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La revolución se presentó ante el pueblo verde como las palmas. pero contenía la temible plaga marxista-leninista que devora cualquier voluntad democrática.
Desde entonces, la religión es un enemigo, hay que salvar a los trabajadores del "opio del pueblo". En el afán de cercenar libertades, la libertad religiosa se convirtió en una presa valiosa y la cacería que comenzó en enero de 1959 no ha terminado.
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Hemos transitado por el zigzag de tiempos peores y menos malos pero los comunistas cubanos nunca han aceptado que la libertad religiosa es un derecho.
La creación 1983 de la Oficina de Atención a Asuntos Religiosos en el Comité Central primero bajo la dirección de Felipe Carneado, viejo cuadro del PSP fallecido en 1993 y desde esa fecha dirigida por Caridad Diego Bello, ha servido como instrumento para facilitar la represión de los religiosos cubanos. Ambos personajes han actuado como cancerberos del régimen, administrando con precisión el chantaje y la amenaza, el palo y la zanahoria, que siempre termina por ser zanahoria de atrezo, vulgar engañifa.
No en balde la dirección de esa oficina ha resultado en cargo vitalicio dentro del organigrama del terror que ha dejado por el camino a tantos siquitrillados ilustres.
Las amenazas que reciben los religiosos cubanos en estos días deben entenderse en este contexto. Su explicación debe buscarse en la naturaleza de esta tiranía, aunque los Gómez Treto y López Oliva de turno nunca han cesado en su pretensión de homologar a los victimarios y sus víctimas, dando por sentado que los destinatarios del abuso tienen alguna culpa.
Lo importante ahora es prepararnos para la nueva ola represiva que se aproxima, porque todo parece indicar que el régimen no tiene la menor voluntad de abandonar el viejo manual marxista leninista y no se detendrá ante nada para conservar el poder.
Los laicos, religiosas, sacerdotes y obispos que permanecen en Cuba necesitan de nuestra oración y solidaridad permanente porque la tiranía no va a perdonar el menor asomo de rebeldía personal o institucional.
El liderazgo de estas personas constituye desde siempre un motivo de honda preocupación para la policía política, por eso expulsaron a Monseñor Bosa Masvidal y a centenares de sacerdotes y religiosas, por eso le fabricaron la causa al Padre Miguel Ángel Loredo, por eso acosaron a toda hora del día a Oswaldo Payá hasta concretar su muerte, por eso permanecen bajo amenaza permanente desde hace años el sacerdote José Conrado Rodríguez y el laico Dagoberto Valdés, por eso está bajo prisión domiciliaria el Padre Castor y permanece en la cárcel el laico Ángel Mesa.
Los actos vandálicos contra nuestros templos y las amenazas a nuestros hermanos deben ser respondidos con nuestra más enérgica protesta, no constituyen hechos dejados al azar, ni están dirigidos de modo exclusivo contra tal o más cual sacerdote y su comunidad parroquial, todo lo que está ocurriendo forma parte de un plan para amedrentar a los católicos cubanos.
En un momento como este debemos insistir en la idea de que el compromiso profético es algo que se puede distinguir, pero no separar de nuestra fe; que el profetismo es una opción que, como mínimo, merece un absoluto respeto.
Los cristianos que la asuman deben saber que en la soledad de sus decisiones cuentan con nuestra oración y solidaridad permanentes. Una solidaridad que debe priorizar el apoyo material y la exposición de los victimarios ante la opinión pública y los organismos internacionales de justicia.
Una solidaridad que debe aquilatar con urgencia la gravedad de este momento. "Si me falta el Amor no me sirve de nada" dice un canto litúrgico inspirado en las palabras del Apóstol Pablo, que no nos falte, por el bien de todos, el Amor en esta hora.
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