Está en Netflix.
Y es de Netflix. No de ninguna de las grandes compañías acaparadoras, sobre todo de la distribución de la buena animación por todo el mundo.
PARA TODAS LAS EDADES.
Sobre todo, para aquellos que no quieren dejar de ser niños.
Esta es una película de muñequitos -soy cardíaco a los animados, de todo tipo- hermosísima y dirigida por dos mujeres REGINA WELKER y NINA WELLS.
Sobre dos simpáticos personajes, también femeninos.
LATTE, una erizo hembra que se llama, a sí misma, "princesa" -el lenguaje inclusivo, crea aquí un ridídulo problema, pues la palabra sería, entonces, "una eriza" y suena feo, cheo, además de ser inservible- que junto a su amiga, una ardilla llamada TJUM, -¡vaya a definirse un género en ese ruido!- se enfrascan en una "road movie" -o una película de viaje, carretera, camino, o recorrido- para ir a buscar una piedra mágica, robada por el rey oso BANTUR y devolverle el preciado líquido, a todos los habitantes el bosque.
Más o menos, como la situación de las continuas sequías en Centro Habana, o Habana Vieja, por solo mencionar dos municipios capitalinos cubanos.
Y este rey oso, además, le gusta el ballet y el nado sincronizado.
Es un poco rarito, pero machote y cruel.
Porque en esta dulce comedia, hay malos y buenos, pero todos son divertidos y buena gente.
Así, las dos amiguitas tienen que atravesar por varios peligros -una rana que las droga, un lince mudo que los persigue y una manada de lobos- en lo que van perdiendo, o consolidando, su amistad y descubriendo valores humanos. Bueno, para ser justo con el lenguaje, en este caso, deberían ser valores erizados y ardíllicos, digo yo. Pero, valores, que se están perdiendo, cada vez más y que es útil, enseñarselo a los niños. Y a los que olvidaron que lo fueron.
Llena de situaciones graciosas y diálogos simpatiquísimos, esta es una película que puede hacerle soltar su carcajada boba, de tanto en tanto, mas, de seguro, le permitirá disfrutar de la tan necesaria sonrisa, al final, para mantenerle despiertos sus músculos faciales y el alma con la ilusión de haber sido encantada.
Sin actores súper famosos y un gran trabajo de voces.
Me gustó bastante.
Tanto, que al final tuve que fijar la opción de continuar viendo los créditos finales que, casi siempre, Netflix elimina en cuestión de unos escasos minutos.
Es una muy mala costumbre no verlos hasta que terminan.
La mayoría de la gente suele levantarse e irse, en los cines, sin apreciarlos.
Y el espectador promedio suele perderse, en ocasiones, hasta sorpresivos y distintos desenlaces.
Además de que los créditos, de inicio y coda, se han convertido en todo un arte y en una meticulosa, poderosa y eficaz, especialidad y/o arma creativa.
No se pierdan esta "graciosura" que amén de entretener, enseña, divierte y uno se olvida, por un rato, de la majomía enferma que nos rodea.
Relaja.
Como el jabón, resbala.
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