Ministerio del Interior insiste en que no hay evidencias de ataques contra diplomáticos en La Habana

En entrevista reciente con el diario estatal Juventud Rebelde, el teniente coronel Roberto Hernández Caballero, de la Dirección General de Investigación Criminal del Ministerio del Interior, declaró que "no hay evidencias criminalísticas ni científicas que sostengan la ocurrencia de un hecho criminal, ni que asocien los padecimientos referidos con un ataque sónico o con microondas, u otra acción deliberada contra los diplomáticos".

Roberto Hernández Caballero © Juventud Rebelde / Abel Rojas Barallobre
Roberto Hernández Caballero Foto © Juventud Rebelde / Abel Rojas Barallobre

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Este artículo es de hace 3 años

Ya son más de 170 los casos de personas, en distintos países del mundo, que han sufrido afectaciones en sus salud asociadas al fenómeno conocido como Síndrome de La Habana. Diplomáticos y familiares de diplomáticos de Estados Unidos y Canadá, así como espías estadounidenses, han reportado en los últimos cinco años una serie de síntomas y problemas (desde intensos dolores de cabeza, mareos y pérdidas de audición y de memoria hasta lesiones cerebrales) que han sido verificados con estudios científicos. Sin embargo, una vez más, el Ministerio del Interior (MININT) insiste en defender la hipótesis de una "enfermedad sicogénica" y asegura que no hay una sola evidencia de que funcionarios extranjeros hayan sido blanco de agresión en territorio cubano.

El teniente coronel Roberto Hernández Caballero, de la Dirección General de Investigación Criminal del Ministerio del Interior, en una entrevista con el diario estatal Juventud Rebelde, publicada el pasado 2 de octubre, explicó que, tan pronto los gobiernos de Estados Unidos y Canadá denunciaron los sucesos, la dirección del Estado cubano ordenó iniciar "una investigación exhaustiva con todos los recursos científicos necesarios" y el MININT abrió el expediente investigativo 10/2017 por un posible delito de Actos contra los Jefes y Representantes Diplomáticos de Estados Extranjeros.


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"Las autoridades cubanas fueron muy rigurosas en la investigación. Se le otorgó la máxima prioridad, con recursos y personal especializado para ir al fondo de los hechos, y ya hemos cerrado el caso formalmente, aunque las medidas adoptadas por las autoridades para la investigación se mantienen activas", informó el oficial.

Ante la pregunta del reportero acerca de las conclusiones a las que llegó dicha pesquisa, Hernández Caballero afirmó que "no hay evidencias criminalísticas ni científicas que sostengan la ocurrencia de un hecho criminal, ni que asocien los padecimientos referidos con un ataque sónico o con microondas, u otra acción deliberada contra los diplomáticos". Además, precisó que no encontraron elementos que apunten "a un supuesto autor o sospechoso ni a personas con motivos, intenciones o medios para ejecutar ese tipo de acciones".

"Las investigaciones desarrolladas por las autoridades policiales y científicas de Estados Unidos y Canadá tampoco han logrado hallar explicaciones concluyentes a los síntomas descritos por sus funcionarios, que, según el Comité de Expertos de la Academia de Ciencias de Cuba conformado también para investigar este asunto, pueden tener su origen en múltiples causas: enfermedades preexistentes, profesionales o espontáneas", agregó el teniente coronel.

No obstante, si bien es cierto que las investigaciones al respecto en Estados Unidos y Canadá, hasta donde se conoce públicamente, no han ofrecido explicaciones concluyentes, ni han encontrado evidencias acerca del ataque en sí, estudios médicos en víctimas estadounidenses, llevados a cabo en agosto de 2017 por el Centro de Reparación y Lesiones Cerebrales de la Universidad de Pensilvania, y citados por la revista americana The New Yorker, han revelado lesiones en sus cerebros similares a conmociones cerebrales como las que sufren los soldados golpeados por bombas al borde de la carretera en Irak y Afganistán, pero sin señales de impacto. Algo que impresionó a los especialistas a cargo de los análisis.

De acuerdo con un reportaje de The New Yorker, firmado por los periodistas Adam Entous y Jon Lee Anderson, que han estado cubriendo el tema del Síndrome de La Habana desde el inicio, el supervisor del equipo que examinó a las víctimas en la Universidad de Pensilvania, Douglas Smith, dijo que era como si las víctimas tuvieran una "conmoción cerebral sin conmoción" y que "ninguno de nosotros se había encontrado antes con algo como esto". Al principio los científicos pensaron que los síntomas eran psicosomáticos, pero cuando atendieron a los pacientes se percataron todos quedaron convencidos de que "esto era algo real".

"Expertos de la C.I.A. -argumenta el reportaje- estaban desconcertados por lo que vieron como una nueva amenaza alarmante, uno de los misterios médicos y de espionaje más desconcertantes que involucran al personal estadounidense en el extranjero desde la Guerra Fría".

El mismo Hernández Caballero, en su entrevista con Juventud Rebelde, reconoció que la investigación que desarrolló el MININT fue deficiente en algunos sentidos porque no pudieron entrevistar directamente a los funcionarios que habían reportado incidentes anómalos, ni ir a los lugares donde habrían ocurrido.

"La investigación tuvo que organizarse sobre la base de supuestos, con informaciones parciales entregadas de manera indirecta por la parte estadounidense y sin poder contrastarlas mediante la entrevista directa con las presuntas víctimas y testigos", advirtió el oficial, y luego añadió que los criminalistas, peritos y expertos científicos "tuvieron que investigar sin contar con información primaria, fiable y contrastable".

