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El primer libro que leyó Reinaldo Arenas Fuentes (Aguas Claras, 1946 - New York, 1990) fue cuando su madre, con rabia de mujer dolida, apedreó a su padre ausente, asomado para ver a su vejigo, que no entendió la escena hasta muchos años después, cuando alumbró Celestino antes del alba y El mundo alucinante, sendos ejercicios subversivos que estremecieron La Habana heroica de 1968.
Reinaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante fueron escritores protoboom de la literatura latinoamericana, pero ambos fueron marginados por ser anticastristas, circunstancia que entorpecía los planes comerciales de quienes en Europa y Estados Unidos apostaron por brillantes narradores, pero comprometidos con la melancólica izquierda latinoamericana y deseosos de cobijarse bajo Fidel Castro Ruz y Casa de las Américas.
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Arenas nunca se doblegó, como mismo creía que la literatura no necesita ser explicada, como cualquier acto de creación humana; asumió desde muy pronto que los avatares de Celestino... no respondían al canon del realismo socialista y anduvo ese trillo hasta su suicidio, hace 30 años en Nueva York, enfermo y con la lucidez de quien se sabe condenado -como lo estuvo siempre- pero conservando el genio narrativo que abre Antes que anochezca.
Celestino es solo un sublevado permanente ante el orden imperante, como también lo son Fray Servando Teresa de Mier (El mundo alucinante), Héctor (Otra vez el mar), Arturo (Arturo, la estrella más brillante) porque el padre de todos ellos defendió la imaginación frente a la barbarie, la persecución y la ignorancia; como ocurre ahora con los miembros del Movimiento San Isidro y los jóvenes artistas e intelectuales plantados ante el Ministerio de Cultura.
El valor de la literatura de Arenas no radica en su transgresión sexual, que usó para escandalizar a un mundo aparencial de machos, como hicieron Lorca y Wilde, sino en su apuesta hasta las últimas consecuencias por la libertad como valor permanente del ser humano, capaz de matarse para hurtar el cuerpo a la agonía, no sin antes declarar que ya era libre y responsabilizar al comunismo de su furia y muerte.
Reinaldo Arenas Fuentes tuvo el coraje de revelarse ante el totalitarismo hedonista y carismático del Caribe a la par que Milán Kundera con su broma sobre el estalinismo que afligía Checoslovaquia; pero ya avisó otro grande de Cuba, Néstor Almendros: Nadie escuchaba y, menos aún, a esos seres extravagantes de conducta impropia, incluidos los pájaros erotizados en la playa.
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