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El pasado 29 de septiembre se cumplieron 32 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Unión Europea (UE) y Cuba. La Delegación de la UE en La Habana lo celebraba con la apertura de su cuenta en Twitter.
La tardía incorporación de esa herramienta a la comunicación de la Delegación de la UE denota las dificultades que esta legación diplomática ha encontrado para informar e intercambiar con la población cubana.
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Ahora ya tienen Twitter y lo celebran así: “En esta fecha, en 1988, #Cuba y la #UniónEuropea establecían relaciones diplomáticas. Celebramos este #32AniversarioUE_Cuba con la apertura de este nuevo canal de comunicación de la #UE en el país. ¡Síguenos a partir de hoy en @UEenCuba”. Muy bien; esperemos que no teman los ojos del pescado que han comprado.
Y es que a través de esta red social pueden llegarles los mensajes de usuarios cubanos con problemas de visas o estudiantes preguntando por becas. Pero también de líderes opositores, disidentes, familiares de presos políticos presos, organizaciones no gubernamentales y, en definitiva, una masa crítica que empieza a tomar forma de sociedad civil en Cuba.
Esta sociedad civil ha sido reconocida por la UE en varias ocasiones. El Parlamento Europeo ha concedido tres premios Sajarov a líderes opositores y activistas pro democracia cubanos. Pero, más allá de ese reconocimiento formal teñido de cargo de conciencia, la acción exterior de la UE en Cuba deja mucho que desear en el apoyo a esta incipiente sociedad civil y en la promoción de los derechos humanos y la democracia en Cuba.
El Acuerdo de diálogo político y cooperación firmado en 2016 por la UE con el régimen cubano incluye un diálogo en el que, entre otros temas, se establece la necesidad de intercambiar puntos de vista sobre los derechos humanos (art. 5). En su momento la UE celebró esta inclusión por su carácter vinculante. A día de hoy es imposible saber qué ha fallado en este mecanismo para que el diálogo con el régimen discurra sin tener en cuenta los incontables atropellos que comente contra sus ciudadanos.
Es evidente que promover el diálogo nacional sobre los derechos civiles y políticos en un régimen totalitario como el cubano es difícil y requiere de muchos recursos de todo tipo, necesita la ayuda e implicación de todos los actores nacionales e internacionales comprometidos con la democracia y necesita, cómo no, de financiación. Para fortalecer la sociedad civil cubana, para dotarla con herramientas de pensamiento y acción adecuadas para sus fines, y para arraigar en ella un enfoque de derechos que constituya la base de su empoderamiento, se necesitan medios.
Promover el cambio no solo a través de la denuncia, sino a través del poder transformador de las ideas, del discurso, del relato, de propuestas cívicas y políticas que se articulen en una sociedad enfrentada a su reflejo: eso requiere un presupuesto complejo, multisectorial, transversal y de millones.
La Unión Europea se declara uno de esos grandes actores internacionales que promueven la democracia y los derechos humanos como parte de la proyección de sus principios y valores. Pero la diplomacia de la UE hacia Cuba emplea todo su poder en una estrategia que busca promover el cambio desde arriba, es decir, mediante un diálogo con el régimen.
La idea fuerza es hacerles ver las ventajas de emprender reformas y aperturas en la economía y la sociedad cubanas. El acuerdo de diálogo político y de cooperación, insiste en esta idea, esta vez dejando a un lado la condicionalidad establecida en el anterior instrumento de política exterior, la Posición Común.
El próximo diciembre se cumplirán cuatro años de la puesta en marcha de esta estrategia y las cosas en Cuba siguen igual o peor que antes. La UE tiene capacidad para implementar otras vías de acercarse a la sociedad civil cubana, para establecer con ella un diálogo y encontrar fórmulas para empoderarla. Si el gobierno lo impidiera, ¿qué sentido tendría seguir dialogando con él?
Publicaciones, debates, conferencias, concursos fotográficos, artísticos, literarios, periodísticos y de investigación en ciencias sociales; herramientas de esta naturaleza terminarían revelando no solo el régimen represivo bajo el cual viven los cubanos, sino el Estado fracasado bajo una ideología impuesta en la Constitución. Terminarían construyendo el relato de ese fracaso, sus causas y consecuencias. Un relato que no solo quedaría en la denuncia, sino que desarrollaría análisis diversos e interdisciplinares que sumarían ideas y fuerzas para expresarlas en un movimiento artístico, político y social.
Han sido varias las iniciativas que -desde la oposición, las ONG’s y la sociedad civil en Cuba- han intentado articular este discurso, pero sus esfuerzos requieren mayor apalancamiento. El Instituto de artivismo Hanna Arendt, por ejemplo, otorga premios y financia proyectos por valor de unos 50 mil CUC. Su creadora, Tania Bruguera, es una reconocida artista comprometida con la libertad, pero su Instituto es una gota de agua en el desierto de recursos de la sociedad civil cubana.
Otro ejemplo reciente es la convocatoria lanzada por la Organización No Gubernamental Cubalex para participar en un concurso de fotografía bajo el título Revelando Represión, con el fin de mostrar las formas represivas del régimen cubano y la “actuación y posturas del gobierno contra la sociedad en su conjunto”.
Pero un concurso como el Cubalex -con todo lo valioso que resulta aportar imágenes de la represión al discurso sobre la falta de derechos y libertades en Cuba- solo tiene una modesta cantidad para premiar a quienes se atrevan a participar. Lo arriesgado de concursar en un evento de semejantes características (fotografiar y difundir según qué, puede ser considerado delito según el Decreto 370), contrasta con la modesta suma de los premios.
El empoderamiento de la verdadera sociedad civil cubana (no las organizaciones de masas oficialistas) necesita empatía, solidaridad, cooperación y muchos recursos. Deberían tomar nota y sacar cuentas los organismos internacionales, los gobiernos democráticos, todos aquellos interesados en promover los derechos humanos y las libertades como fundamento de la convivencia global.
En fechas recientes la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia concedió el "Premio Oswaldo Payá: Libertad y Vida" al Parlamento Europeo. El gesto es simbólico y polisémico. Payá, premio Sajarov del PE -fallecido de manera sospechosa-, da nombre a un premio que recae ahora en manos de ese parlamento que en su día lo premió por la lucidez y coraje de su Proyecto.
En Cuba hay una incipiente sociedad civil que empieza a empoderarse, que busca espacios para alcanzar sus metas libremente. Es una sociedad civil que adopta miles de formas insospechadas: desde ONG’s a youtubers, desde activistas a opositores, desde tuiteros paródicos hasta grupos de Facebook. Una sociedad civil cuyos mensajes e imágenes empiezan a encriptarse en un espacio que ya no es la realidad controlada por el régimen. A ver si la Unión Europea y demás actores interesados decodifican el mensaje.
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