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El gobierno insiste en frenar el papel de los pequeños y medianos empresarios privados en la reactivación de la economía y, además, aplica una política educativa que no contribuye al desarrollo social y desanima a las fuerzas productivas de la nación, que tienen una estrategia diferente para afrontar el presente y futuro de Cuba.
Cuba sufre el impacto de la crisis financiera y sus instituciones públicas padecen el uso de métodos obsoletos que apenas satisfacen las necesidades de los ciudadanos, pues no responden a sus demandas, pese a la repetición del aforismo marxista de que socialismo implica la satisfacción de las necesidades del hombre.
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El Ministerio de Educación carece de un programa que tenga entre sus objetivos principales dinamizar la sociedad cubana y las relaciones mercantiles entre los privados, a partir de la inclusión de contenidos para el manejo de negocios en los planes de estudio.
El modelo educativo cubano, orientado a la memorización de contenidos y a la reproducción mecánica de habilidades, limita el pensamiento crítico y la creatividad de los estudiantes e instala mecanismos de control social en los razonamientos de los individuos desde las edades más tempranas.
Sin embargo, el criterio de la tradición pedagógica cubana ha sido vincular el estudio al trabajo en la creación de conocimiento mediante experiencias adquiridas en los procesos de enseñanza, para la transformación de las relaciones socioeconómicas.
La formación por competencias es la clave porque estimula la innovación en los alumnos y su actitud hacia el emprendimiento como elemento que empodera a los sectores de Cuba más vulnerables, en un escenario complejo, sumergido en un profundo desastre.
Los actuales planes de estudio cubanos deberían modificarse para facilitar a los jóvenes su inserción en las actividades relacionadas con el trabajo por cuenta propia y las cooperativas, actores que hoy son los mayores creadores de puestos de trabajos en el país, además sostienen la economía doméstica.
El desinterés de las autoridades afecta a un millón y medio de estudiantes que deberán insertarse laboralmente en los próximos 10 años, sin oportunidades claras para emplearse en el sector privado de Cuba por la mala calidad de su aprendizaje.
La herencia cultural de los cubanos en materia de negocios, luego del triunfo de la revolución, fue exportada durante las sucesivas oleadas migratorias y aún se carece de una educación orientada al emprendimiento como valor indiscutible de las personas.
Pese a ello, el liderazgo de los empresarios privados cubanos ha sido capaz de reconstruir el mercado local, promover un intercambio socialmente responsable hasta lograr alianzas para hacer frente a la amenaza constante que representa la empresa estatal socialista.
La prevalencia de la oferta de los cuentapropistas en el mercado cubano se debe al carácter individual de sus actividades, que ha sido aprovechada por el sector para aumentar su movilidad social y articularse en los diversos mercados formales e informales.
Actualmente, la crisis cubana sucede en el plano de lo instituido (ámbito estatal) y lo instituyente (entorno privado) que sólo puede ser sanada a partir de una reforma a la herramienta por la que se reproducen todas las ideologías y conductas: la educación.
El modelo de desarrollo cubano, a punto de colapsar, se niega a transitar hacia el cambio de época que suponen la transformaciones de los paradigmas educativos en el siglo XXI, mientras los empresarios privados avanzan y se consolidan como el emergente Hombre nuevo, aunque sigan estando ausentes de los planes educativos de la nación y la prensa oficial insista en demonizarlos.
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