El representante del MININT se preguntó, como parte de su exposición de elementos que ponen en entredicho la hipótesis de la agresión, ¿cómo podía explicarse que los responsables de la seguridad de los diplomáticos estadounidenses no supieran que había funcionarios de esa legación que estaban reportando incidentes anómalos, si acaso no eran ellos los primeros que debían estar al tanto de un hecho así?

Además, denunció que el Buró Federal de Investigaciones (FBI), que accedió a la isla a investigar los hechos, no colaboró lo suficiente con las autoridades locales. "En agosto de 2017, el FBI nos entregó 14 muestras de grabaciones de ruidos realizadas en lugares donde supuestamente habían ocurrido incidentes. Nuestros peritos encontraron que estaban manipuladas, habían borrado datos necesarios para precisar tiempo y espacio, y los sonidos audibles eran del claxon de un auto, un almendrón, aves, grillos; pero nada que afecte la salud humana", dijo.

El reportaje de The New Yorker referido puntualiza que el primer reporte ocurrió el 30 diciembre de 2016, por parte de un agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), y que no fue hasta febrero de 2017 que el gobierno estadounidense confrontó al cubano, cuando había tres casos. Todos, agentes de la CIA encubiertos.

Si no lo notificaron antes fue debido a que los tres casos ocurrieron en momentos distintos. Los dos últimos, de hecho, no experimentaron extraños síntomas en sus viviendas hasta el propio febrero. No fue hasta entonces que las autoridades americanas empezaron a conectar los incidentes y a pensar en la posibilidad de un ataque.

Una fuente del Departamento de Estado dijo a la revista neoyorquina que el 21 de febrero un grupo de funcionarios se reunió con el ex presidente cubano Raúl Castro, quien insistió en que la seguridad cubana no era responsable. “No somos nosotros”, habría dicho Castro, y luego habría solicitado información del gobierno de Estados Unidos para "solucionarlo".

Por otra parte, Hernández Caballero cita el estudio médico desarrollado con más de veinte diplomáticos canadienses que reportaron afecciones similares, liderado por expertos del Centro de Reparación Cerebral de la Universidad de Dalhousie y la Autoridad de Salud de Nueva Escocia, pero pasa por alto mencionar que sus resultados confirmaron lesiones cerebrales en los diplomáticos, correspondientes al tiempo en que habían estado en La Habana; aunque establecieron como causa de las lesiones la exposición excesiva a neurotoxinas que podrían estar presente en productos de fumigación.

Sin dudas, el oficial del MININT fue sincero cuando afirmó que aún no hay evidencias de ataques, ni se han determinado posibles culpables, pero no cuando omite las lesiones cerebrales sufridas por los canadienses, o presenta las sufridas por los estadounidenses como un caso de lo que popularmente se conoce como histeria colectiva.

"La Unidad de Análisis Conductual del FBI realizó una evaluación sicológica de las supuestas víctimas y concluyó que estaban sufriendo una especie de enfermedad sicogénica, lo cual informaron al Departamento de Estado, que, sin embargo, ha guardado silencio respecto a lo planteado por el FBI", expresó durante la entrevista.

Al respecto, un análisis de julio de este año del periodista Adam Entous de The New Yorker, que habla sobre dos docenas de nuevos posibles casos entre diplomáticos y espías estadounidenses en Austria, aclara que las evaluaciones realizadas por la Unidad de Análisis del Comportamiento del FBI en los pacientes de La Habana, que concluyeron que padecían una enfermedad psicógena masiva (condición en la que un grupo de personas expuestas a algo peligroso empiezan a sentirse mal al mismo tiempo), se realizaron sin que los pacientes fueran directamente entrevistados.

"Los propios pacientes, así como sus médicos de la Universidad de Pensilvania y muchos funcionarios gubernamentales que se han reunido con ellos, se enfurecieron con la evaluación de la Unidad de Análisis del Comportamiento, que se basó en transcripciones de entrevistas anteriores que el F.B.I. había hecho con algunos de los pacientes, y en "historias de pacientes" compiladas por los médicos de los individuos, que ya habían descartado una enfermedad psicógena masiva como la causa. Según estos médicos, muchos de los pacientes no sabían que las demás personas estaban enfermas y sus cuerpos no podían fingir algunos de los síntomas físicos que presentaban. Un funcionario estadounidense me dijo que el F.B.I. ahora está reevaluando su conclusión de enfermedad psicogénica masiva a la luz de los casos recientemente reportados", explica Entous.

Después de la irrupción en La Habana, en distintos puntos del mundo han seguido ocurriendo incidentes similares que podrían estar relacionados entre sí y siempre involucran a agentes de la CIA y funcionarios del Departamento de Estado: en 2017, en Moscú Rusia; en 2018, en Guangzhou, China; en junio de 2019, en Londres, Reino Unido; y a principios de 2021, en Viena, Austria. Aunque también en Colombia, Kirguistán y Uzbekistán se han registrado casos. Y hasta en el mismo Estados Unidos.

Como resultado de ello, a mediados de 2020, bajo la dirección del Consejo de Seguridad Nacional de Donald Trump, las agencias gubernamentales empezaron a reportar posibles casos del síndrome a una unidad especial dentro de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional y, en los meses sucesivos, decenas de funcionarios estadounidenses y miembros del ejército acudieron para informar sobre episodios similares.

Hasta ahora se estima que hay 130 ciudadanos estadounidenses afectados, 50 de los cuales trabajan para la CIA, pero las autoridades advierten que la cifra debe ser mucho mayor y es muy difícil de precisar. Mientras, los servicios consulares de Estados Unidos en La Habana continúan suspendidos desde noviembre de 2017, luego de una considerable reducción del personal por esta causa.

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