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El crítico de arte contemporáneo cubano Jorge Gómez de Mello preguntó en redes sociales cuánto tiempo de sus vidas ha invertido la población de Cuba en hacer largas colas para acceder a una alimentación escasa y de mala calidad.
“¿Cuántas décadas llevamos los cubanos haciendo horas de cola para comprar un pedazo de pan de mala calidad?” inquirió el especialista de la revista Artcrónica en un post publicado en Facebook en el que compartió una reflexión hilvanada al hilo de su acontecer diario.
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Enfrentado a la realidad cotidiana de las colas para comprar alimentos en Cuba, Gómez de Mello compartió a través de redes sociales una reflexión sobre el fracaso del proyecto político que, bajo el nombre de Revolución, ha obligado a los cubanos a invertir tantísimas horas de su existencia a estos menesteres, incluso en tiempos de coronavirus.
“La concreta de un cubano”, tituló el historiador del arte su post que acompañó con la fotografía de una cola para comprar el pan, y en el cual hace una reflexión con los pies pegados al suelo. El realismo de su estilo y su vívida descripción de una situación familiar a todos los cubanos, refuerzan el mensaje de su publicación.
“Salgo a las 6.30 am hacia la tienda en MLC de Línea y 12 [en La Habana]. A esa hora ya encuentro una cola enorme. Pregunto por ‘el último’ y me acerco a los cristales para tratar de ver qué hay. La tienda casi no tiene productos. A mi lado, con la cara pegada al cristal, un hombre joven dice con tono de cansancio: De pinga, no hay nada”.
El que fuera Director de la Galería del Taller de Serigrafía “René Portocarrero” del Fondo Cubano de Bienes Culturales en la primera mitad de la década de los noventa, se cuestionó la necesidad de seguir atrincherados en defensa de un proyecto político que ha pasado por encima de las existencias individuales en nombre de presuntos ideales de justicia social.
“Comienza a amanecer y miro a la panadería de enfrente. Ahí está la eterna cola del pan. Saco el teléfono y hago la foto. Algunos de la cola me miran con desgano, otros con agresividad; todos atravesados por una resignación que asusta”, describe el autor del libro Iconografía de Máximo Gómez.
En medio del peor momento de la pandemia de coronavirus, los cubanos se ven obligados a seguir haciendo largas colas incluso para comprar pan, como han documentado infinidad de testimonios en redes sociales. A la tristeza de horas de espera, se suma la que provoca la calidad de un pan que, con la unificación monetaria, ha pasado de 0.5 centavos a costar 1 peso.
“Entonces pienso en los debates que leo en estos días en las redes sociales, como los dedicados a demostrar si es correcto decir patria o muerte o patria y vida”, señaló Gómez de Mello, refiriéndose a la brutal campaña de descrédito emprendida desde medios oficialistas contra los autores del himno Patria y Vida.
“Muchos de estos debates pertenecen al campo de lo puramente simbólico, y miro a las personas de la cola mientras me hago las siguientes preguntas: ¿Cuán simbólica es nuestra eterna cola del pan, cuan representativa de la vida concreta de varias generaciones de cubanos? ¿Es o no es la cola del pan un símbolo lo suficientemente contundente del fracaso?", terminó preguntando el crítico de arte.
Tanto el precio como la calidad de este alimento básico han provocado reacciones entre los cubanos desde la entrada en vigor de la llamada "tarea ordenamiento". A comienzos de año, el periodista oficialista cubano José Morales denunció el mal estado del pan que ofertan las bodegas cubanas, a pesar de haber subido veinte veces su precio.
"El día 0, que debía marcar diferencias, nos deja el amargo sabor de continuar con el mismo perro con diferente collar", manifestó el periodista quien dijo haber quedado anonadado ante la mala calidad del pan, la cual supuestamente debía "crecer exponencialmente", tras la subida de su precio.
Por las mismas fechas, la propia ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, se refirió a este tema en una comparecencia en la Mesa Redonda en la cual reconoció que, con la entrada en vigor de la "tarea ordenamiento", alrededor de un 13% de la población cubana había rechazado comprar el pan normado, porque consideraban que su nuevo precio no se correspondía con la calidad del mismo.
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