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Corría el año 1967, cuando el estudiante David se ve envuelto en trabas y presiones de sus amigos que rechazan a una compañera por ser gruesa. Este era el contexto en el que se desarrolló el inolvidable filme de Orlando Rojas, Una Novia para David.
Una pléyade muy joven de actrices y actores: María Isabel Díaz Lago, Edith Massola, Jorge Luis Álvarez, Francisco Gatorno, Thais Valdés, Katia Caso y Rolando Tarajano integraban el elenco que nos puso sobre el mantel las contradicciones de los seres humanos desde edades tempranas.
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Aún resuena en mis oídos aquella memorable canción de Pablo Milanés, Ámame como soy, magistralmente interpretada por Elena Burke y recuerdo el desenlace que unió al joven David y su querida Ofelia.
Con el paso del tiempo… ¡bastante tiempo diría yo! he conseguido una de las entrevistas más anheladas de mi carrera: la Novia de David, la Sole de Vis a Vis, una de las chicas Almodóvar (primera cubana en acceder a esa categoría), la “gorda sin sentimientos”, la querida María Isabel Díaz Lago.
¿Qué significación tiene para ti Una Novia para David?
Tengo conciencia de que Una Novia para David fue una película exitosa y que el personaje de Ofelia alcanzó gran popularidad, era muy potente, muy fuerte, el pueblo se identificó con ella; yo también lo estoy.
Cuando hice la película era tan joven que nunca valoré su repercusión futura, no pensé que Ofelia me abriera un futuro en la actuación. No tenía idea de cómo funcionaban las cosas. Y sí, tuve muchísimo trabajo. Yo no dejé de trabajar en Cuba y lo hice hasta que vine para España.
Sí te digo que me hubiese gustado trabajar más en la Isla. Yo hacía cine, teatro y televisión. Me repetía: madre mía ¿a qué hora se duerme en esta casa? Pero, esa era mi felicidad y lo sigue siendo. Para mí esta profesión no es un trabajo, es un modo de vida que me hace disfrutar mucho y también, sufrir mucho. Pero te digo, el sufrimiento puede ser… ¡ jejeje! como una condición inherente a esta profesión.
¿Por qué la partida temprana a España en 1996?
Bueno, yo no sé si mi partida ese año fue temprana. En ese tiempo ya yo tenía algunos amigos que se habían ido de Cuba y yo tenía un sueño muy grande; yo jugaba y cantaba en cada fiesta que iba, en cada reunión: me disfrazaba con una faldita corta y si era larga me la arremangaba y decía yo quiero ser una chica Almodóvar. Yo quería probar, experimentar otras sensaciones en otra parte del mundo. Eso es algo inherente al artista.
Los artistas antiguamente eran saltimbanquis, que lo mismo andaban de pueblo en pueblo que de país en país. Iban con un carretón repleto de sueños en su maleta. No te voy a decir que en ese 1996 lo pensaba así pero ahora sí y, sencillamente, eso yace como una semilla. Con la vocación de ser actriz, ya vienes con ese chip incluido.
Además, esos años 90 los vivimos muy complicados en nuestro país; estábamos experimentando el período especial. Ya ese año yo sentía cierto agotamiento. Ganaba dinero y no tenía en qué gastarlo, era difícil conseguir comida, entre otras cosas; eso tú lo sabes. Yo pensé que irme iba a solucionar mi vida, pero no fue nada fácil, fue muy complejo.
Llegar a un país ajeno, a donde tú no perteneces y no tener un huequito; llegar a labrarte un camino es difícil, mucho. También está eso de idealizar lo que desconoces. Mi único contacto anterior con España había sido mi visita como invitada al Festival de Cine de San Sebastián… ¡Imagínate, con 21 añitos! Fue una experiencia tan bonita, tan especial, pero llegar y ser un emigrante, en una nación bastante cerrada a la emigración, pues fue complicado, fue difícil.
Precisamente, llegar al mundo del espectáculo y las artes es muy complicado máxime como tú bien dijiste, cuando se es un emigrante ¿tuviste que asumir otras labores ajenas al escenario?
Te reitero: llegar a un mundo que no es el tuyo es extremadamente difícil. Tienes que reaprender, tienes que reinventarte, tienes que re-entender modos de vida distintos. Sí, fue muy complejo. Pasé momentos de mucha angustia. Lloraba muchísimo y cada día me decía voy a volver a Cuba pero me negaba a ser una perdedora.
