quedaron a vivir en mi, los pienso y siento a diario, desde la distancia entre lo real y lo mágico de cada creación.
Para interpretar al poeta tuviste que adelgaza varias libras, al estilo de Robert de Niro, pero a la inversa, cuando hizo Jake LaMota, el boxeador conocido como Toro Salvaje; ¿cómo lo conseguiste?
Tuve que bajar mucho de peso para este personaje y fue en poco tiempo, llevé mi cuerpo al extremo con ayunas de más de 16 horas, cuando comía era muy poco, pero trataba de mantenerme alimentado, salía todos los días a correr por una hora, las noches eran el peor momento del día, me costaba mucho dormirme con el estómago vacío; cuando bajas mucho de peso, en un periodo corto de tiempo, es insoportable, pero el compromiso con el poeta era más fuerte que ninguna otra cosa.
Viniendo de una saga actoral reconocida, te hiciste ingeniero industrial, ¿vocación tardía o plan vital?
Ninguna de las dos, mis padres no querían que fuera actor, imagino porque saben lo complejo e inestable de la vida de los artistas, ellos querían que estudiara otra cosa y después si quería podía estudiar la profesión de actor, aunque yo considero que uno nace siendo actor, no es una elección.
Desde pequeño estuve siempre muy vinculado al medio por mis padres e inclinado al mismo, recuerdo siendo un niño acompañaba a mi papá a grabaciones y pasaba letra con mi mamá en la sala de la casa.
Haber estudiado una ingeniería me aporto mucho ya que gracias a ella desarrollé habilidades que me han servido en la vida para poder desenvolverme en otros campos cuando estoy fuera de un escenario o de un set de grabación.
Háblame de tu mamá, de tu abuelo y tu papá, actriz y actores reconocidos en Cuba.
Mi mamá, Zelma Morales Hernández, mi protectora, mi escudo, mi flor de pétalos y espinas, jamás había visto un amor tan incondicional y leal como el de mi madre, siempre ha estado a mi lado, no aceptó tenerme lejos y me sigue a donde quiera que voy, la vida me dio un gran regalo.
Mi abuelo Pedro Álvarez Costales, murió en el año 1991 cuando yo apenas tenía un año, siento un gran orgullo de ser su nieto, busco mucho en su vida profesional ya que fue un gran actor, director y escritor. Mi papá siempre me hablaba de él, de su nobleza y grandeza, me hubiera gustado conocerlo ahora, con la madurez que me acompaña, siento que hubiéramos podido pasar horas y horas conversando de literatura, de teatro y actuación.
Mi papá, Max Álvarez de Guisa, que te puedo decir del ser que más he amado y admirado, fue y es mi inspiración cada día, un ser humano excepcional. La química que mi papá y yo teníamos era algo fuera de este mundo, a veces sentía que éramos uno. Como actor lo considero uno de los más grandes actores que ha dado Cuba. Un hombre de principios y con una genialidad increíble. Se me quedó en el tintero no haber trabajado con el, siempre lo hablamos y teníamos planes de hacer una obra de teatro juntos pero el destino tuvo otros planes, puedo decir que tuve al mejor padre, al mejor amigo, al mejor ser humano y lo llevo siempre muy dentro de mi, como parte de mi esencia.
Aparte de actor, eres narrador y poeta; ¿cómo concibes esas otras formas de expresión, y que encontrarán los lectores en tus versos y cuentos?
Todo comenzó hace algunos años y ya hoy tengo tres libros publicados, dos de poesía y uno de cuentos, realmente es mi forma de hacer catarsis, escribo porque es mi manera de plasmar con letras todo lo que siento, la transformación de un suceso o pensamiento con respecto a mi alrededor, en cada poema y cuento trato de dejar un mensaje de alguna experiencia vivida mía o muy cercana, en un mundo como el que estamos viviendo aplaudo a los que aún leen y más a los que escriben.
Una vez más mi padre fue mi inspiración, desde pequeño siempre estábamos creando, vivíamos aquí y en nuestros mundos de fantasías, lo cual desarrollo mucho mi imaginación, y esto con los años me convirtió en un soñador.
¿Es complicado ser actor cubano en Estados Unidos?
Ser actor es complicado en cualquier parte del mundo, es una profesión compleja que a algunos nos lacera el alma.
De una manera u otra siento que todos actuamos a diario en nuestras vidas cotidianas. Solo consiste en estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado y estar preparado.
¿Qué aportó a tu genética actoral, la escuela Barraza?
Las escuelas son necesarias, estas te enseñan la técnica y te transmiten las experiencias de otras personas que pueden haber transitado por donde estas ahora. Recuerdo con pleno goce los años que estuve en el Adriana Barraza Acting Studio, conocí a muy buenas personas y profesionales que aportaron mucho a mi crecimiento como actor.
En teatro, hiciste a Tom, del Zoo de cristal. ¿Cómo interpretaste al alter ego de Tennesse Willims?
Yo no fui a la Luna, fui mucho más lejos.... eso fue entrar en Tennessee Williams, fue nadar en aguas muy profundas donde interpretar a un personaje como Tom es dejarlo todo en las tablas del teatro.
Para la preparación y creación recuerdo haber visto una y otra vez a John Malkovich interpretando a Tom, hicimos mucho trabajo de mesa y le dedicamos tiempo lo cual es muy necesario para un personaje como este.
Me encantaría volver a ser Tom, hay personajes que extraño ser otra vez, este es uno de ellos, mantengo la esperanza de poder convertirme nuevamente en Tom, ahora con el peso de los años y todo lo vivido pero eso se lo dejo al tiempo, porque el tiempo es la distancia más larga entre dos lugares.
Después de El Caballo, hiciste La prueba, donde interpretas un personaje totalmente diferente a Pablito y Jorge, el poeta; ¿cómo sueles transitar de un personaje a otro?
Una de las cosas que más disfruto de la actuación es que cada proyecto es un nuevo comienzo, nadie es igual a nadie y esto nos da la posibilidad de poder rompernos para crearnos desde otra base, desde otro ser, esto es lo que sucede cada vez que me enfrento a un nuevo personaje.
Trato de convertirme por completo en esa otra persona que no tiene nada que ver con la anterior, transitar entre ellos y yo, a veces es difícil, atormenta en ocasiones; pero el resultado final es lo más gratificante, el aplauso del público, sus lágrimas, sus risas y poder, a través de nuestro trabajo, hacer sentir diferentes emociones a tantas personas y poder tocar sus corazones.
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