Pasó el segundo debate, y el candidato demócrata Joe Biden se acerca al final de la campaña electoral norteamericana liderando el promedio de encuestas por más de siete puntos a nivel nacional.
Es cierto que su ventaja sobre el actual presidente y candidato republicano para la reelección, Donald Trump, se ha empezado a reducir en los últimos días, pero cada vez hay más dudas de que Trump pueda revertir la situación otra vez y dar una sorpresa, como sucedió en 2016. Las tendencias esta vez son más estables, y el republicano se está quedando sin tiempo para dar un vuelco al panorama.
Tras la debacle hace cuatro años de las encuestas (que acertaron en que Hillary Clinton ganaría el voto popular pero fallaron en los estados clave), ya nadie se atreve a dar por muerto a Trump en 2020. Sin embargo, varios indicadores alertan de que la posición desde la que parte Biden cuando faltan menos de dos semanas para las elecciones es mucho más favorable que la que tenía la exsecretaria de Estado a estas alturas.
Los expertos demoscópicos siempre advierten que las encuestas no son un reflejo del futuro sino fotos fijas de un momento concreto. Además tienen márgenes de error (generalmente 2 o 3 puntos arriba o abajo) y Trump ganó muchos de los estados que le dieron la victoria en 2016 por márgenes muy estrechos. El problema es que ahora esos márgenes son diferentes.
En 2016, por esta época, Clinton aventajaba en 6 puntos porcentuales a Donald Trump en la media de encuestas nacionales (45% para la demócrata por 39% para el republicano). Ahora Biden (50,7%) está casi 8 puntos por delante del actual presidente Trump (42,8%), según Real Clear Politics, y casi 10 puntos según FiveThirtyEight.
Las cifras de Biden son mejores ahora porque en ningún momento de los 150 días anteriores a las elecciones de 2016 ninguno de los dos candidatos consiguió superar la marca del 50% (Hillary Clinton no pasó del 46%). El exvicepresidente lleva por encima de esa barrera desde principios del mes de agosto y ha ampliado la ventaja coincidiendo con el contagio y hospitalización de Trump por COVID-19.
La clave para Biden está en hacerse con algunos de los estados considerados clave, especialmente con Pensilvania, que puede dar los votos decisivos para el triunfo presidencial.
Estados tradicionalmente rojos como Georgia, Iowa, Ohio y Texas también podrían volverse azules esta vez. En resumen, estamos más allá del punto en el que un error de votación normal podría permitirle a Trump cerrar la brecha. Aún así, tiene todavía probabilidades.
El sistema electoral estadounidense determina que el candidato que gana un estado se lleva todos sus votos electorales, por lo que la lucha real está en conseguir mejorar las posibilidades en los estados más reñidos. Por ello hay que poner el foco en los estados llamados "bisagra" o swing states que son aquellos que pueden cambiar de demócrata a republicano (y viceversa).
El granero de votos de los demócratas se encuentra en las costas atlántica y pacífica, mientras que el de los republicanos se extiende por el centro del país. Hay estados que ya se dan por adjudicados. Por ejemplo, Biden tiene confirmados los 55 delegados de California o los 29 de Nueva York y Trump los 11 de Tennessee o los 9 de Alabama. A priori, Trump parte con desventaja por lo que necesita imponerse en cada uno de los estados donde la votación está más ajustada.
Por el momento, es difícil predecir cómo evolucionará el voto de los indecisos, uno de los factores que determinó la victoria sorpresa de Trump en 2016. Pero mientras la tasa de indecisos de hace cuatro años estaba entre el 20% y el 15% del electorado en los últimos 150 días previos a las elecciones, ahora los indecisos nunca han supuesto más del 8% del electorado y las encuestas más recientes sitúan dicha cifra en torno al 6%.
Un indicador más que puede poner en jaque la hipotética remontada de Trump es que en 2020 no parece que pueda repetir su victoria en otro de los sectores demográficos que lo llevaron a la Casa Blanca: las personas que no valoran favorablemente a ninguno de los dos candidatos. Trump venció en 2016 en este sector por 17 puntos frente a Hillary Clinton, pero las encuestas recientes colocan a Biden con una aplastante ventaja de aproximadamente 20 puntos entre estos votantes a falta de dos semanas para la cita electoral.
Se sabe también que hay una gran cantidad de votos por correo ya enviados, lo que en principio beneficiaría a Biden. Doce días antes del 3-N ya han votado más de 47 millones de estadounidenses, más del 26% del total de 2016.
Lo seguro es que Trump, ya sea a favor o en contra, moviliza a los estadounidenses. Así como en las legislativas de 2014 se registró el nivel de participación más bajo en 70 años, en las de 2018, cuando él ya estaba en la Casa Blanca, se alcanzó el nivel más alto en más de un siglo.
De cualquier modo, hasta ahora se trata solamente de sondeos que ya en el 2016 infravaloraron la cantidad de votantes del republicano. Es una idea sobre la que Trump ha vuelto una y otra vez en sus masivos mítines de campaña, asegurando que va a ganar "a lo grande" el 3 de noviembre y calificando de fake news a las encuestas que dicen lo contrario.
Ya veremos.
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