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Un comunicado del Centro Cultural Cubano de Nueva York trajo ayer la triste noticia del fallecimiento en esa ciudad de la gran pianista cubana Ivette Hernández Álvarez, recién cumplidos sus 88 años.
La frase "gran pianista cubana" no es un elogio de ocasión: junto con la también guantanamera Zenaida Manfugás, Hernández es la figura femenina más sobresaliente del piano clásico en Cuba.
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Niña prodigio, comenzó a tocar el piano a los tres años en su ciudad natal. En 1945, a los 11 años, actúa con la Orquesta Filarmónica de La Habana, interpretando a Mendelssohn bajo la dirección del director austriaco Erich Kleiber. Ese concierto le valió una beca de la Sociedad Pro-Arte Musical, que la llevó por primera vez a Nueva York en 1947, para estudiar con Sidney Foster y Claudio Arrau.
En los años siguientes, la cubana recibirá lecciones de algunos de los pianistas más aclamados del mundo: los ya citados Foster y Arrau, Arthur Rubinstein, Marguerite Long, Tomás Andrade de Silva y Sophie Feuerman. En París, estudió con Marcel Ciampi en el Conservatoire National Supérieur de Musique.
Recibe premios en París y en Londres, y vuelve a Cuba a mediados de los años 50 para dar varios conciertos notables. Entre ellos, uno en el Auditorium, el 4 de junio de 1956, donde interpreta el Concierto no. 4 en Sol Mayor Opus 58 para piano y orquesta, de Ludwig Van Beethoven, con la Orquesta Filarmónica de La Habana conducida por el director norteamericano Walter Hendl. El habanero teatro Auditorium acogió este acontecimiento el 4 de junio de 1956, como parte de los festejos por el aniversario del compositor alemán.
Luego del triunfo de la Revolución de 1959, Ivette Hernández regresa a la isla para participar en la vida cultural. Además de los conciertos populares, comienza a impartir clases dos veces por semana en el conservatorio “Alejandro García Caturla.” Por esa fecha, se encuentra con el pianista y compositor Ernesto Lecuona, quien, como Ivette, había llegado a La Habana para tomar contacto y participar en los cambios que se producían en el país.
Hernández pasa la primera mitad de los años 60 convertida en una celebridad y dando giras por Europa. En septiembre de 1964 la revista Cuba le dedica su portada, con un tríptico fotográfico realizado por el fotógrafo Mario García Joya (“Mayito”) y, en el interior, un reportaje-entrevista de Alfredo Muñoz Unsain.
Casada con el diplomático cubano Armando Flórez Ibarra, quien había sido embajador de Cuba en Checoslovaquia entre 1963 y 1965, en 1968 Ivette recibe autorización para viajar con su esposo y sus dos hijos a Francia. Marcel Ciampi, uno de sus maestros en París y a quien le unía un profundo cariño, se encontraba gravemente enfermo y había reclamado su presencia. Durante ese viaje, Ivette y su esposo deciden no regresar a La Habana. Medios de prensa en España y Estados Unidos se hacen eco de la decisión de la pareja, que se radica temporalmente en España.
El 15 de agosto de 1968, Hernández es expulsada de la UNEAC, junto al escritor y periodista Guillermo Cabrera Infante.
La musicóloga Rosa Marquetti ha contado que luego de la "deserción" de Hernández, uno de sus discos, grabado para el sello Areíto (EGREM), con obras de Ignacio Cervantes, fue alterado en su portada (le pusieron un cuño que decía "Traidor a la Revolución Cubana") y su referencia LP-3256 suprimida del catálogo. El disco es relevante por ser la primera grabación que hizo Hernández de casi todas las danzas cervantinas, y además, por incluir las excelentes notas discográficas de la prominente compositora, pedagoga y directora coral Gisela Hernández.
En declaraciones al diario español ABC, la pianista detalló su desacuerdo con ciertas normativas burocráticas que coartaban su libertad de creación en Cuba y no valoraban correctamente su entrega artística. Entrevistada años después, en 1976 por The Intelligencer Journal, declaró: “Yo simpaticé con la Revolución cubana desde sus inicios, y en realidad, nunca hubiera querido abandonar mi país, pero relacionarme con una burocracia insoportable y sin sentido me hizo cambiar de parecer.”
Ivette y su esposo permanecerán en España cerca de tres años. Ese mismo año el sello RCA español publica el LP Danzas cubanas para piano (LSC-16340), que incluye 35 danzas cervantinas, 4 más que el disco de la EGREM.
Luego de su paso por España, Hernández y su familia se instalan en Estados Unidos, donde la pianista continuó dando clases y conciertos por todo el mundo. Realizó, además, grabaciones para RCA Victor en España y para ETERNA en Alemania.
En los años 70, consigue importantes logros internacionales: Medalla de Oro en la First International Louis Moreau Gottshalk Competition for Pianists and Composers, evento convocado por la Universidad Dillard, en New Orleans y concierto, dos años más tarde, en el Carnegie Hall, con un repertorio que incluyó los Estudios Sinfónicos de Schumann, la Sonata No. 2 de Chopin, una Sonatina de Ravel, dos Preludios de Debussy y dos piezas de Albeniz, con excelentes críticas.
A partir de entonces, la carrera de la pianista despegó a escala mundial. Ofreció conciertos y recitales en numerosas ciudades de Estados Unidos y otros países, en teatros, salas y auditorios en universidades. La prensa destacó también su participación como solista junto a la Orquesta Sinfónica de Miami, al menos en dos conciertos: uno, el 15 de diciembre de 1991 bajo la dirección de Manuel Ochoa en un programa con obras de Rachmaninoff, Corelli, Fauré, Ponchinelli y Händel y otro, en el Lincoln Theatre, el 20 de febrero de 1994, conducido por José Carlos Santo, con obras de Beethoven, Robles y Falla.
Hernández estuvo también entre la decena de pianistas cubanos que firmaron con la marca de pianos Steinway. La web oficial de la insigne marca se inaugura con estas palabras suyas: “Steinway ha alcanzado los mayores logros en la fabricación de pianos. Le permite al artista desplegar todos sus recursos en el uso de esa técnica y proyectar en toda su dimensión el espectro de su personalidad, sus ideas, sus fantasías y sus sensaciones.”
Hernández falleció el miércoles 26 de mayo de 2021 en Nueva York. Le sobreviven sus hijos, Juan B. Comas, de Metuchen, Nueva Jersey, y Sergio Flórez, de la ciudad de Nueva York, su nuera Angelina Craig-Flórez y dos nietos, Nicholas y Ana Flórez.
Los familiares anunciaron que se llevará a cabo una misa fúnebre el sábado 5 de junio, a las 10:30 a.m., en la iglesia St. Margaret of Cortona, 6000 Riverdale Ave., Bronx, NY 10471. El sepelio será privado.
Descanse en paz esta gloria musical de Cuba.
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