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El Gobierno de Cuba no gana para disgustos con las ansias de libertades políticas, culturales, económicas y sociales que han prendido entre la gente. Ellos creen que esa chispa la encendió el enemigo eterno y necesario. No entienden que algo ha hecho click en el corazón de los cubanos de dentro y fuera de la Isla. Estamos conectados por primera vez en mucho tiempo.
Los comunistas amantes de los Rolex y las mansiones en Siboney, ni cortos ni perezosos, se han lanzado a la reconquista de lo que abandonaron por el camino de la 'revolución'. Ahora quieren recoger lo que tiraron al vertedero en tiempos de abundancia y se han encontrado que dentro del tanque de basura no hay gusanos que aplastar. Hay mariposas.
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Por eso han sacado a la calle a su Policía política con orden de atraparlas si deciden salir del zulo al que las condenan por haber cometido el pecado de dejar de ser gusanos. Confían en que la mayoría de las mariposas sólo son capaces de vivir entre dos y cuatro semanas. Dentro de un mes, nadie se acordará de ellas. Las quieren hacer desaparecer con la esperanza de que lo que el ojo no ve, el corazón no lo desea.
Ante el avance de la ilusión en el barrio habanero, humilde y olvidado, de San Isidro, las hordas totalitarias del pin-pon-fuera han organizado un festival culinario este sábado en la calle Paula para celebrar, en plena pandemia del coronavirus, los 501 años de la fundación de La Habana. Es un alarde de la magia del sistema de salud cubano, donde la COVID no se propaga ni en colas "desafiantes" ni en tánganas sin mascarilla. Es el milagro de Cuba.
Los cuadros comunistas han decidido que este momento de escasez extrema que vive el país, especialmente en La Habana, es ideal para sacar pecho con 501 platos de la gastronomía cubana y no han podido elegir mejor escenario que el barrio de fríos vacíos de San Isidro, donde además, la semana pasada abrieron la casa de Titón y Mitha Ibarra, un espacio cultural en el que aspiran a proyectar películas para todos los públicos. Ha empezado la reconquista de San Isidro.
La élite instigadora del 'que-se-vayan' se ha volcado durante años con las zonas nobles de la capital cubana, donde han fijado sus residencias para no intercambiar miradas ni saludos con el pueblo, que sólo es pueblo cuando les aplaude. Si no les quiere es chusma, mercenaria y terrorista pagada por la CIA.
Descuidaron los rincones a los que en 1959 devolvieron la ilusión. Daban por hecho que los pobres son infinitamente agradecidos e inmunes a los desplantes. Creen que todo tiene arreglo menos el cristal roto. No asumen que se acabó el idilio. No lo ven. No están preparados para el divorcio. Su discurso violento del patria-o-muerte-venceremos suena a estas alturas como el latiguillo de los feminicidas: o eres mía (Cuba) o no serás de otro.
Los comunistas han perdido la iniciativa. Van a rebufo. Necesitan adelantar, incluso por la derecha. Para ellos no hay normas que no se puedan saltar ni ridículo que no se pueda hacer.
Por eso han convocado para este sábado una simultánea gigante de ajedrez como contra-partida a la iniciativa de los maestros Lázaro Bruzón y Holden Hernández, que estarán recaudando dinero en Miami para el Movimiento San Isidro. En el exilio han decidido que abrirán las fichas negras. Pura poesía, como esa convocatoria a protestar silbando.
No hay estribillo más machacón a oídos demócratas que escuchar a Díaz-Canel llamando "presuntos artistas" a los huelguistas de San Isidro. Cuando Luis Manuel Otero no protestaba, pertenecía a la Asociación Hermanos Saíz y era un artista. Desde que se declaró en rebeldía es un mercenario. ¿Quién ha perdido el relato?
Díaz-Canel (y su grupúsculo de comunistas) están convencidos de que sólo la élite está legitimada para protestar contra la dictadura del proletariado. El resto forma parte de la masa hambrienta y de lo que el señor Esteban Lazo llamó en el Parlamento de todos los cubanos "gusanera", citando el discurso del odio y la intolerancia de Fidel Castro. Eso en Europa no se atreve a hacerlo, desde las instituciones públicas, ni siquiera la ultraderecha más radical.
La pregunta que a estas alturas debería hacerse la élite del gobernante Partido Comunista es por qué esos presuntos artistas han conseguido emocionar y conectar a tanta gente. Deberían cuestionarse cuándo y por qué perdieron la capacidad de articular un relato que emocione, que invite a ser compartido.
No se puede llamar a la unidad de Cuba en el mismo discurso en el que se habla de anticubanos. Cuba necesita a todos los cubanos, juntos, sin distinciones entre ciberclarias y gusanera. Los comunistas son incapaces de luchar y defender la reconciliación nacional. Su discurso bélico, violento y lleno de odio ya no lo compra nadie. El coste político de la represión hace mella en la imagen de un país que merece más que ruinas.
Señores, admítanlo, los presuntos artistas los tienen en jaque jugando con fichas negras.
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