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Alberto Epifanio Aguiar Fernández es un cubano de 76 años que cuida de su bisnieto enfermo de leucemia, en el municipio de San Luis, en la provincia de Pinar del Río.
Su testimonio comenzó a circular en redes sociales en febrero de este año, con una petición de ayuda económica para un niño muy enfermo que estaba ingresado en el hospital pediátrico de Pinar del Río y no tenía zapatos.
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El niño, de siete años, se llama Erick, y su bisabuelo es el único familiar con el que cuenta para cuidarlo y llevarlo a las consultas médicas. Ambos viven en condiciones muy precarias en la comunidad rural Forteza, ubicada en las afueras del pueblo de San Luis.
Erick presenta varios tumores a consecuencia de un linfoma no Hodking que le diagnosticaron en 2017 cuando descubrieron unos bultos que tenía en la ingle, describe un reporte del medio independiente CubaNet.
“La casa no es mucho más que un patio delantero que antecede a un portal, que es a su vez seguido por un salón con unos muebles deshechos y el televisor donado. Contiguo hay un cuarto principal al ancho de la casita donde están las dos camas de ellos, una junta a otra. Hay también una cocina, que podría parecer desahuciada, y un baño a medio hacer. Cada habitación allí es tan precaria como la palabra permite imaginar. Sobre sus cabezas tienen un techo de fibra con estructura de madera, dañada por el comején, que pareciera va a desplomarse en cualquier momento”, detalla el texto sobre la vivienda que habitan el anciano y el pequeño.
El inmueble también es afectado por mosquitos y el mal olor que emana de una laguna de oxidación cercana. “Así se inunda la entrada de la casa y sube el agua, pasa el portal y llega a los muebles. Por esa humedad el piso tiene oquedades y las paredes algunas ranuras”, apunta el reportaje.
Según informa, el gobierno local está al tanto de la situación, pero siguen sin solucionar los problemas.
El padre biológico del niño solo lo ha visto una vez y la madre tampoco lo acompaña, por lo que su bisabuelo se ha convertido en el único sostén. Haciendo trabajos de jardinería, le compró el único par de zapatos artesanales que tenía Erick hasta que se los robaron al ingresar en el hospital pediátrico. Una tía abuela también los asiste en lo que puede, lavándoles la ropa y cocinando en ocasiones.
Al conocerse en redes sociales la historia, muchos, dentro y fuera de la isla, hicieron donaciones al anciano y su bisnieto. Así recibieron alimentos, juguetes, algo de dinero, ropa, dulces, un televisor usado e incluso el único ventilador que tienen.
Por el contrario, las autoridades locales hasta febrero solo habían garantizado un par de colchones, el transporte para las consultas y “cientos de promesas”, señala el reportaje. Con mucha más rapidez reaccionaron a las publicaciones que expusieron la vida del anciano y el niño.
Un día después de ser publicada la historia en medios independientes, una delegación del Partido Comunista local fue hasta el lugar donde viven para interesarse por ellos. Entonces les entregaron un refrigerador de uso, que solo congela del lado izquierdo, una olla eléctrica, sin recipiente, y una hornilla de inducción, equipos defectuosos que no les regalaron, sino que debían pagarlos con los ingresos de la chequera.
“Antes de que la gente nos ayudara, nos la vimos muy fea él y yo solitos aquí, guapeando, hasta para comer”, dijo. “Yo no le pido nada a nadie, pero acepto cualquier ayuda por él”, aseguró. “Esto es lo más grande que yo tengo”, expresó, al tiempo que agradeció enormemente las muestras de solidaridad.
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