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Un QR por núcleo familiar: Colas, tecnología y control social en Cuba

Una serie de aplicaciones informáticas, supuestamente dirigidas a controlar las colas, evidencian el control social en la isla.

Una cola en La Habana © CiberCuba
Una cola en La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

De frenesí tecnológico puede calificarse la proliferación de aplicaciones tecnológicas que el gobierno cubano ha lanzado en los últimos meses como parte de su cruzada contra "coleros y revendedores".

La más conocida es Porter@, desarrollada por la Universidad de Ciencias Informáticas y descargable en Apklis, la tienda de aplicaciones cubana, cuyo uso ya se ha normalizado en muchas tiendas de la capital y en otras provincias. Supuestamente, sirve para escanear el número de Carnet de Identidad, impidiendo que la misma persona pase varias veces al establecimiento.

Los creadores de esta APK no pueden ocultar su entusiasmo, aunque tampoco aseguran su éxito total pues aún existen muchas personas con carnés plasticados en el país, e incluso los anteriores a esos, y ambos formatos carecen del código QR.

También es obvio el hecho de que los usuarios podrían llevar más de un carnet (el de sus familia) y así "burlar" la aplicación. Pero nada de esto parece limitar a Porter@, que como sabe cualquiera familiarizado con la tecnología, podría ser también una herramienta muy valiosa para otros fines. Todo depende de lo que se haga con los datos recopilados

Los desarrolladores de Porter@, por ejemplo, afirman que este "organizador de colas puede exportar el registro diario de sus operaciones, lo que en tiempos de COVID-19 sirve para el análisis de contacto de una persona confirmada”. Se resuelve así el problema de las cola y el del coronavirus: dos por uno.

¡Hasta Cubadebate ha escrito que "no queda claro qué ocurrirá con ese volumen de información personal que estaría siendo almacenada por quienes la usen"!

Un reciente reportaje de The Economist, donde se reconoce que las largas colas y los estantes vacíos son noticias viejas en Cuba, menciona la novedad de Porter@, y cita a una pobre Eileen que trató en vano de comprar champú y salchichas en una tienda cerca de su casa en La Habana. La escanearon y le dijeron que regresara a la semana siguiente, que "no le tocaba".

También fue noticia hace poco Cola.cu, una app creada por el Instituto Tecnológico de La Habana "José Antonio Echeverría" (CUJAE). Su función también es verificar el carné de identidad del cliente que realiza una compra para conformar una base de datos. La aplicación registra la fecha, el lugar y los productos que compró, pero las autoridades también aseguran que servirá para informar sobre el uso de "perfiles falsos en las redes sociales atribuidos a personalidades para generar malestar en la población".

Al final de cada jornada la información provincial se unifica y cuando vuelven a abrir las tiendas queda actualizado el registro de compras, lo que permite identificar a los compradores reincidentes. Un artículo del mes pasado en Granma hablaba de 3600 habaneros que ya están en esta base de datos, pero ya deben ser más.

La última de estas aplicaciones se llama "Control de Tiendas", y es un experimento que se realiza en Matanzas, generado por un equipo de desarrollo del Departamento de Informática del Gobierno de esa provincia, que asigna un código QR a cada núcleo famiiar "con el cuál se podrá acceder una vez al pollo, aceite, picadillo, perro caliente, jabón de lavar y de baño, pasta de dientes y detergente".

Apertrechados con su QR, los clientes sólo podrán comprar en establecimientos pertenecientes al Consejo Popular donde residen "debido a que los datos de casi 60 mil núcleos familiares se tomaron de la oficina de Control para la Distribución de los Abastecimientos".

En un acto de generosidad excepcional, las autoridades explican que están valorando entregar más de un QR a los núcleos familiares "con un número importante de miembros" (sic).

Parece cosa de risa, pero todas estas herramientas digitales se han desarrollado en un tiempo récord, y suscitan no pocas dudas entre los cubanos.

Ya se ha demostrado que no funcionan sólo para controlar el acceso a los establecimientos, sino que están conectadas con una base de datos del Ministerio del Interior. Este reconoce abiertamente que las usa para detectar “categorías de interés”, entre las cuales se encuentran, por ejemplo, deudores de la ONAT o "palestinos" escapados de su provincias de origen.

El Portal del Ciudadano de La Habana publicó incluso un Resumen de la primera semana de la Operación de Lucha contra los Coleros en la capital, en el cual afirmaba haber identificado "más de 949 personas, entre las cuales se encontraron 310 coleros, 81 de control operativo, 48 personas objeto de búsqueda, uno con documentos de un fallecido y otros 48 que están en libertad condicional".

Entre las “categorías de interés” del MININT estuvieron también 309 deudores de la ONAT y 152 deudores de multas, faltas que poco o nada tienen que ver con el “enfrentamiento a coleros, revendedores y acaparadores”.

Siempre están, por supuesto, los tontos que aplauden estas herramientas de control que el gobierno presenta como "solución". E incluso los que colaboran con el control como tarea tecnológica de choque. Pero la realidad es que Cuba parece estar siguiendo, en la modesta escala de sus posibilidades, el modelo chino, donde se ha aprovechado la epidemia de coronavirus para poner en práctica el control de la población utilizando datos y tecnología. Esos "experimentos" chinos también hacen uso de la información recopilada por las aplicaciones y la integran y comparan con una red de Big Data al servicio de la policía.

Seamos optimistas: quizá el brote de coronavirus o las colas sean cosas pasajeras, pero estas iniciativas de control social seguro que han llegado a Cuba para quedarse.

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Ernesto Hernández Busto

Periodista y ensayista cubano. Fundador del sitio Penúltimos Días.


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