Antes que paradójico, denunciar el apartheid electoral en Cuba y aun así abogar por el voto en contra del gobierno es más bien un ejemplo ilustrativo de cómo no quedarse en las denuncias y buscar salidas políticas prácticas.
Así quedó expuesto por el Proyecto Cubademanda en el panel de discusión “Cuba después del 11 J: Perspectivas Nacional, Regional y Global” del Forum 2000.
Desde 1997 este foro anual de la Fundación Vaclav Havel sesiona en Praga para discutir problemas relevantes a escala mundial y vías de promoción de la democracia en países no democráticos. Este año, Martin Palouš, Director del Programa Vaclav Havel de Derechos Humanos y Diplomacia en la Universidad Internacional de la Florida (FIU), presidió el panel sobre la cuestión cubana integrado por este autor, Elena Larrinaga (Consejo para la Transición Democrática en Cuba – Madrid) y las ciudadanas checas Eva Kobátova, autora del Proyecto Mexikopedie, y Dita Charanzová, diputada y vicepresidenta del Parlamento Europeo.
Apartheid Electoral
CubaDemanda denunció que la Constitución cubana tiende una trampa discriminatoria al prescribir que un diputado a la Asamblea Nacional o un delegado a las Asambleas Municipales resulta elegido si obtiene “más de la mitad del número de votos válidos emitidos en la demarcación electoral” [Art. 210]. De que funcione esta trampa se encarga la Ley Electoral (No. 127) regulando el conteo de votos de manera tal que se preserva el núcleo duro del Estado totalitario: La ausencia de oposición parlamentaria.
En las elecciones de diputados al parlamento, la Ley Electoral impone una lista de candidatura cerrada [Art. 192] y una boleta que sólo da opción para votar por uno, algunos o todos los candidatos listados [Art. 202]. Así, la única forma de expresar la voluntad política contra ellos estriba en dejar la boleta en blanco o emborronarla. Sin embargo, la Ley Electoral impone también que las boletas en blanco [Art. 119] ni las emborronadas [Art. 120] no se cuentan como votos válidos, aunque ambas reflejan haber votado en contra de los candidatos oficiales.
En consecuencia, esos candidatos tan sólo tendrían que votar por sí mismos para salir electos, porque aunque todos los demás electores estuvieran en contra, no tendrían otra forma de manifestarlo que invalidando sus propios votos al dejar en blanco o tachar sus boletas.
¿Qué hacer?
Así y todo, para no quedarse en la mera denuncia de que la Ley Electoral cubana contradice la Constitución, que postula voto “libre e igual” [Art. 204], Cubademanda propone la salida práctica de votar siempre contra la dictadura como acción política directa.
- En las elecciones de diputados tienen que invalidarse las boletas, preferentemente con NO, PATRIA Y VIDA u otra expresión antigubernamental inequívoca antes que dejarlas en blanco, ya que esto último puede atribuirse a causas distintas de la voluntad política en contra. Puesto que todos los candidatos a diputado vienen nominados desde arriba por el propio gobierno, las elecciones generales son más bien un referendo y la fuerza del número de boletas anuladas y aun en blanco deslegitima al orden político de partido único.
- En las elecciones de delegados tienen que nominarse candidatos opuestos al gobierno por la votación a mano alzada prevista en las asambleas de electores, a fin de seguidamente elegirlos por la votación secreta prescrita en las circunscripciones electorales. Tomar por asalto electoral las asambleas municipales allana el camino hacia la confrontación del poder constituido, porque hasta la mitad de los diputados a la Asamblea Nacional pueden ser delegados de aquellas asambleas, que a su vez son la única instancia del Estado con potestad legal para nominar o rechazar a candidatos a diputado bajados de arriba.
¿Cómo proceder?
Muchos dirán que la guerra electoral contra la dictadura no conducirá a nada —¡como si otras formas de lucha hubieran dado algún resultado!— porque las autoridades cometerán fraude, pero esto último implicaría ya solo desplazar las protestas callejeras a los colegios electorales. Las tácticas de aplicación práctica, sin bombo ni platillos, consistirían en que:
- Ciertos activistas fueran a votar casi a la hora del cierre y se quedaran a ejercer este derecho ciudadano garantizado por la Ley Electoral: presenciar con suma atención el escrutinio de los votos, sin interferirlo y desde el lugar que indique el presidente de la mesa [Art. 117-118]. Si detectan fraude, estos activistas tendrían que salir del colegio electoral y avisar a la gente congregada afuera. Por sus implicaciones políticas directas, las protestas por fraude electoral serían más de vigueta que protestas o marchas callejeras.
- Además de protestar en el acto por fraude electoral, hay que judicializar las protestas para mejor proveer a escala internacional. Al siguiente día se denunciaría por escrito, ante el Tribunal Municipal, el delito que la Ley Electoral define como falsificar boletas y resultados de escrutinios [Disposición Transitoria Quinta, Inciso b].
Así mismo hay que preparar la reacción defensiva frente al aparato represivo del Estado: exigir a los agentes de la policía, en el momento de la detención, que informen adónde conducen a tal o cual participante en la protesta contra el fraude electoral. Si no lo hacen, se acude entonces al Tribunal Municipal con otra denuncia: el delito Privación de Libertad, así como al Bufete Colectivo para contratar abogados defensores a los detenidos.
Las últimas acciones y el próximo combate
Desengañémonos: por sí solas las protestas, las marchas y hasta el paro nacional no cambiarán al régimen ni llegarán a nada políticamente relevante. Simplemente abrirán otro capítulo de la serie sexagenaria de exposición y crítica de las maldades de la dictadura en medio de las tan acostumbradas como inefectivas agitaciones en redes sociales y declaraciones de apoyo en la comunidad internacional. La política exige ir directo al grano y entre cubanos la alternativa quedó ya bien sentada por el expresidente Ramón Grau San Martín: “Votos o Balas” (El Mundo [La Habana], 29 de abril de 1956, página 6).
En su día, Fidel Castro optó por las balas y así tomó el poder e implantó el Estado totalitario que pervive hasta hoy. Quienes hoy no tienen balas para oponerse, sólo tienen votos y deben pasar a la acción resuelta y reposada de convencer al pueblo de votar contra el gobierno en todas las elecciones, así como dar tángana en todos los casos de fraude.
Si los movimientos opositores tienen de su lado a todo (o casi todo) el pueblo, entonces ese pueblo solo tiene que votar a mano alzada en las asambleas populares de circunscripción para nominar a sus candidatos a delegados de las asambleas municipales y dejar fuera a toda (o casi toda) la gente del gobierno. Enseguida ese pueblo opositor sólo tiene que votar en secreto para elegir a sus nominados y lograr así que todos (o casi todos) los delegados a las asambleas municipales sean partidarios de Patria y Vida. Puesto que estas asambleas pueden rechazar a los candidatos a diputado que bajen de arriba, se allana el camino hacia la integración de una Asamblea Nacional más democrática.
Si el anticastrismo pacífico de hoy no acaba de entenderlo y prosigue, como el anticastrismo beligerante de ayer, al compás dialéctico del desespero —porque la dictadura no acaba de venirse abajo— y del embullo —con ademanes sin conexión lógica de medio a fin para cambiar el régimen— continuará como hasta ahora viviendo al ritmo frenético del mundo digital paralelo con desengaño tras desengaño en el mundo real para terminar muriendo de ilusiones en ambos mundos.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.