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Las ciberclarias suelen ser cubanos empeñados en mostrar públicamente su incapacidad al servicio del tardocastrismo, amparados en la cobardía del anonimato y están divididos en cuatro grandes grupos: Fingidores, Sinceros, Bobos solemnes y Ñoños.
El primer destacamento resulta inofensivo porque habita el espacio de la simulación -una de las pocas cosas abundantes en Cuba y- en cuanto tiene un chance, abre una raya y se disuelve en playas confortables de Europa y América, donde el acceso a bienes y servicios no está regulado por el grado de fidelidad al poder, sino por el trabajo esforzado; en cambio el fingidor vago no soporta los rigores del capitalismo y, cual paramecio en medio adverso, se enquista y sobrevive con tres o cuatros post al día.
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Un peligro de algunas ciberclarias fingidoras es que -una vez alcanzada la otra orilla- pretenden exorcizar culpas y demonios con una postura igual de totalitaria y perdonavidas que la exhibida a favor del régimen; pero al revés, pobre del cubano que ose discrepar en algún tema de crítica a la casta verde oliva o elogie la magia de la luz de noviembre en La Habana.
Los sinceros tratan de mantener una coherencia en su discurso, evitando complicarse la vida con temas que saben inasumibles y caros para el tardocastrismo y pasan horas buscando el ángulo menos lesivo para la dictadura en cuestiones de actualidad, que abordan intentando mantener las formas y -solo en privado y con interlocutores de plena confianza- manifiesta algún síntoma de fatiga.
Los bobos solemnes pontifican de lo humano y lo divino, sus enfoques están presididos por la ignorancia y acuden permanentemente a escenarios de comparaciones erróneas, pero interesadas; y exigen a otros que dejen de hablar de los problemas de Cuba y se concentren en las dificultades de Estados Unidos, Colombia, Brasil y Chile porque sus gobiernos no bailan el agua a La Habana.
Las ciberclarias bobas solemnes han encontrado en el medio ambiente un filón argumental para dar rienda suelta a su estupidez, con letanías como la maldad contaminadora del mundo capitalista desarrollado, el efecto invernadero de los gases del excesivo número de automóviles en sociedades ricas; mientras ignoran la contaminación de La Habana con aire viciado por las quemas del vertedero de la calle 100, la refinería "Ñico López" y la acumulación de basuras en calles y barrios.
El cuarto grupo vive ofendido y a punto de las lágrimas por culpa de esos cubanos malos que solo ven las cosas malas de Cuba y no aciertan a fijarse en el mundo panglosiano que recrean los medios de comunicación, financiados por el gobernante partido comunista, único legal en la isla por idea de José Martí, según los postulados oficiales.
Son como la rusa e inglesa de Los zapaticos de rosa, siempre prestas a sacar el pañuelo, que es metáfora porque hace años que el embargo norteamericano privó de tan versátil complemento a los cubanos; y llenan las redes con sus pucheros; emulando a Bola de Nieve, cuando dijo con su voz de vendedor de duraznos: ¡Amor, yo se que quieres, llevarte mi ilusión...
Los cuatro grupos de ciberclarias comparten una obsesión común por el dinero que -para ellos y sus jefes- se divide en dos, el bueno y el malo; los fondos de la revolución y los donados por amigos que están lejos y ahora mismo involucrados en la recaudación de dólares y euros para comprar jeringuillas que vacunen a los afortunados habitantes de la potencia médica, son siempre virtuosos; las divisas de empresas y financiación extranjera a proyectos cubanos que no comparten los designios verde oliva, son execrables.
Curiosamente, hasta las ciberclarias sinceras repiten la letanía de que CiberCuba está financiada por el gobierno de Estados Unidos, sin aportar una sola prueba, pero la verdad tardocastrista no necesita demostración porque es como el Espíritu Santo y el Papa; infalibles.
Otro vicio común al cuarteto de ciberclarias consiste en ver las redes sociales como enemigas de sus jefes y sus proyectos de empobrecimiento y desigualdad de los cubanos y hablar de Internet como un campo de batalla, incrustado en el Carril Dos, principal aporte teórico del General de Ejército Raúl Castro Ruz al pensamiento contemporáneo, tras clausurar violentamente los centros de estudios adscritos al Comité Central.
Los compañeros López-Calleja, Díaz-Canel, Marrero y Rogelio Polanco apenas tienen tiempo para reparar en las imbecilidades argumentales y oportunistas que promueven y, cuando azuzan el miedo a Facebook, Twitter y demás espacios de solaz y esparcimiento no caen en la cuenta que -de hecho- están reconociendo la derrota ideológica de su revolución, que pidió a los cubanos leer y no creer, pero todo dentro y nada fuera.
Uno de los dramas que acecha a las ciberclarias es la desconfianza permanente del poder hacia ellos, que son vigilados estrechamente para que no caigan en la tentación de indagar cómo es posible recelar a toda hora de un pueblo con gran cultura política, plenamente identificado con la catequesis oficial y seguro de la victoria.
Uno de los síntomas de la pobreza conceptual del tardocastrismo, reflejada en la movilización cotidiana y exaltada de las ciberclarias, radica en la ignorancia supina que asola al Buró Político y la casta verde oliva, ignorantes de uno de los mejores postulados del manipulado, a conveniencia, Apóstol de Cuba: "Todo está dicho ya; pero las cosas, cada vez que son sinceras, son nuevas".
Mientras llega el momento feliz de librar a Cuba de las cuatro especies de ciberclarias, habrá que lidiar con ellas, ayudados por un antiguo y célebre rescabuchador de Guanabo que aseguraba desconocer el motivo del "encarne de la policía conmigo; si lo mío es celebro namá, celebro..."
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