Los apagones continuos y prolongados; tras la confesión del presidente Miguel Díaz-Canel a una señora desesperada por no poder cocinar, que Cuba se quedó sin combustible, viene a caldear aun más el deteriorado clima político con caceroladas en La Habana y Holguín, y pone sobre el tapete la responsabilidad del fallecido Fidel Castro en el desastre energético.
La matriz energética de Cuba está obsoleta y quema combustible como un trastornado, su termoeléctrica menos vieja tiene 28 años, cuando la vida útil de una planta generadora es de un cuarto de siglo y, por si fuera poco, las instalaciones son soviéticas, checas, japonesas y mexicanas; un absurdo en un país embargado por Estados Unidos y en bancarrota comunista.
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Los delirios geopolíticos planetarios del comandante en jefe y su indiferencia ante el medio ambiente -salvo para tirar serpentinas a las cómplices glorietas del progresismo mundial- provocó que Cuba tenga menos instalaciones de energías alternativas que Alemania y Brasil, por ejemplo y que la biomasa -en competencia con la alimentación del ganado- sea otro fracaso por la destrucción azucarera.
Sin azúcar no hay país y Cuba desaprovechó las ventajas de su eficiente tradición azucarera, fuente de riquezas local y nacional, incluida la generación de electricidad, convirtiendo la mayoría de los ingenios en paquidermos de hierro canibaleados para mantener en marcha los centrales supervivientes y los bateyes en islotes empobrecidos, tras la tea arrasadora del máximo líder.
El 14 de octubre de 2004, Fidel Castro se despachaba en Granma contra Marcos Portal, entonces ministro de la Industria Básica: "En los últimos tiempos se fueron evidenciando en él fuertes tendencias hacia la autosuficiencia y la subestimación de criterios de otros experimentados compañeros"; más que una crítica al tronado parecía un autorretrato del tronador supremo.
La versión oficial aseguró que el choque entre jefe y subordinado ocurrió en torno al níquel, pero la realidad es que colisionaron, cuando Portal avisó que los grupos electrógenos comprados en México, no solucionarían la crisis eléctrica y que Cuba demandaba una renovación integral de su matriz energética; posición que le costó ser enviado a Moa para dirigir los trabajos de un nuevo transportador de níquel con tecnología china.
Si tan mal lo había hecho en el níquel, hasta el punto de obligar a "la alta dirección de nuestra revolución a tomar en sus manos las medidas pertinentes para rectificarlas", cómo se explica que lo hayan castigado, dirigiendo una nueva instalación niquelífera.
Los llamados Grupos electrógenos, comprados e instalados obedientemente por Yadira García Vera, a la que luego Raúl mandó a la ECOTRA, son ahora cementerios de chatarra para alivio de los vecinos que ya no tienen que soportar el molesto ruido del último invento energético del comandante en jefe.
Pero los cortocircuitos pasados no calientan ollas reinas, encienden bombillos ni iluminan calles y plazas de Cuba, donde muchas familias cocinan aún con leña y carbón, muy nocivas para la salud humana y ambiental; y ahora Díaz-Canel y su equipo tienen que pelear en desventaja con los estragos de la revolución energética y otras ocurrencias de Fidel Castro, que suplantaba realidades con entusiasmo revolucionario.
Públicamente, el presidente no puede desautorizar a Fidel Castro, dinero tampoco tiene para emprender una transformación radical de la matriz energética cubana, que ahora mismo, casi apagada y fallida, es una fuente de calentamiento extremo de los ánimos, incluidos los abuelos y padres revolucionarios que no tienen como calentar el pomo de leche a la niña.
La única salvación posible sería democratizar a Cuba, avanzar hacia una economía de mercado e identificar los mejores modelos energéticos del mundo y apostar por ellos, incluidas la nuclear, las renovables y el bioalcohol brasileño.
Los bobos solemnes pondrán el grito en el cielo, como es habitual en los hipócritas contaminadores, pero los cubanos merecen vivir mejor y con sosiego, sin que los actos cotidianos -como prender la luz- se convierta en suplicio e incertidumbre y porque no hay mejor programa social que la creación de riqueza, empleo y bienestar, en vez de andar perdiendo el tiempo y malgastando recursos de todos con esos agónicos "asaltos" Made in Hugo Chávez, a los barrios empobrecidos.
Díaz-Canel, López-Calleja y el rejuvenecido Raúl Castro siguen leyendo mal el 11J y ya los cubanos saben que la casta verde oliva y enguayaberada está dispuesta a matar con tal de permanecer en el poder, hasta un día.
Cuba tiene capital humano en el ámbito de la energía, incluidas las alternativas, pero maniatado por el comunismo de compadres, diseñador de continuos planes de estrangulamiento de cubanos, para gozo de Frei Betto y otros teólogos de la pobreza, desde sus cómodos púlpitos democráticos, donde no faltan alimentos, medicinas, la cerveza siempre está fría y hasta las velas religiosas son eléctricas.
La oscuridad y el hambre son malas consejeras, sobre todo en un país de gente noble y harta, con un presidente Doctor en Ciencias e ingeniero electrónico, que sigue sin encontrar el botón adecuado para lanzar a Cuba al futuro; mientras se contorsiona con magias e invenciones obsoletas como la heredada, vetusta y tragona matriz energética, que amarga la vida de millones de ciudadanos y llena de miedo al decadente poder ante la justa ira del pueblo.
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