Un hombre asesinó hace cuatro días a una joven de 22 años en Baracoa y a la hija de ésta, de apenas dos añitos. El diario local, Venceremos, no sólo no se hizo eco de la noticia, sino que, encima, ha tenido el mal gusto de publicar estos días un titular difícil de digerir dadas las circunstancias: “En cero, la mortalidad materna en Guantánamo”.
Granma, periódico oficial del Partido Comunista, tampoco ha recogido este suceso, que ha conmocionado a gran parte de la sociedad cubana. No es noticia para ellos. No les sirve para sostener la propaganda de su mundo fantástico. Se ponen de perfil porque siguen creyendo que sus maniobras de distracción a golpe de efemérides y consignas dan en la diana. Han construido una Cuba nostálgica a la que se le van los días desempolvando fotos viejas.
Pero lo que de verdad me repatea la existencia es que la Federación de Mujer Cubanas (FMC) no haya salido, inmediatamente, a condenar el crimen de Baracoa. ¿Para qué sirve una organización que calla ante la muerte de mujeres en la Isla; que no se planta ante el Gobierno para exigir leyes que sancionen cualquier tipo de violencia contra la mujer? ¿Qué defiende la FMC? ¿A quién?
La violencia machista no tiene color político ni entiende de países, de clases sociales o de nivel cultural. No existe un método infalible para frenarla, pero la práctica ha demostrado que la protección socio-jurídica y una denuncia a tiempo, salvan vidas.
Los comunistas cubanos, por motivos que hasta ahora no se han dignado a explicar, han renunciado a luchar contra la violencia hacia las mujeres. Les está costando reconocer que nos están matando; que mientras escribo este artículo seguramente hay alguna cubana sufriendo una paliza de las que se dan de puertas para adentro o de puertas para afuera, que todo el mundo oye o ve y nadie denuncia.
Reconocer que los feminicidios son un cáncer de Cuba les llevaría a asumir que detrás de esta barbarie está el machismo tolerado por las altas esferas; el alcoholismo silenciado, pero, sobre todo, un fracaso estrepitoso de un sistema educativo, que cambió valores por lemas y que ha terminado creando una sociedad extremadamente parecida a los monstruos que critica.
El machismo en Cuba es una plaga. Pero es más, hay cubanos que llevan años fuera de la Isla y siguen militando en ese machismo y en esa homofobia tropical. Todo lo que huele a mujer o parece mujer les da alergia, les resulta insensato, insano, superficial y desechable. Sobre todo, cuando no pueden tocarlo ni estar a su altura. Cuando se les resiste. El macho no entiende que hay, pero no le toca. Nos ven como una pertenencia, como un adorno y si no pensamos, si no hablamos, si no protestamos, entonces y sólo entonces vamos camino de ser perfectas, ideales de la muerte. Ese machismo impuesto desde el poder hay que arrancarlo de raíz.
Mi generación, la generación de cubanas de todas las edades que vivimos fuera de Cuba, no ha dado por perdida esa guerra. Las jóvenes de la Isla tienen que pelearlo como lo han hecho las mujeres de Ciudad Juárez; el movimiento #MeToo en Estados Unidos o el movimiento feminista en el mundo entero.
Es hora de empezar a denunciar lo que hace unos años pasaba por ser normal aunque nunca lo ha sido. Hay que decir basta a los agresores, pero también hay que decirle basta a un sistema que no protege a las mujeres. Si no tienen adónde ir; si no tienen trabajo y encima tienen hijos a su cargo, aguantarán palizas hasta que un día las maten.
No entiendo que con la red de información tan potente que tiene el Partido Comunista en los barrios, los CDR y la FMC no se hayan convertido en altavoces para denunciar cualquier tipo de violencia contra las mujeres. Ya basta de pensar que entre marido y mujer nadie se debe meter. Ya basta de creer que no se puede salir de ese hueco. Sólo intentándolo sabremos si somos capaces de conseguirlo.
Pero es verdad que es muy difícil salir sola. La única solución no puede ser remangarse los pantalones, dar el paso de cruzar el puente y poner tierra de por medio. Cuba necesita un sistema de leyes y de protección social que evite que nos maten, como se mata a un cerdo: a puñaladas. Así murió esta semana la joven de Baracoa. Decenas de puñaladas para acabar con su vida; un cuchillo para matar a su hija. Dos muertes que nos duelen porque son nuestras. No de Cuba. Esto va de mujeres.
No es la primera vez que escuchamos hablar de una explosión similar de odio, alienación y ensañamiento. Esa impotencia, esa furia volcánica de los que no tienen 'güevos' para batirse el cobre en la calle, la estamos pagando, en casa, las mujeres cubanas y de muchas otras partes del mundo. El machismo no entiende de nacionalidad ni de límites geográficos.
La solución pasa por denunciar, pero en Cuba no te toman en serio ni existe respaldo legal para ello. Nadie saldrá en tu barrio a guardar un minuto de silencio si te matan. Tú no saldrás a guardar un minuto de silencio si matan a la hija de tu vecina. Nadie se para en un balcón a guardar ese minuto de silencio por las víctimas del feminicidio oculto por los comunistas cubanos.
Hay que empezar a dar la cara. Por nosotras, por nuestras hijas, por nuestras nietas y también por las mujeres que no conocemos. Estamos desprotegidas. Nadie moverá un dedo por nosotras. Hay formas de pararles los pies, de encerrar a esos machistas impresentables; hay que conseguir que si no respetan la vida, al menos sean mal vistos en su barrio y en su trabajo. Tenemos que lograr que los maltratadores den asco. Hay que cambiar las cosas. En Cuba no pasa nada y tiene que pasar.
La FMC es una organización arcaica que no tiene razón de ser. Es lamentable que se sigan destinando recursos del Estado a mantener la estructura de una entidad que vive de espaldas a la violencia contra las mujeres en Cuba y que se dedica, casi en exclusiva, a producir propaganda. Para resolver un problema, el primer paso es reconocer que existe. Pero no sé si quienes dirigen la Federación de Mujeres Cubanas tienen capacidad de entender que el movimiento feminista va por una parte y ellas por otra. No asumen que se les fue el tren.
Necesitamos un #MeToo a la cubana. No podemos seguir tragando mierda. Denuncia a quien te maltrata, a quien te discrimina, a quien te utiliza desde las esferas de poder. Nada nos devuelve la vida. Vamos a luchar por el aquí y el ahora. Nos están matando: a nosotras y a nuestras hijas. Si no lo haces por ti, hazlo por ellas y por los niños que el machismo ha dejado huérfanos en Cuba.
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