Ahora lo veo distinto: no era una derrota regresar, sencillamente no te adaptaste al nuevo medio y punto. Pero en aquel momento no me quería decepcionar a mí misma.
Y sí, hice infinidad de cosas: cuidé niños, limpié casas, trabajé de camarera en un barco, pegué pegatinas de pequeñas empresas y cerrajerías por las calles. Esto último no me gustaba para nada pues no soy una persona hábil con las manos, estoy ajena a lo mecánico, vivo de lo que siento y por ejemplo, pegar una pegatina en la puerta de una peluquería y saliera a ofenderte el dueño… ¡bueno, bueno, bueno! Viví experiencias muy simpáticas vistas a la distancia, pero en aquel momento muy angustiosas… ¡Por Dios!
Lo mismo te encontrabas a una gente muy maja, muy maravillosa que otra xenófoba, racista, que te ofendían, te maltrataban. Así que sí, fue difícil.
¿Cómo llegas a Almodóvar, por casting o referencias, qué me dices de él?
Fue por un casting muy especial. Luis San Narciso, director de castings, apostó por mí y habla con Almodóvar; hice la prueba y me seleccionaron. A San Narciso debo mi carrera en España. Yo había trabajado con él, en una serie con Emilio Aragón, actor, humorista, presentador, entre otras muchas profesiones.
¿Qué decirte de Pedro Almodóvar? Él es un hombre que conoce mucho de la vida, de los dolores de la gente, de las interioridades de las personas, es un humanista; posee una gran sensibilidad y creo que eso lo hace el gran director que es. Es la sabiduría innata, un gran observador.
Me siento muy afortunada por haber trabajado con él. Y no por el nombre y lo que representa en la historia del cine sino por haberlo tenido cerca, saber que realmente es un hombre mucho más grande de lo que la gente ve o cree.
Los que hemos estado a su vera podemos sentir, saber que es un ser humano muy especial con una gran humanidad.
Eres muy empática y carismática ¿cómo fue trabajar con Chus Lampreave, Blanca Portillo, Lola Dueñas, Carmen Maura, Penélope Cruz, Roberto Enríquez, lo disfrutaste? ¿te has sentido alguna vez discriminada en tu labor profesional como emigrante?
Mira, la verdad es que soy muy sociable pero, aunque no lo creas, muy tímida. Yo en un lugar nuevo puedo estar todo el tiempo sin abrir la boca porque si no me siento cómoda, relajada, si no experimento ese desenfado que me caracteriza, me mantengo tranquila.
En cuanto a esas grandes actrices que mencionas fue muy bonito trabajar con ellas. Por ejemplo, Lola Dueñas era muy cercana; Penélope, una gran compañera. En la filmación de Volver de Almodóvar yo me sentía muy nerviosa, temerosa de decepcionar y ella me hablaba de su familia. Me daba cuenta de que ella quería que yo estuviera relajada. En esas conversaciones que tenemos los compañeros entre una y otra tomas, yo sentía su apoyo, la sentí muy cercana.
Joana Cobo, una niña que hace de hija de Penélope, una niña dulce, preciosa , me hablaba como si supiera que yo estaba nerviosa; ¿para qué mencionarte a Blanca Portillo? Una mujer tan espontánea, hace poco me encontré con ella en el teatro y fue una alegría tremenda.
Chus Lampreave ¡ay qué belleza esa señora, Dios mío! Mira ella no ha muerto porque ella vive eternamente en todos los que tuvimos el privilegio de conocerla. Ser luminoso, tierno, maravilloso, dulce, de una simpatía extrema. Me gustó mucho sentarme al ladito de ella en el estreno de la película; era tan simpática, un ser de luz. Eso era ella.
Roberto Enríquez forma parte de mi universo personal, amigo querido, íntimo; tenemos una relación de compañerismo “brutal”. Sus hijos son dos joyitas, dos tesoritos; tengo amigos y amigas de él. Me siento integrada en su vida y sé que él lo está en la mía. En Vis a Vis estuvimos mucho tiempo trabajando juntos e hicimos un gran equipo, muy bonito.
Realmente muy dramática y didáctica resultó la serie Vis a Vis. En lo particular yo me mantuve por Alba Flores y por ti, aunque reconozco la calidad interpretativa del elenco ¿qué te dejó la serie, un antes y un después?
