A finales de agosto empecé a especular en las redes sociales con la posibilidad de que José Dariel Abreu deviniera el tercer pelotero cubano premiado con el MVP, siguiendo la ruta de Zoilo Versalles (1965) y José Canseco (1988). Dos semanas después, la candidatura del ‘79’ va de boca en boca.
Lo que pasa es que se trata de la Liga Americana en el primer cuarto del siglo XXI. Es decir, que en ese espacio y tiempo existe un tal Mike Trout empecinado en ser dueño de todo: tanto, que con 29 años ya le empezaron a forjar su placa en Cooperstown.
Una reciente encuesta del sitio digital de MLB dio a Trout como favorito para hacerse con su cuarta distinción de Most Valuable Player, seguido muy de cerca por el diestro Shane Bieber. Pito Abreu venía luego a notable distancia, en puja con su coequipero Tim Anderson y el incombustible Nelson Cruz. Muy bien: ahora pueden tildarme de nacionalista, pero no estoy de acuerdo.
De sobra se sabe que el concepto de MVP no está debidamente definido, de manera que cada votante analiza las cosas a su libre albedrío. El elegido, incluso, puede pertenecer a un equipo que ni siquiera haya clasificado a los play offs (caso de los Angelinos de Trout en 2016 y 2019). Hay una especie de irrefrenable libertad a la hora de hacer la selección, y por esos anárquicos caminos cabe la posibilidad de caer en injusticias.
Para mí, la selección del MVP tiene obviamente que mirar al rendimiento ofensivo-defensivo a lo largo de todo el campeonato, pero no puede perder de vista NUNCA una pregunta imprescindible, justificativa de la inclusión de la palabra “valioso” en la denominación del premio. Tal interrogante es: ¿qué habría conseguido el equipo sin los aportes de ese jugador?
Nadie lo dude: Pito Abreu no ha parado de brillar desde que debutó en 2014, pero esta ha sido por mucho su campaña más sensacional. Sus números alegan que impulsa una carrera por partido, que aparece en el Top 5 de un montón de departamentos relevantes, pero también lo asisten unos cuantos intangibles que decoran maravillosamente el panorama.
Por ejemplo, este año igualó un récord ligamayorista con cuatro jonrones en visitas consecutivas al home plate, algo que previamente apenas sucedió en 43 oportunidades.
Además, se convirtió en el quinto toletero en despachar seis pelotas en una serie de tres encuentros desde el remoto 1920: antes solo pudieron hacerlo Barry Bonds (2001), Alex Rodríguez (2002), Shawn Green (2002) y Hee-seop Choi (2005).
Continúo. En esta temporada el cienfueguero posee la racha más larga de juegos seguidos conectando de hit, con un total de 22. Y todavía digo más: digo que armó junto a Yoan Moncada, Yasmani Grandal y Eloy Jiménez el décimo cuarteto de la historia en firmar un back-to-back-to-back-to-back.
Todo eso ilustra el formidable performance firmado en 2020 por el mejor bateador libra por libra que ha salido de las Series Nacionales rumbo a las Grandes Ligas. Sin embargo, el cuadro no me parecería completo si los Medias Blancas hubieran vuelto a ser actores secundarios en el Centro de la Liga Americana.
Justo eso es lo que a mi juicio pone a Pito Abreu un peldaño por arriba de sus competidores. Su aptitud en el centro del line up y su actitud a la hora de nuclear la sangre joven del equipo, han pesado decisivamente para que los ChiSox lideren la división por encima de los favoritos precompetencia, los Mellizos (de Nelson Cruz) y los Indios (de Shane Bieber).
Sospecho que Bieber terminará agenciándose el Cy Young, Cruz volverá a ser soslayado y Anderson se difuminará a la sombra de su coequipero de Cruces. ¿Quién es el gran rival? Pues el mejor pelotero de su generación, Mike Trout, que otra vez anda suelto con el bate y otra vez (este es un punto oscuro aunque no sea culpa suya) va a quedar fuera de la postemporada.
Ojo: Trout ya tiene tres placas de MVP, pero no es invencible. En 2018 le ganó Mookie Betts; en 2017 lo aventajaron José Altuve, Aaron Judge y José Ramírez; en 2015 lo derrotó Josh Donaldson. Y este año, si Dios y el béisbol quieren, perderá nuevamente para gloria de Cuba.
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