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Como en aquel chiste soviético ("el comunismo es el período de transición del capitalismo al capitalismo"), el gobierno cubano de la "continuidad" anunció la semana pasada que ya contaba de nuevo con empresas privadas. Por el momento son apenas 32, y han hecho falta 60 años para volverlas a autorizar. Sin embargo, algunos se consolarán pensando que "algo es algo, y que es mejor que nada".
Ya no queda mucha gente que recuerde aquel discurso de Fidel Castro en 1968, cuando arremetió contra los escasos dueños de los negocios privados que habían sobrevivido a la nacionalización revolucionaria. Después del discurso vino la ofensiva y fueron confiscados 55.636 pequeños negocios, muchos operados por una o dos personas. Entre ellos, recordaba el otro día El País, había 11.878 bodegas, 3.198 bares, 8.101 cafeterías, 6.653 lavanderías, 3.643 barberías, 1.188 reparadoras de calzado, 4.544 talleres de mecánica automotriz y 3.345 carpinterías.
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Fidel ya está enterrado debajo de un pedrusco gigante y no parece que vaya a poder resucitar, como Lázaro. A la casta de negociantes verdeolivo en bancarrota le urge un poco de pragmatismo, algo para enseñar a los inversionistas extranjeros que siguen mirando con comprensible recelo el capitalismo de Estado "a la cubana". Por la manga de su guayabera, que cubre un mal disimulado uniforme de coronel, Manuel Marrero Cruz se saca entonces a los nuevos empresarios.
Tienen algunas características, digamos, curiosas. La primera: todas sus actividades de importación y exportación deberán hacerlas a través de una empresa estatal. Tampoco están todos los que son: quedan fuera contadores, abogados, arquitectos e ingenieros, que no podrán constituir empresas para brindar sus servicios. Ni hablar de los periodistas independientes. Hay más de cien actividades (entre ellas las más rentables, claro: telecomunicaciones, turismo, salud...) que el Estado se reserva en exclusiva.
Tampoco puede ser socio de una mipyme un inversor extranjero, aunque ya podrán imaginar los tejemanejes. Si el dueño cubano de una pyme quiere hacer una empresa mixta con una compañía extranjera, debe someterse al proceso oficial de aprobación por el Estado. Que es largo, tortuoso y sembrado de propinas.
Todavía quedan, al parecer, varios centenares de empresarios cubanos dispuestos a aceptar todo esto, y con paciencia suficiente como para soportar a un Ministro de Economía mediocre, ese Gil, hablando de "mayor autonomía para la empresa estatal socialista” y similares sandeces.
Uno quisiera creer que esos nuevos empresarios cubanos son gente heroica. Hay uno que sale en todos los reportajes: se llama Abel Bajuelos, y es un ex-músico cubano que fabrica en 3D. Un maker. Opina que “los cubanos tenemos una predisposición natural a emprender, desde la misma formación de nuestra nacionalidad porque Cuba es un gran emprendimiento”. Not so fast, Bajuelos. Este señor, a quien el Ministerio de Economía y Planificación autorizó la semana pasada la creación de una microempresa de 6 personas que se llamará Addimensional, tuvo la idea de hacer con sus cinco impresoras 3D unas viseras protectoras contra el coronavirus. Salió en la TV y en Cubadebate como un ejemplo de creatividad. Sin duda es creativo, ese Bajuelos. En 2011 montó una sala de videojuegos y tuvo éxito, pero dos años después se levantó con la noticia de que su negocio había sido prohibido. “Como irme del país para mí no era una opción, tuve que reconvertirme y así nació este emprendimiento”, cuenta en una entrevista. La necesidad es la madre del ingenio. En cualquier momento, auguro, fabrica una balsa en 3D y donde dije digo digo Diego.
Pero los nuevos empresarios cubanos que me han llamado la atención son los encargados de un par de empresas informáticas: Dofleini Software y Pixel Solutions. Estos no parecen muy heroicos. Son empresas privadas, pero tienen entre clientes a importantes empresas estatales: ETECSA, el MINAG, la UJC, la EGREM, el CENESEX, Aguas de la Habana... Disculpen lo malpensado, pero lo primero que viene a la cabeza es "¿de qué militares serán hijos?". Todo el dinero público que se ha empleado en esos proyectos, ¿cuándo se licitó? ¿Cómo se concedieron esos contratos? ¿Quién lo decidió? Por ahora, preguntas sin respuestas del "capitalismo a la cubana".
Lo otro curioso es que estos CEOs son, como se dice, "confiables". Al frente de Dofleini está un ex estudiante de la UCI: Carlos Miguel Pérez Reyes. Lo hemos visto en la Mesa Redonda, y lo sacan siempre que hay que criticar al "bloqueo". Un paseo por su cuenta de Facebook da fe de su intransigencia revolucionaria. Al amigo que en pleno 11 de julio se atrevió a recordarle en un comentario que estaba sin internet, le metió una curva y le soltó una arenga. Enseguida empezó a hablar de fake news. El joven empresario sabe lo que está en juego, y no es sólo su licencia.
Pyxel Solutions es otra empresa por el estilo. Tiene unos 8 años, y su director es Alain Peña Gómez. Han hecho varias aplicaciones conocidas, pagan bien, se han llevado varios premios del sector y tienen una cartera de clientes que incluye muchas organizaciones ideológicas. Pero, sobre todo, tienen a Gaviota --y a GAESA-- de su parte.
El pasado 29 de julio sacaron en su página de Facebook un video que habla por sí solo sobre lo malo que es el bloqueo y cómo "un tema político afecta el desarrollo de un negocio, de un emprendimiento hecho en Cuba". Ante la cámara, Peña Gómez dice que "el tema de la exportación" lo está sufriendo "en el bolsillo" por lo de los pagos de clientes que se demoran. Con bloqueo o sin bloqueo, seguiremos avanzando, concluye. Supongo que eso debe haber ayudado a su aprobación.
Son solo dos ejemplos, escogidos casi al azar entre las primeras mipymes autorizadas en Cuba. Nadie objeta su trabajo o sus ganas de triunfar, sólo los extraños procedimientos por los que "unos sí" y "otros no". En una sociedad como la cubana, en un momento como este, es lastimoso que estos "emprendedores" cubanos no se den cuenta de qué lado está la libertad y quién es el que lleva seis décadas bloqueándola.
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