"Aprendimos a saberte eterno / así como Olofi y Jesucristo", cantaron ayer unos melancólicos músicos en la escalinata de la Universidad de La Habana, que albergó la velada político cultural de homenaje a Fidel Castro, fallecido en su cama hace cinco años. Son versos de la canción "Cabalgando con Fidel", de Raúl Torres, en la que también se le pide al difunto: "No te sueltes de mi mano / aún no sé andar bien sin ti".
El espectáculo, de aire coreano y abundante kitsch patriótico, incluyó coro, trovador-poeta ("hay hombres que son los senos / de patrias inquebrantables" juro que dijo), danza contemporánea con música electrónica (una cosa llena de botas, llamada "Matria etnocentra") y hasta punto guajiro glosando las virtudes del Comandante. También un curioso texto de Alden Knight, que daba gracias a Fidel "por tu rifle piel, por tu pluma y tu papel, por tu ingle de varón".
La idea de Fidel como una teta gigante o una ingle eterna debe haber entretenido a algunos asistentes a la ceremonia, pero el tono dominante de la velada fue el aburrimiento. Un grupo de jerarcas panzones salpicaba con aplausos los depresivos hitos del espectáculo, que terminó bañado por la lluvia (esperemos que purificadora).
Convertido en imagen venerable que sintetiza todo el proceso revolucionario, la figura de Fidel Castro apenas logra evocar hoy los tiempos de su liderazgo carismático. A ello contribuyó una larga convalescencia, en la que Fidel fue de todo menos heroico, y ciertas "reflexiones" seniles que dejaron bien clara su demencia egotista.
Los pocos supervivientes de la "generación guerrillera" han cedido el poder al funcionariato más gris, que hoy parece incapaz de aplacar la creciente ola de descontento social. Cinco años después de que Fidel fuera colocado bajo su monolito santiaguero, los cubanos están más hambreados y desencantados, son más pobres que en el 59, y sus hijos y nietos tienen más ganas que nunca de abandonar la isla.
La degradación de la imagen del poder revolucionario quedó clara el 11 de julio. Díaz-Canel trató de hacer un paripé y emular al Fidel Castro que, durante el maleconazo, acudió a disuadir en persona a los manifestantes. Aquella vez funcionó la magia --junto con las cabillas del Contingente "Blas Roca". Pero en esta ocasión el presidente fue recibido con improperios. Hasta le tiraron cosas obligándolo a abandonar el lugar. Eso no se borra tan fácil. Lo de "Díaz-Canel singao" ha resultado un lema tan popular que la Seguridad del Estado trató de apropiárselo en uno de sus más recientes actos de repudio. En resumen, es obvio que el delfín nombrado por Raúl no da la talla ni tiene "gao" en el corazón del pueblo.
La imagen internacional también está bastante maltrecha. Gente como Arturo López-Levy son ya los únicos fuera de Cuba que siguen insistiendo en que el fidelismo creó "un sistema de bienestar social” que llevó salud y educación a toda la población. Desde su koljoz académico californiano, López-Levy puede decir lo que quiera a la prensa, pero ya no puede ignorar las ruinas del sistema.
La velada de ayer fue el primer acto oficial de conmemoración de la muerte de Castro. Granma también nos deja saber que hoy se inaugurará oficialmente el Centro "Fidel Castro Ru"z, una casona restaurada y convertida en Museo de su memoria. Para hacerla posible, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó en diciembre del 2016 (supongo que por unanimidad) la Ley 123 "Sobre el uso del nombre y la figura del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz" que autorizaba, "con carácter excepcional", la creación de una institución dedicada al líder que en vida presumió de modesto (sin engañar a casi nadie).
El culto fidelista y la multiplicación hagiográfica que inunda estos días los medios cubanos, incluidos esos momentos de ridículo apocalipsis zombi que se vieron ayer, están diseñados para llenar un evidente vacío. Los viejos símbolos se han desgastado, y la teta fidelista, por gigantesca que sea, ya no tiene leche.
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