El estado natural de Cuba es la necesidad y los cubanos, ante la dolarización acelerada de la economía y sus vidas, están rescatando formas ingeniosas, al margen del estado comunista, para conseguir alimentos, jabones y detergentes, medicinas y cuidar de sus familias.
Como siboneyes modernos y cumpliendo con la cacareada continuidad de Díaz-Canel, están retornando a la economía de trueque; exprimiendo al máximo su escaso y caro acceso a Internet y han creado un canal en la red social Telegram para intercambiar, no lo que les sobra. ¿Que puede sobrarle a un cubano?, sino lo que tienen y, por necesidad, deben cambiar por algo que necesitan aun mas.
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El canal se llama “Intercambio y Trueque”, funciona mediante publicaciones estandarizadas, como las que se reproducen, literalmente, para ilustrar mejor necesidad e inventiva en la Cuba empobrecida del siglo XXI:
#cambio cartón de huevos
#quiero 4 yogurt vasito o champú
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#cambio anillo plata 925
#quiero café, mayonesa, kétchup, papel sanitario, compotas.
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#cambio metformina
#quiero metocarbamol, naproxeno, antibióticos
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#cambio pasta de diente y jabones de bodega
#quiero salsa china
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#cambio un reloj de hombre
#quiero culeros desechables
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#cambio paquete de muslo de pollo 2 kg
#quiero 4 picadillos de 0.90 cents
Las ofertas son infinitas, incluyen herramientas, ropas, joyas, electrodomésticos, medicinas, antigüedades, pero sobre todo comida y productos de aseo; los pedidos de trueque más frecuentes son alimentos, café y champú.
Recurrir a este primitivismo económico es claro signo de desconfianza en la gestión estatal, que es quien da respaldo y valor a la moneda de un país; no es casualidad que esta iniciativa haya surgido casi al unísono con el avance de la dolarización, la gente, aun sin hacer un análisis monetarista de los garrafales errores de la conducción económica gubernamental, sienten que el dinero cubano, sea CUC o CUP, es cada vez menos confiable y -a falta de dólares- prefieren intercambiar mercancías directamente, antes de acumular unos papeles de dudosa valía y dudoso futuro.
El gobierno cubano ha tratado siempre a la inflación como a los disidentes políticos: Se le reprime duramente, se le acosa y se le encierra; cuando, pueden, se le ignora o se le llama con inútiles nombretes, se hace de todo para que esa terca realidad no interfiera con la dulce ensoñación castrista de que en Cuba los precios y las conciencias están controlados.
La ríspida verdad es que el control de precios estatal funciona como un embudo: A los productores nacionales les toca la parte estrecha, márgenes de ganancia de pura supervivencia; mientras los importadores estatales como CIMEX, gozan de manga ancha para multiplicar varias veces el precio que pagan, sacándonos hasta el triple de lo que ellos importaron, con nuestro propio dinero.
La teoría económica y la experiencia mundial, demuestran que el control de precios aumenta la escasez porque resulta poco atractivo para los productores por el sacrificio y el riesgo que implica producir para que otro te imponga el precio al que debes vender; contrayendo la oferta y -paradojicamente- provocando una notable subida de precios en la bolsa negra que -junto a las colas- es el símbolo por antonomasia de la economía castrista.
Han vuelto oscuras nubes para la mayoría de los cubanos, tiempos regresivos donde la continuidad implica desesperanza; los dueños del juego siguen dándole agua al mismo dominó, los intelectuales orgánicos piden cultivemos comida hasta en macetas, y un héroe se esfuerza porque florezca una calabaza en cada CDR; mientras los cubanos empobrecidos, seguirán soñando con el trueque más deseado:
#cambio Pasaporte más caro del mundo
#quiero Pasaporte azul con un águila dorada
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