Limara tiene claras sus prioridades. Aunque conoció muy joven la fama como actriz, la llegada de Alejandra, Mía e Isabella, de 10, 7 y 2 años, respectivamente, hizo que se replanteara sus escenarios. Sin anular su desenvolvimiento creativo, ser madre se convirtió en lo primero.
De apellido Meneses, como su padre entrenador de atletismo, habla con una honestidad tajante. Su temperamento de mamá es quizás más fuerte de lo que desea, pero le está dando a sus hijas “la educación con la que yo deseo que ellas traten a los demás y el respeto con el que deseo se traten ellas mismas”, confiesa a CiberCuba.
A través de su canal de YouTube “Ser mamá es de madre” (que pronto tomará la forma de un libro magazine) y con su casa en Atlanta como set de grabación, libera la avalancha de cuestionamientos e incertidumbres que inundan a un ser humano cuando trae al mundo a otro ser humano. Cada domingo en una misma pantalla aparecen la mujer empática y la madre feroz. La que decora, cocina, le habla a las plantas y hace fiestas; y la que enseña a sus hijas que la vida no es un cuento de hadas y que uno debe asumir siempre las consecuencias de sus actos.
Sabe que lo que más ama el público es descubrir a la mujer que hay detrás de la figura. “Todas las madres nos vemos en las otras. Cada historia real tendrá en algún momento algo en común, algo que converge con tu vida, con la mía, con la de otro. Somos hijas, madres, abuelas, tías, mujeres, al fin”, afirma. Busca constantemente un escape de los encasillamientos, los moldes y los prejuicios.
Limara echa de menos a su tío, su abuela y su mejor amiga, que todavía viven en Cuba, pero nada en ella se arrepiente de haber dejado la isla. “Si reencarno en otra vida deseo emigrar más, moverme más, conocer y conocerme más”. Admite que alejarse de los escenarios fue una decisión a la que la llevaron puntos de giro en su vida y el no esforzarse lo suficiente para estar en ellos. “No es justo que achaque la distancia de mi carrera a la emigración”, dice convencida de que ha podido labrar más que “mi propio camino, mi propio destino”.
Con su vena artística en modo ON actualmente encarna un personaje llamado La psicóloga y cuyos puntos de vista sobre “temas que deben ser tocados sin colores ni adornos” están plasmados en cápsulas que ya circulan en las redes sociales, donde mismo podrían aparecer en un futuro cercano los diseños de su primogénita Alejandra.
¿Alguna vez sentiste que tendrías futuro como deportista?
¡Jamás! El deporte en mi vida fue circunstancial. Una serie de factores: el cambio de la metodología educativa en la escuela Giraldo Cordova Cardín y ser la hija de Orlando Meneses, entrenador de figuras internacionales en 110 metros con vallas, me condujeron a los caminos del deporte. Fue algo que asumí más como educación física (lo que fue negativo e inmaduro de mi parte) y no supe ver todo el valor que podía encontrar en el deporte.
¿Cuál es el recuerdo más bonito de tu etapa en el Instituto Superior de Arte (ISA)?
Cuando justamente sentí la necesidad que tenía de estar cerca de las amigas que había elegido. Descubrir que la amistad para mí estaba por encima de los egos y los vítores.
¿Qué fue lo mejor y lo peor que te dejó ese tiempo de auge como actriz que tuviste hasta irte de Cuba y ser madre?
Como estudiante, podría hablarte de las tertulias, los cafés y cosas más banales en los pasillos del ISA. Como actriz, haber entrado por la puerta ancha y alcanzar un tanto de fama con tan solo 16 años, conocer el mundo del cine, todo el aprendizaje y los recursos que posibilitaron mi crecimiento cultural e intelectual y encontrar en ese mundo a personas con las que aún estoy construyendo una amistad real. Lo peor fue descubrir que no todos están abiertos a recibir tus logros con amor. Que mi raza más que apoyarse, se distancia. Al menos fue lo que sentí y viví.
¿Cuál ha sido tu mayor reto como mujer mulata emigrante?
Imponerme y mostrar una realidad otra, lejos de estereotipos y arquetipos. No encajar e intentarlo. Ir más allá de lo aparentemente alcanzable. Reflejarme despojada de toda la morbo-miseria y esas cosas vendibles con las que hemos dado la vuelta al mundo las mujeres mulatas cubanas. Y esto lo extiendo a mis compatriotas porque antes de exponer mi vida en las redes, en Cuba muchas personas pensaban que yo me había ido con un millonario español. Y no, mi esposo me lleva tres años, es informático y tan cubano como todos los que quizás lean esta entrevista.
¿Qué le hace falta a un artista para construir sus propios mecanismos de expresión?
Es algo muy subjetivo y de un análisis más complejo que las tres líneas que puedo responderte aquí. Pero, desde la práctica, un artista lo que más necesita es experiencia, vivencia, exponerse a otras maneras de vivir. Emocionalmente, ser generoso, honesto, audaz, perspicaz y tener un sentido común despierto y desarrollado para que desde su creación construya y no destruya. Metodológicamente hablando es indiscutible que artista que lea, que observe, que estudie sin cesar, tendrá una ventaja considerable. Hay otras cosas con las que se nace y a las que se le llama duende. Ahí no me atrevo a opinar.
