El último año ha sido terrible para la cubana Cleida García. Tuvo que enterrar a su segundo hijo, un bebé con Síndrome de Down, y hace un mes cinco hombres violaron presuntamente a su niña de 13 años en el Cotorro, delante de una sexta persona, un mirón, que supuestamente presenció el delito. A día de hoy todos están en libertad en La Habana.
CiberCuba ha hablado con esta madre que no encuentra justicia en la Isla ni para la supuesta negligencia médica que llevó al fallecimiento de su bebé ni para encerrar en la cárcel a los violadores de su hija.
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Durante veinte minutos de entrevista, García cuenta con lujo de detalles en qué circunstancias ocurrió la violación de su niña; cómo tiene que afrontar a diario la difamación a la que los violadores están sometiendo a la menor en su barrio, y sobre todo, la justificación que le dio un oficial de la Policía Nacional Revolucionaria para explicar por qué los violadores no están en prisión preventiva a la espera de juicio.
Según cuenta, su hija conoció a uno de sus violadores a través de la plataforma cubana de mensajería instantánea toDus. Poco después, ella fue a una cafetería y allí estaba este joven, que la convenció para llevársela a su casa, donde le pidió que tuvieran relaciones sexuales. Insistió hasta que la niña accedió.
Cuando la menor salió del cuarto, se encontró con otros cinco hombres esperando. La niña asegura que sintió miedo y que por eso accedió a hacer lo que ellos querían y no gritó por temor a que le hicieran algo peor.
La madre de Cleida echó de menos a la niña y salió a buscarla. Preguntó a unos custodios del barrio y fueron ellos los que le dijeron que la habían visto con un muchacho y le indicaron hacia dónde habían ido. Cuando la abuela de la niña entró en la casa, donde había música, los violadores de su nieta la empujaron, la maltrataron y ocultaron a la menor de edad.
Al no poder dar con la niña, la abuela salió en busca de Cleida y al poco la menor regresó sola a casa y contó a su familia que cuando la llamaban, los violadores le apagaban el teléfono. Además, dijo que "esos hombres la habían amenazado".
Cleida García no lo dudó y tras escuchar lo que le había pasado a su hija, fue a la Policía e interpuso una denuncia. De ahí llevaron a la niña a Medicina Legal, pero su familia no sabe a qué conclusiones llegaron los forenses porque no han vuelto a tener noticias de ellos.
Sí saben, por el testimonio de la niña, que los violadores no usaron preservativos y que al menos tres de ellos (uno de 33 años) eyacularon dentro y, de hecho, le transmitieron una bacteria que ella combate actualmente con azitromicina, clotrimazol de 500 mg y metronidazol. Además, la psicóloga que la está atendiendo le ha recetado clordiazepóxido.
En un primer momento la Policía detuvo a tres de los cinco violadores. A los otros dos no se molestaron en buscarlos. Tampoco al sexto participante, de unos 40 años, que estuvo mirando todo lo que le hacían a la menor. Sin embargo, al declarar en la estación de Policía intentó quitarse de en medio diciendo que él había rescatado a la niña.
Al ver que los violadores no ingresaron en prisión preventiva, Cleida García acudió a la Policía de Alamar, que es la que lleva el caso, y reclamó al "instructor Carlos". Éste se justificó diciendo que los violadores tenían una medida cautelar y que por eso estaban en libertad.
La madre, que no salía de su asombro, le reprochó que cuando alguien mata una vaca en Cuba no hay medida cautelar. "Cuando anda un vendedor en la calle buscándose cuatro pesos o los que andan sin mascarilla, para esa gente no hay medidas cautelares", lamentó.
García le preguntó también al instructor del caso de la violación de su hija por qué no habían ido a buscar a los otros dos hombres que no habían sido detenidos y el oficial le dijo que porque no había transporte y estaban hasta arriba de trabajo. "Me dijo que si hubiera tenido transporte, él hubiera ido personalmente y los hubiese buscado".
A la madre de la niña violada no le caben dudas de que ha sido una violación. "Aunque ella hubiese querido, es una violación porque es una niña que acababa de cumplir trece años y fue manipulada por esos hombres. "Esos hijos de p... tienen que pagar. No pueden estar en la calle".
Después de lo que pasó y a raíz de la campaña de difamación que los violadores están llevando a cabo en el barrio, la niña no quiere salir de su casa porque dice que le da vergüenza y le pregunta a su madre: "¿Mamá, ellos no están presos?" y su madre la calma y le dice que todavía, que poco a poco.
"Yo, como madre, quiero justicia. No puede ser. Le pasó a mi niña, pero mañana le puede pasar a cualquiera. Hablo en nombre de todas las madres de este país que han pasado por algo horrendo así", dice García.
Ella confiesa que cuando se encuentra a los violadores a diario siente ganas de "sacarles el corazón", pero no lo hace porque sabe que si llegara a hacerlo se pudriría en la cárcel.
A lo ocurrido con su niña se suma su denuncia del mal trabajo de los profesionales de la Salud en el Cotorro que no detectaron a tiempo las malformaciones que traía su bebé, fallecido poco después de nacer con Síndrome de Down. Como consecuencia, tuvo que ser sometido a varias intervenciones quirúrgicas que le llevaron hasta el fatal desenlace.
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