Vis a Vis ha sido el proyecto más largo en el que yo he trabajado, cuatro temporadas magníficas, y es muy especial caminar al lado de ese personaje, la Sole, que va creciendo junto contigo y que tú le vas dando cosas, pero ella también te da a ti.
Esa relación entre los compañeros, había muy buen rollo. No me quiero imaginar cuatro temporadas de una serie donde no nos lleváramos bien. Sería un horror. Pero desde el primer momento fue maravilloso.
Nos divertíamos, quedábamos para comer juntas, hacíamos una cena, veíamos los capítulos juntos pues se unían los chicos: Roberto, por supuesto, Alberto Velazco, Carlos Hipólito que se me hizo cercano, una persona muy generosa.
Mira si yo me identifiqué con Vis a Vis que cuando muere el personaje de Carlos o el que encarnaba Ana Labordeta, yo lloraba, parecía un alma en pena de verdad. Quedamos petrificados, pues a todos nos dolía ¿te digo algo? Los que se iban de la serie, seguían yendo a las grabaciones; seguíamos siendo familia, la familia visavisera.
Ahora cada uno tiene su vida, su trabajo, pero siempre hallamos un momento para encontrarnos y no sólo los actores sino el colectivo técnico también. Tuvimos los mejores directores en esa serie, Jesús Colmenar, Jesús Rodrigo, Sandra Gallego, Ramón Salazar… Son ¿qué te puedo decir? ¡Joyas! Y éramos equipo, los guionistas, las maquillistas, los vestuaristas. Éramos una pandilla invencible y muy divertidos todos.
La actuación es como un juego de roles, de sueños; es creerte las cosas, es pasar de un estado de ánimo a otro, es jugar con la imaginación ¿conservas la capacidad de juego? Llévame a tu casa de niña. En la actualidad ¿soltera, hijos?
Yo recientemente he incursionado por vez primera en la pedagogía, en impartir clases de teatro. El curso que cree se llama Jugar actuar. Para mí la actuación es un juego de niños. Los niños tienen la capacidad de creer en lo que están haciendo cuando juegan. Pueden pensar que una silla es una alumna y regañarla, una flor puede ser otro niño. Así jugaba yo. Un día me di cuenta que lo que hacía de pequeña era que actuaba con mi imaginación.
Fue así que cuando empecé a actuar me dije pero si esto yo lo he hecho. He jugado, lo que creo es real. Ahí me monto una historia. Jugar es la mejor manera de descubrir mis personajes, acercarme a ellos. Trabajo mucho con la primera impresión. Lo que me produce a mí como lectora ingenua, lo leo como una novela. Lo disfruto totalmente sin detenerme en mi personaje. O sea, recibir el hálito de la historia en su conjunto. Ése es mi punto de partida.
¿Qué te lleve a mi casa? Te voy a llevar a mi casa de niña: un balcón muy grande, allí viví desde los 5 años hasta los 20. En mi casa siempre había mucha gente, mis amiguitas se quedaban a comer, a dormir, era lo que ahora son las pijamadas. Mi hermana, mi papá invitaban amigos a almorzar. Mi mamá no cocinaba para nosotros cuatro sino para el que apareciera. Siempre venía alguien. Y mi mamá cocinaba tan rico que a todos le gustaba la sazón de ella.
Yo la pasé bien en mi infancia amén de cosas tristes que siempre pasan pero yo soy optimista, borro lo malo, no tengo memoria de nada adverso. Recuerdo siempre a mis padres sentados en el balcón, uno frente a otro, en dos sillas de tijeras; los pies de mi papá sobre los muslos de mi mamá y los pies de mi mamá encima de las piernas de mi papá en un tejido maravilloso, guardando una intimidad adorable. Nací en un hogar lleno de amor.
Actualmente, soltera; muy soltera. Te soy sincera, este período menopáusico me ha alejado de todo deseo; pudiera desear tener un compañero, pero para conversar, abrazarlo y besarlo. Es lo que extraño, el beso. Pero por lo demás, no, al menos ahora no, aunque tengo las puertas abiertas ¿quién sabe en un futuro?
No tuve hijos, pero tengo un montón de hijos putativos. En Vis a Vis fui la mami de la cárcel y ahora me dicen la mami de la marea amarilla, la mami de mis amigos. Me gusta mucho cuidar. Soy maternal, protectora. Amar de la manera que sea me llena de satisfacción.
