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Cuba acaba una semana perturbada por una secuencia de actos fallidos en tributo a Fidel Castro, que fueron desde lo grotesco de un yate Granma balsero, pasando por los ridículos de Díaz-Canel suplicando al muerto sublime que hable y Raúl Castro lloriqueando ante una ópera norcoreana de La Colmenita, que dejó inaugurado el mausoleo habanero dedicado al extinto comandante en jefe, en una casona del Vedado.
El artista cubano Kcho -pintor de balseros- ejecutó la operación Granma al revés, y allá aparecieron un grupo de entusiastas o fingidores echando un feo barco a la mar, que más parecía una salida ilegal, que el recuerdo del arribo del yate a Las Coloradas, en 1956.
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El presidente Miguel Díaz-Canel montó el muerto de Luis Carbonell, espíritu burlón, y destrozó Twitter con una "madurada": "Fidel, habla, ¡te necesito!"; que recordó más al bardo santiaguero invocando a "Juana Pérez, espiritista, Juana Pérez espiritual, Juana cura a los enfermos, con agua del manantial", que al expresidente fallecido hace un quinquenio.
Raúl Castro, que desde el último lifting facial, anda con la lágrima fácil, lloriqueó ante la ópera norcoreana de La Colmenita, un proyecto artístico valioso politizado a conveniencia de quienes lo financian, suplantando la frescura infantil y juvenil por perretas pseudopatrióticas y anticubanas, que nada tienen que ver con la tradición cultural y el gusto de la nación, que vibra con "Ae, ae, ae la chambelona" y no con esa sucesión de absurdos Juche.
El costoso desbarajuste sirvió para dejar inaugurado el mausoleo habanero de Fidel Castro, instalado en una remozada casona del Vedado, que primero fue residencia de familia acomodada, luego unidad y parqueo del Ministerio del Interior y ahora contribuirá a la reinvención de la biografía del político cubano más influyente de la segunda mitad del siglo XX.
Las crónicas de Indias no aclaran si parte de los fondos del Archivo Histórico del Consejo de Estado, referidos a Fidel Castro, pasaron a engrosar las filas del tercer mausoleo castrista, aunque un reporte de la televisión estatal insinuó que la escogencia de la sede tuvo que ver porque la caravana presidencial de Mercedez Benz solía bajar y subir casi todos los días por la avenida Paseo.
Birán, la imponente tumba en Santa Ifigenia y la casona del Vedado, también próxima al apartamento de Celia Sánchez Manduley, en la calle 11, donde Fidel Castro pasó mucho tiempo, son la trinidad fidelística por la que desfilarán a partir de ahora los deudos del magno difunto, incluidos Gianni Miná, Ignacio Ramonet y Frei Betto, expertos en pobreza fotogénica, logaritmos hegemónicos y camarones encantados.
Obviamente, el festival desatado también perseguía intentar soslayar el primer aniversario de la protesta de intelectuales y artistas frente al Ministerio de Cultura, en otro vano empeño de la dictadura más antigua de Occidente de tapar el sol con un dedo.
El 27N arrasó el Ministerio de Cultura, que sobremuere con un ministro mudo y desconcertado; aunque no es el único, porque el gobierno Díaz-Canel es una constelación de cadáveres políticos, que ya ni aparecen en la Mesa Redonda para asegurar que el futuro pertenece por entero al socialismo.
Cuando un gobierno insiste en hacer mal las cosas, solo confirma su propia decadencia; y las urgencias de Cuba no pasan por rendir tributo a muertos, por muy ilustres y necesarios que resulten para algunos, sino en ocuparse de la suerte de los vivos, necesitados de libertad, pan, medicina y justicia.
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