¿Te sigue doliendo lo que pase en Cuba?
¿Dolor? Ya eso se ha transformado tanto dentro de mí que el día que yo pueda construir una palabra con todos los sentimientos que me hacen pensar a Cuba, ese día podré ser coherente en mi respuesta.
¿Qué encierra para ti la frase ser “de madre”?
“Ser de madre” es muy ambigüo. Yo suelo utilizar esa frase tanto para describir lo bueno como para definir que algo está muy mal. De madre es también un suspiro, el que doy cada segundo para canalizar lo difícil que es ser mamá.
¿Existe la manera de ser mamá sin tener miedo o sentirse sobre protectora?
Eso dejó de existir. Ser mamá es saber coexistir con el miedo, es jugar al póker con él y siempre tratar de hacerle la última jugada a tu favor. La sobreprotección es una condición que se nos dió por añadidura y al convertimos en madres (incluso en padres) es como si le pusiéramos combustible a una hoguera.
¿Cómo se rompen esquemas y estándares de lo que es una mujer o una madre aparentemente “perfecta”?
Yo los rompo cada día: en mis redes están rotos, en mi programa “Ser mamá es de madre” se rompen cada domingo a las cuatro de la tarde en mi canal de YouTube Limara Meneses. No existe perfección sin imperfección, la una complementa a la otra. Cuando veas a una madre o mujer aparentemente perfecta recuerda la frase de Birri que decía: “Desconfiad de la impunidad de las imágenes”.
¿Cómo preparas a tus niñas para un mundo que nunca será tal y como sueña una madre que sea?
Yo no tengo cómo colarme en cada casa y explicarle a cada madre o padre cómo educar a ese hijo o esa hija con los que se encontrarán mis hijas en la sociedad futura. Es duro decirlo, pero es lo que creo ahora que soy madre. Cada día me percato más de lo complejo que es el individuo. Por eso en mi hogar prima la claridad. Las preparo como me prepararon a mí. Es necesario que ellas sepan que nunca podrán controlar los comportamientos del otro, pero que ante cada decisión que ellas tomen, sea cual sea, desde un activismo, una manera de vestir, una postura, deben enfrentar las consecuencias buenas o malas.
El aislamiento social impuesto por la pandemia ha provocado desórdenes en los niños como el excesivo apego a los dispositivos electrónicos. ¿Cómo has lidiado tú con esa realidad?
Te diría que “En casa del herrero, cuchillo de palo”. Mi esposo es desarrollador de software y yo soy creadora de contenidos, por tanto, ellas no tienen teléfonos, ni tables, ni tv en sus habitaciones, ni computadoras. La pandemia ha sido la peor pesadilla, pero ha unido más a mi familia. Mi realidad me ayuda. Los esfuerzos de su papá y míos nos han regalado condiciones idóneas para que ellas puedan liberar sus energías fuera de esos dispositivos. Hace justo hoy una semana que mi hija mayor está teniendo acceso a uno porque está mostrando un interés alto por el diseño y consideramos que ya es hora de que comience a desarrollar sus talentos. Eso sí, los niveles de paciencia en mi hogar son mucho más bajos que en otro. Es lo que sucede donde hay tres niñas sin ser abducidas por la luz de esos aparatos.
¿Cuál crees que es tu principal fortaleza como entrevistadora?
Que vivo cada historia de mis invitadas. Cuando las escucho pongo toda mi compasión a los pies de cada historia. Conectar es el poder de todos los que trabajamos con las emociones de otro.
¿Hasta qué punto crees que en el mundo actual la mujer se contenta con la superficialidad que se trasmite a través de las nuevas tecnologías?
Ojalá pudiera encontrar ese punto para definirlo con una línea recta y saber que no es infinito. Pero es algo que cada día veo más lejano. La mujer de hoy más allá que contentarse es que repite, valida y posiciona ese contenido. Ahí están los números. ¿Quién tiene más seguidores, más alcance y más posibilidades? ¿Tú, que tomaste horas para crear esta belleza? ¿Yo, que me desgasto creando un contenido que para mí tiene valor? ¿O la que expone su cuerpo (que está bien porque es su decisión) y la que muestra su vida de privilegios? ¿Quién consume ese contenido? Pues mujeres que no están así en su gran mayoría o no pueden comprar la última marca. Al final, cada quien decide qué crear y qué consumir”.
¿Tiene sentido para ti tener redes sin darles una utilidad social?
Es un “No” rotundo. Si no aporta, que no reste. Lo que crees hoy es lo que tus hijos consumirán mañana. A mí el futuro me importa mucho, por eso considero que hay que construir un presente menos decadente. Mañana ponerte las manos en la cabeza no arreglará un pasado mal construido. Y eso en gran medida te lo encuentras en las redes sociales hoy.
¿Cómo te describirías con tres palabras?
Limara Meneses Jiménez
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