Amar a mis planticas en su pequeño lugar. El amor puede ocasionar dolores, pero siempre estoy dispuesta a sufrir por amor; estoy dispuesta a vivir y vivir es todo, lo real, lo mágico, lo maravilloso, lo terrenal… ¡y lo duro también!
Si tuvieras que meter en tu mochila de actriz algunos maestros de la actuación ¿quiénes serían?
En mi mochila tengo a alguien fundamental que se llama Orlando Rojas, el director de Una Novia para David y Papales Secundarios, entre otros filmes. Orlando me formó como actriz y como intelectual. Por él leí mucho, me cultivó, vi mucho cine con él. Es un realizador talentoso; para mí, un genio. Quisiera trabajar de nuevo bajo su mirada sensible y sabia.
Otra persona que no puedo dejar fuera de esa mochila imaginaria es Miriam Lezcano, recientemente fallecida. Fue mi primera maestra de actuación, un oráculo para mí. Me enseñó varias cosas elementales para ser actriz. Nunca nos dejó abrir un libro en su clase. Ella decía: dejen los libros para su casa. Sus clases me han servido de mucho; ahora empleo lo aprendido en mi curso.
Roberto Blanco y Vicente Revuelta, grandes directores, en el caso de Vicente qué locura tan mágica, era un científico del teatro, el Galileo Galileo del teatro. Siempre se aprende de todos.
¿Te gusta hacer algo más que actuar?
Sí. Una cosa: amar. Si no amara tanto mi profesión no sería yo. Amar y actuar están en un mismo escalón; actuar a plenitud equivale a una relación maravillosa que tuve a la que me entregaba al máximo.
¿Dónde disfrutas de tu zona de confort en el cine, el teatro o la televisión?
La televisión se parece cada día más al cine. El teatro es la madre de las artes audiovisuales. Yo amo el teatro. Volver al teatro es regresar al útero, lo más profundo de mi ser. Hacer cine es la magia y ¿qué decirte de la televisión? Mira, no hago distinción. Yo soy actriz y mi zona de confort es donde yo esté actuando con un buen texto, un buen proyecto, un buen director, buenos compañeros. Me gusta hasta el teatro callejero.
En cuanto al género lo mismo me da, comedia o drama; me muevo bien en ambos. Tengo deseos de hacer cosas que no se relacionen con mi personalidad… ¡y sé que lo voy a lograr!
¿Te consideras una estrella de cine?
No, para nada; me siento muy lejos. Estar en ese cosmos no lo tengo en la mano, aunque cada vez lo veo más cercano, más accesible, pero...
Aún veo las estrellas como esas lucecitas simpáticas y misteriosas que mueren mucho antes de alcanzarlas y sin embargo las seguimos viendo, como dice mi personaje Celeste en El Viaje extraordinario de Celeste García.
Una actriz no se dedica a la política, pero sí puede cambiar pensamientos y corazones o al menos, moverlos ¿sientes tú esa responsabilidad social o te circunscribes a representar un papel?
Yo soy actriz, esa es mi profesión, pero soy María Isabel y como María Isabel tengo una responsabilidad como ser humano, como ser social, como ciudadana del mundo. No pretendo cambiar corazones ni pensamientos porque ni soy filósofa ni tengo un tratado de nada.
Pero sí ¡quiero que cada persona tenga la capacidad de pensar, de poder expresar lo que piensa sin temor. Es una condición básica del individuo. Hay que respetar la individualidad de cada cual tanto de pensamiento como de obra. Hay cosas que no tolero. Por ejemplo, yo no puedo entender el fascismo, la homofobia, el racismo.
Entender eso estaría fuera de mis ideales, de mi formación. Yo soy humanista. No acepto ningún tipo de discriminación y nada que vaya en contra de la libertad. La libertad es algo muy grande, demasiado grande como para poderla encerrar. Ser libre es poder vivir, sin dañar a nadie. Es amar a quien quieras, defender un criterio, una opinión crítica porque es tu opinión. Siempre y cuando no se pierdan los valores del respeto, de tolerancia hacia otro que difiera contigo, la libertad es la máxima expresión de vida.
Si la admiraba como actriz ahora la admiro como ser humano completo, vital, racional. Un honor para mí haber podido entrevistar a las eternas Ofelia, Sole, Regina, Celeste, Larita y cuantas mujeres hayan cubierto sus pensamientos con la piel de María Isabel Díaz Lago.
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