Mayra Arevich Marín, ascendida a ministra de Comunicaciones de Cuba, tras su eficaz labor como recaudadora de ETECSA, condenó la difusión de odio, noticias falsas y tergiversación de la realidad con fines políticos y como herramienta para el intervencionismo, durante su discurso virtual ante el Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional en el Ciberespacio, celebrado en China, otro guardián de la democracia mundial.
Arevich ha pasado en pocos meses de interventora-jefa de líneas telefónicas y redes sociales de opositores a denunciar el uso de Internet como herramienta de odio y difusora de noticias falsas con fines políticos, como hace cotidianamente el Comité Central del partido comunista, donde milita.
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La ministra evolucionó vertiginosamente y, lo que antes ordenaba con total naturalidad, ahora le parece un crimen, y se mostró preocupada por la paz internacional, el terrorismo y otras acciones criminales; solo una conversión como la de San Pablo, fanático del judaísmo, que se cayó del caballo, camino de Damasco y renunció a seguir persiguiendo a los cristianos, podría explicar tamaña mutación.
Arevich debe haber sufrido lo indecible en estos meses, cuando -alejada ya de las fatigas de ETECSA, regente del mercado cautivo y receptora de millones de dólares norteamericanos en recargas- descubrió con horror que su labor era terrorista, odiosa, injusta y anticubana, aunque muy rentable para sus jefes.
La difusión de noticias falsas y tergiversación de la realidad con fines políticos son otras causas de desvelo de la atormentada ministra de Comunicaciones de Cuba, integrante de un gobierno que tergiversa hasta la fuga de siete juveniles peloteros.
Arevich, que vino a este mundo a sufrir atrapada en un valle de algoritmos recaudatorios, instó a las naciones del mundo a elaborar normas para el comportamiento responsable de ciudadanos en el ciberespacio; ¡que bonito!; estremece tanta ternura en una mujer despiadada con millones de cubanos- ¡Pena que no haya conocido a Lenin!, promotor de la vanguardia parásita de proletarios del mundo uníos.
La ministra fue tan honesta en su debut en la ruta y la franja que hasta incluyó a las empresas en el código de buen comportamiento que propugna para redes sociales; y ese desliz puede traerle problemas con sus jefes porque -al menos de momento- la frágil economía cubana no puede permitirse el cierre de ETECSA ni de las unidades ciberterroristas al servicio del mal que agrede a Cuba desde hace casi 63 años.
Arevich es una mujer inteligentísima y -persuadida de que no vale la pena seguir gastando el escaso dinero disponible- promoverá el despido de ciberclarias y el cierre de sus unidades de emborronamiento y defensa, en coherencia con su cruzada planetaria contra males del mundo virtual.
La ministra acierta con este razonamiento porque la política de selección de cuadros no solo falló en el partido y el gobierno, sino también en la escogida de ñames con ratones informáticos, generadores de odio, manipuladores e intervencionistas políticos, que podrían volcarse en la producción agroalimentaria o en la fumigación contra el mosquito transmisor del dengue; en vez de andar guerreando contra si mismos y Cuba.
Pero Arevich, ya embalada, alcanzó el éxtasis de Santa Teresa de Jesús y traspasada por tanto fuego virtual, proclamó el compromiso de su gobierno para "crear un futuro compartido en Internet caracterizado por la inclusión y el beneficio de toda la humanidad".
Así nos enteramos que fue la ministra de Comunicaciones y no la hábil y valerosa Tania Bruguera, quien propició el destierro pactado de Hamlet Lavastida y Katherine Bisquet.
Un mundo inclusivo no puede permitirse tener preso a un joven artista porque haya sugerido en un chat privado de Internet que se marcaran billetes con una consigna política.¡Hasta ahí podíamos llegar!, dijo resuelta Arevich, enfadada porque policías informáticos hayan espiado whatshapp ajenos, usando herramientas rusas del ministerio que dirige.
A partir de ahora, cuando los cubanos vean pasar a la ministra de Comunicaciones -comprometida con un ciberespacio feliz- no podrán resistirse y, quitándose las mascarillas, gritarán. ¡Mayra, queremos un hijo tuyo!; y ella, henchida de placer, como la niña junto al árbol conmovido, donará sus fértiles óvulos para la causa.
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