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El Dany: legado y trascendencia

Nunca antes vi tanto consenso en torno a una persona: un simple mortal que, a sus 31 años, nos deja físicamente pero planteándonos incontables retos como sociedad, que necesita continuar encontrándose consigo misma.

Reguetonero cubano El Dany © Facebook / El Dany
Reguetonero cubano El Dany Foto © Facebook / El Dany

Este artículo es de hace 3 años

La muerte del reguetonero cubano El Dany, integrante junto a Yomil de una de las agrupaciones de género urbano más seguidas en la Isla ha dejado desconsolado a su público, compañeros de profesión y otras tantas personas que lamentan la pérdida de un joven de tan solo 31 años.

Desde que el sábado se conociera el fallecimiento de Daniel Muñoz, nombre real de El Dany, no han cesado de darse muestras de condolencias y homenajes tanto en las redes sociales como en las calles cubanas o en la icónica esquina donde tantas veces jugó baloncesto con sus amigos y vecinos.

A continuación reproducimos íntegramente una carta homenaje a El Dany enviada a nuestra redacción por un cubano residente en Valencia:

El 18 de julio debería instaurarse en Cuba, como el día de la Música Urbana, porque nadie como El Dany sintetiza los valores más genuinos y profundos de una generación de jóvenes que, a falta de alternativas reales para su desarrollo, se han propuesto llevar a cabo un proyecto de vida, mínimamente digno, dentro de tanta maleza y marcado por tantas contradicciones, algunas de ellas de calibre desmedido o lacerantes en dosis de más.

Nunca antes vi tanto consenso en torno a una persona: un simple mortal que, a sus 31 años, nos deja físicamente pero planteándonos incontables retos como sociedad, que necesita continuar encontrándose consigo misma: humanizarnos, aprender a perdonarnos, trabajar en equipo, respetarnos, saber estar, saber cuándo callar y, cuando se entra en el juego, hacerlo con un sentido de lucidez, coherencia y raciocinio.

El Dany era un superdotado y no solo en lo que a música se refiere, sino en lo más intrincado de lo que significa ser humano: el trato con las personas, su sonrisa eterna, el amor a su preciosa hija, el valor a su mujer, la cercanía con su mamá. El Dany que, seguro distaba de ser perfecto, nos ha impuesto su referencia, no a golpe de talonario, mediocridad o bullicio desmedido, sino a base de ejemplificar con prácticas concretas, la grandeza del talento y la belleza del carisma, cuando es reflejo de un alma fina y bondadosa.

Su mensaje hoy cobra más cuerpo y sentido: el ciudadano de a pie sale a las calles y se organiza en torno a su figura, como líder verdadero de un pueblo que quiere continuar creciendo y prosperando; las armas blancas han sido guardadas en el desván del egoísmo y los malos modales también (aunque sea solo por breves espacios de tiempo).

Pocos han quedado indiferentes; el grueso de personas se ha posicionado y ha tomado partido. Con su partida, nos sentimos más comprometidos. Y es que, en verdad, no se ha ido uno más (aunque cualquiera que se marche duele, en realidad, porque nadie es menos y todos podemos sumar). La obra humana y no solo la obra urbana, ha perdido un exponente de grandes dimensiones, a una de sus genuinas columnas vertebrales. Columna vertebral por sus valores, por sus principios, por esa gran congruencia que pocos llegan a mostrar en vida; columna vertebral por su talento, por la organicidad de su obra, por el sentido de su ser más profundo, ese que supo marcarnos, aun sin conocerle.

Su partida volcánica ha removido la Tierra y cada quien, incluso su inseparable compañero curtido en mil batallas, ha derramado todas las lágrimas posibles porque, como todos, no lo podemos creer aún.

El pueblo que lo admirado, lo admira y admirará, se ha manifestado y nadie ha osado en impedir su magnánima espontaneidad; sus oponentes le han rendido tributo... Cada quien ha mostrado su rostro más amable, frente a una tragedia que no debió concretarse.

Nadie como El Dany, representa lo que debe y lo que puede ser la juventud cubana. Nos deja su legado y trasciende, como solo lo logran los grandes, los que precisan evocarnos, los que necesitamos poner en valor, aquellos que deberíamos seguir. El Dany es un ejemplo a seguir: y yo lo voy a seguir.

Enviada por: Angel Joel Méndez López, un cubano afincado en Valencia, escritor y profesor de la Universidad de Valencia.

Las declaraciones y opiniones expresadas en esta carta a CiberCuba son de exclusiva responsabilidad de su autor. CiberCuba hace su mejor esfuerzo para verificar la veracidad de la información recibida pero no da garantías sobre la misma.

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