La más reciente producción cómica de los estudios "Razones de Cuba" dedicó unos minutos a equiparar al actor y dramaturgo Yunior García Aguilera, impulsor de la plataforma Archipiélago y uno de los promotores de la Marcha Cívica por el Cambio convocada para el próximo 15 de noviembre, con el intelectual y expresidente checo Václav Havel (1936-2011).
"No es casual que el artífice de la marcha sea dramaturgo", razonaron los policías, tras definir a Havel como un "defensor de los propósitos hegemónicos de los EE.UU".
Para estos descerebrados, Yunior sería la "reencarnación de Havel en el contexto cubano" (clon, lo han llamado en otras ocasiones) porque en 2020 escribió en su muro de Facebook Cuba, ¿y qué hacemos ahora?, frase que a la Seguridad del Estado le suena parecida a "Algo hay que hacer", que alguien soltó durante las reuniones del Grupo de los 77. Con ese entusiasmo analógico, Lenin también sería un peligro por aquello de ¿Qué hacer? (robado a Chernichevski).
Como decía hace poco la periodista Iliana Hernández, gracias a Humberto López ahora hay un montón de cubanos buscando en Google a Václav Havel, y es muy probable que tras encontrar la verdad sobre el intelectual emblemático de la llamada "Revolución de Terciopelo" consigan abrir los ojos.
En realidad, ¿quién es "ese tal Havel" al que sólo la enfermiza y calenturienta mentalidad de la policía política cubana puede concebir como figura negativa o un "mal ejemplo"?
Havel nació dentro de una familia de clase alta (su padre fue empresario cinematográfico, y su abuelo materno había sido un famoso diplomático y periodista) y por ese "origen burgués" el joven Václav tuvo problemas para continuar sus estudios en la etapa comunista. Dejó la escuela a los 15 años, en medio de un acoso feroz contra su familia. Después de trabajar como asistente de un laboratorio de Química y un período de servicio militar en el cuerpo de ingenieros (siguiendo la práctica soviética, los hijos de las clases políticamente poco confiables eran entrenados como zapadores, fácilmente prescindibles en cualquier barrido de un campo de minas), se abrió camino en el mundo del teatro.
Finalmente, pudo matricularse en la Facultad de Económicas de Praga aunque resolvió también estudiar Arte Dramático por correspondencia.
A comienzos de los años 60, se convierte en toda una revelación con las piezas teatrales La fiesta del jardín y El memorando. Mientras sus obras teatrales gozan de reconocimiento en el extranjero, son prohibidas en Checoslovaquia y el régimen comunista le impide a Havel viajar a otros países.
Durante la primavera de Praga de 1968, Havel ya tenía fama como dramaturgo y participó en conversatorios y en programas de radiodifusión apoyando las reformas políticas postuladas por Dubček.
En junio de 1968 había firmado el conocido como "Manifiesto de las dos mil palabras", junto con otras importantes personalidades de la cultura checa.
Después de la invasión soviética que convirtió la primavera de 1968 en Praga en un largo invierno, se volvió un destacado disidente, fundador del movimiento Carta 77 y VONS (acrónimo checo de Comité para la Defensa de los Injustamente Procesados). Pasó buena parte de su cuarta década de vida entrando y saliendo de la cárcel. Finalmente, emergió como la voz efectiva de las multitudes que, después de 20 años de resentimiento, estallaron en la Plaza Wenceslao durante el invierno de 1989 y lo convirtieron presidente de la república renacida, cargo que le fue confirmado tras las elecciones parlamentarias de 1990.
Admirador de los grandes líderes de la resistencia pacífica, como Gandhi o Martin Luther King, el escritor checo pasó a ser un referente intelectual de la resistencia contra el comunismo. Tras un breve paréntesis, por su desacuerdo con la separación pacífica de la República Checa y de Eslovaquia en 1993, Havel ostentó la presidencia checa hasta el año 2003.
Václav Havel es también el hombre que dijo cosas como esta: "La experiencia de un sistema totalitario de tipo comunista deja enfáticamente clara una cosa que espero tenga validez universal: que el requisito previo para todo lo político es moral. La política realmente debería ser una ética puesta en práctica".
O bien: "Enseñémonos a nosotros mismos que la política no puede ser solo el arte de lo posible, especialmente si eso significa el arte de la especulación, el cálculo, la intriga, acuerdos secretos y maniobras pragmáticas, sino que incluso puede ser el arte de lo imposible, es decir, el arte de mejorarnos a nosotros mismos y al mundo".
Una anécdota que no contará Cubadebate: durante la visita en 1994 del ex presidente de Chile, y todavía jefe del ejército, el general Augusto Pinochet, a Praga para negociar un acuerdo de venta de armas, Havel recordó en términos inequívocos el historial sangriento del golpe de 1973 contra el gobierno de Salvador Allende.
Es con este señor, ejemplo de intelectual, buen escritor y persona digna, líder de la resistencia pacífica y cuyo legado político es reconocido hoy en todo el mundo, con quien la Seguridad del Estado compara a Yunior García Aguilera para intentar denigrarlo. No parece una buena estrategia.
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