El cineasta cubano Juan Carlos Cremata Malberti (La Habana, 18 de noviembre de 1961) aseguró a CiberCuba que él no emigró en busca de Hollywood.
"No vine a Estados Unidos en busca de un sueño. Yo no emigré joven. Escogí el exilio porque estaba huyendo de una pesadilla. A mí me decretaron la muerte en vida en Cuba cuando me hicieron firmar un acta en el Ministerio de Cultura diciendo que de por vida yo nunca iba a hacer teatro en Cuba. No me iba a quedar a morir, porque yo no tengo vocación de mártir", dijo.
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Cremata conversó con CiberCuba a raíz de ver nominada su película Viva Cuba para formar parte de los fondos del Congreso de Estados Unidos.
"Quince años después esta película me sigue dando alegrías", dijo el director de cine, que actualmente reside en Miami y confiesa que no tiene condiciones físicas o materiales para terminar un proyecto concreto.
Cuenta Cremata, que Viva Cuba surgió de un gran enfado porque el ICAIC no quiso seguir adelante con su trilogía Nada, Nadie, Nunca, de la que sólo vio la luz en 2001 la primera parte (Nada).
Tampoco convenció al ICAIC una propuesta de Cremata para hacer un musical. Fue entonces cuando el cineasta entendió que le intentaban cerrar las puertas y abandonó el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica.
De esa frustración nació Viva Cuba, que él recalca que no es una película cubana, sino francesa, hecha con un presupuesto muy limitado, que rondó los 50.000 dólares. Con ese filme él quería hacer algo para que el ICAIC se arrepintiera de no haber apoyado el proyecto.
Se puso manos a la obra con su co-guionista, Manolito Rodríguez Ramírez y lo logró. Viva Cuba ha conseguido hasta ahora 43 premios internacionales, entre ellos el Grand Prix Écrans Juniors, del Festival de Cannes.
Hoy, 15 años después de estrenada y a raíz de su nominación para entrar en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, Cremata habla de ella con cariño, recordando que es "una película familiar", que hizo junto a su madre, Iraida Malberti, su abuela (interpreta a la abuela de la película) y uno de sus hermanos.
La idea de hacer Viva Cuba le rondó la cabeza al darse cuenta de que en ese momento no había en la Isla un filme protagonizado por niños. Fue así como empezó a cobrar cuerpo la historia de Malú y Jorgito, dos amigos que escapan juntos cuando se enteran de que la madre de la niña se prepara para emigrar con ella.
Del rodaje, Cremata recuerda contratiempos como cuando Albertico Pujols se lesionó una mano y siguió rodando en esas condiciones o cuando él le pedía que gritara aún más al interpretar a un dirigente comunista "exaltado".
De esa película, la segunda de Juan Carlos Cremata, nació también su amistad duradera con la actriz Luisa María Jiménez. "Fue una maravilla trabajar con ella", recalcó.
Tras el premio en Cannes, en Cuba estaban encantados con la película, aunque muchos llegaron a cuestionarle, incluso su título. Le preguntaban por qué no se llama "Viva Cuba libre", a lo que el cineasta siempre respondió con ironía que no se llamaba así de la misma manera que no se llama Viva el mojito.
El rodaje de Viva Cuba le permitió a Cremata viajar por la Isla y conocer lugares que él nunca había pisado, pero también, vivir la experiencia de trabajar con su madre, Iraida Malberti, fallecida en 2018, "que estaba haciendo la película de su hijo", "el niño de sus ojos".
Él se desvive al hablar de su mamá, a la que sigue considerando a día de hoy, "su mejor amiga" y "una institución" en el trabajo con niños.
Cremata descarta hacer en tiempos de pandemia algún tipo de reestreno de la película Viva Cuba. Tampoco se muestra eufórico a la hora de hablar de su futuro en el cine, pero advierte de que sigue haciendo arte porque es lo único que sabe hacer. Prueba de ello son sus cortos y su espacio Micro Cinema.
"Dejar de ser artista no puedo, aunque lo quisiera", concluyó.
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