El 20 de julio de 2020 pasará a la historia como otro escarnio del castrismo a un pueblo noble y empobrecido, al que ahora pretende volver a estafar con unas tiendas bien surtidas de todo lo que escasea y añoran los cubanos, pero pagando en dólares virtuales, mediante una tarjeta de brillo tramposo.
Raúl Castro Ruz ha cometido otra felonía contra el pueblo de Cuba, aplastado por su comparsa de guatacas cobardes, incapaces, que se creen los reyes del mambo, cuando son unos indigentes morales.
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¿De dónde han sacado todos esos productos que ahora abarrotan estantes y vidrieras de 42 tiendas; mientras el pueblo lleva meses padeciendo por un trozo de pollo, una botella de aceite, un jabón, detergente y pasta de dientes?
Sencillamente, los acapararon, retirándolos incluso de la red comercial en CUC, hasta tener lista la penúltima estafa que cometen en nombre del socialismo, con la letanía de los humildes, que siguen sin entender porque el castrismo los desprecia y castiga tanto.
Pronto la televisión que rechaza voces ¿platinadas? y sus intrépidos reporteros de la brigada contra la delincuencia mostrarán a los verdaderos acaparadores y delincuentes de Cuba.
Cada dólar norteamericano, euro o de cualquier divisa extranjera que entró a Cuba, desde 2004 hasta fechas recientes, fue convertido en CUC, que es el equivalente a los vales para comprar en Tiendas Mixtas y bodegas con que los terratenientes pagaban a los jornaleros, antes de la revolución.
Solo los trabajadores azucareros permanecían a salvo de este peculiar sistema de pagos, gracias a la estatura moral de Jesús Menéndez, que negoció con los norteamericanos el "Diferencial azucarero"; rechazando incluso un cheque en blanco con que lo tentaron los que se creían poderosos y luego sufragaron la llegada de Fidel y Raúl Castro al poder. ¡Así les fue!
Por si no bastara, el desgobierno pretende trasladar la responsabilidad de alimentar, asear, curar y vestir a los cubanos, a la vilipendiada y solidaria emigración, que pasa por momentos complicados por el impacto de la pandemia de coronavirus en las economías y el empleo de sus países de acogida.
Toda acción oportunista y rapaz de la emigración gritona contra el pueblo cubano, en las actuales circunstancias, los igualará en inmoralidad a los culpables principales del hambre y desespero de Cuba. Confundir víctimas con victimarios es mezquino y solo conseguirá el desprecio de los humillados por la dictadura castrista.
¿Para cuándo dijo el compañero Soberón que rebajarían las tasas consulares, o ya será solo para gusañeros felices en su paso pacotillero por aduanas?
Al Gobierno cubano ya no le basta con aplicar tasas de cambio leoninas para los ciudadanos y ficticias frente al dólar, por lo que debemos comprobar los precios en las nuevas tiendas dolarizadas porque pueden caer en la tentación de pretender recuperar lo que van a perder quitando el fidelista gravamen del 10% al dólar norteamericano para operaciones en efectivo, con un maquillaje de tarifas a su conveniencia.
Si todavía alguien duda de la falacia de los gobernantes cubanos, resulta oportuno recordar las palabras del ministro de Economía Alejandro Gil Fernández en la Mesa Redonda del 6 de febrero de 2020, sobre la venta de carros, electrodomésticos, motorinas y piezas de repuesto en dólares:
"Es una medida que beneficia a todo el pueblo, con independencia de que no todo el pueblo pueda acceder a la moneda libremente convertible y comprar esos productos en las tiendas, pero esas divisas captadas por el país, debido a su sistema socioeconómico, se revierten en beneficio de la población. Es una medida que no afecta a nadie y beneficia todos”.
¿Cómo es posible entonces que los cubanos estén viviendo aún peor, desde febrero? ¿Fracasaron las 87 tiendas con bajos volúmenes de venta? ¿A dónde ha ido a parar el dinero recaudado?
La respuesta es sencilla, con esas tiendas, como las que abren hoy, solo pretenden apropiarse de cuanto dólar, euro y demás monedas fuertes entren a Cuba y, de paso, jodieron a las mulas, que surtían a los cubanos con una eficaz importación que servían puerta a puerta.
El vicepresidente primero del Banco Central de Cuba, Francisco Mayobre Lence, emulando socialistamente con el ministro, en aquella Mesa Redonda inolvidable de febrero, hizo la siguiente aseveración sobre el dólar norteamericano:
"Las condiciones que originaron la aplicación del gravamen no han cambiado, sino que se han venido enrareciendo y ahora están en su momento más agudo. Es el peor momento para tomar alguna medida encaminada a eliminar el gravamen”, cuyo objetivo es tener una fuente adicional de recursos, porque ante el entorpecimiento de las relaciones bancarias aumentan los gastos y riesgos en esa actividad.
Por tanto, si ahora se ha eliminado el gravamen al dólar norteamericano, que consistía en quitarle diez de cada cien a los pobres cubanos, solo pueden haber ocurrido dos cosas:
Trump no es tan malo na o el compañero Mayobre Lence debe dimitir por mentiroso pero, antes que se vaya al Plan Pijama, debería comparecer en Mesa Redonda y aclarar ¿por qué los cubanos con cuentas en dólares no pueden sacarlos de sus bancos y, cuando operan en cajeros, les siguen dando CUC?
Pero aún hay más, en esa misma Mesa Redonda, el titular de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila hizo uno de los mejores chistes de su vida:
La venta de vehículos en dólares si bien no tendrá un impacto directo en la mayoría del pueblo, sí contribuirá a mejorar el transporte público...
Alivia saber que, de febrero a julio, Cuba ha mejorado mucho y que en cuanto vuelva a la ¿normalidad? asistiremos a una nueva danza de los millones con el esfuerzo decisivo de la gusanera proyanki, que morirá de envidia cuando vea a sus hermanos en la isla comiendo jamón del bueno, pan de piquitos y derrochando champú, jabón, pasta de dientes y viajando de punta a cabo en guaguas, taxis, trenes y aviones con el máximo confort.
Sesenta años y medio construyendo el socialismo y, en seis meses, el tardocastrismo ha conseguido burlar el ¿bloqueo? ¡con tanta facilidad! que ha podido renunciar a la multa del 10% al dólar yuma, ese oscuro objeto de deseo que llena tiendas y vacía bolsillos de necesitados de que llueva leche, café y carne de puerco en el campo, y aseo y limpieza en toda Cuba.
¡Lo que viene es tiza!, dicen los optimistas al servicio del imperio y la contrarrevolución. ¡La tiza no va alcanzar para todos!, advierten los pesimistas, como el ministro de Economía, que lleva rato diciendo que no habrá abundancia ni prosperidad.
Los cubanos no comen miedo, como para que venga un ministro a desalentarlos con la bobería esa del dólar que usarán para salvarse ellos y su familia. Lo bueno que tiene esto, es lo malo que se está poniendo, dijo Justo Luis del Pozo en 1958 y -desde entonces- no escampa.
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