El tardocastrismo y sus altavoces están urgidos de una terapia de grupo que los libere de traumas y miedos, aunque ya han conseguido un notable primer paso, reiterando en público la ancestral desconfianza y desprecio de Fidel Castro Ruz hacia los cubanos.
Rodrigo Malmierca Díaz, ministro de Comercio Exterior y para la Inversión Extranjera, compareció en la anticubana Mesa Redonda para -entre otros mensajes- recordar a los emigrados que pueden invertir en Cuba, ese oasis de rentabilidad, huelgas obreras prohibidas e interferones.
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¿Porqué la casta verde oliva castiga siempre a los cubanos que se han quedado a vivir en Cuba, soportando las inclemencias del doble bloqueo: El norteamericano y el comunista?
¿Qué han hecho los cubanos que nunca se han ido de Cuba para que el gobierno continuista los trate con igual desprecio que Fidel Castro Ruz, el inventor del apartheid turístico, diplotiendas y tiendas INTUR, TRD, etcétera; vedadas a los nacionales?
¿Porqué el Buró Político y el alto mando del complejo militar-empresarial no promueven que los cubanos que viven en San Juan y Martínez, Vieja Linda, Sierra Caballos, Los Arabos, Sagua la Chica, Cumanayagua, Jatibonico, Chambas, Jimaguayú, Manatí, Guisa, Cueto, Songo - La Maya e Imías inviertan en Cuba y se ocupen de gestionar la producción agropecuaria, sus canales de distribución y la venta de cerveza dispensada?
La iniciativa podría ser complementada con la capitalización de las solidarias remesas monetarias de la generosa y patriótica emigración cubana, renovando el sistema bancario nacional y abriendo cuentas hipotecarias para favorecer la construcción y reparación de viviendas, bajo el eslogan Mi casa alegre y bonita.
La ocurrencia de Malmierca Díaz podría aspirar a un premio Oscar porque su puesta en escena tuvo de todo, como en las boticas de afuera. Guayabera de hilo, nasobuco quirúrgico, par de bolígrafos en el bolsillo superior izquierdo, carpeta de piel, reloj cómico y guión de Tía Tata cuenta cuentos.
Una pena que no estuviera Caritas en el papel de Randy Alonso, luchador consuetudinario e incapaz de saltarse el guión para cuestionar la discriminación del ministro hacia sus hermanos que padecen pobreza y marginación. Los afuerinos podremos ser leales compañeros de viaje en la democratización de Cuba y el entierro de la dictadura; pero el protagonismo coresponde a los adentrinos, incluida la maltratada y vilipendiada oposición.
La pasión orwelliana del castrismo y sus continuadores, empeñados en reescribir la historia quinquenalmente, provocaría carcajadas sonoras, sino se tratara de experimentos que han hundido a Cuba y a su noble pueblo, uno de los más instruidos de la región por los programas educativos de la revolución y de los que peores vive; compartiendo desdichas con venezolanos, haitianos y nicaragüenses.
El compañero Malmierca dijo que "infelizmente" son pocos los cubanos emigrados que se han animado a invertir en la penúltima estafa urdida por el tardocastrismo. La mayoría de los emigrados saben que ya se puede, pero no deben invertir ni un céntimo en Cuba, amparados en esa sabia y añeja regla capitalista: No hay nada más cobarde que el dinero.
Los doce apóstoles emigrados, que han iniciado su particular camino a la perdición, podrían aprovechar la ocasión para condicionar su volumen de inversión al avance en libertades públicas y derechos de sus hermanos aplastados en Cuba; inspirándose en la tradición ética cubana que tuvo figuras y momentos cumbres como los olvidados: Guillermo Jiménez (Jimenito), Manuel Fernández Supervielle, Antonio Guiteras Holmes, la Protesta de los trece y aquel capitán español, Federico Capdevila.
Más que nada para evitarse tener que cargar para el resto de sus vidas con la cruz de gusañeros bobos, convirtiéndose en base material de estudio del inclemente choteo cubano.
Suicidas hay en toda latitud, señor ministro; raro sería que -conociendo vuestro historial de apropiación indebida, que provocó el embargo comercial de Estados Unidos, entre otras desdichas, y en medio de las campañas terroristas televisadas contra supuestos acaparadores y negociantes del mercado negro, alguien se animara a meter un dólar en ese casino flotante en que habéis convertido a Cuba.
La mítica película Casablanca tiene una escena que describe magistralmente la táctica castrista con muchos inversores extranjeros, repatriados e inversiones por la izquierda con nativos con Carné de Identidad: El capitán Louis Renault acudía diariamente al cierre de la partida clandestina, organizada por Rick Blaine, para cobrar su gabela, voz caribe en desuso, pero de vigente actualidad insular.
Una noche, el capitán Renault irrumpe en el café de Rick y, disparando al aire, grita: ¡Pero cómo, en este antro se juega! y cierra el bar.
Cuba podría tener un nivel de vida homologable a Europa y Estados Unidos, como empezaba a construirse en la República ¿mediatizada?, incluso en el batistato que fue una etapa de expansión económica, pero llegó el comandante y mandó a parar, reduciendo a la mayoría de los cubanos a la condición de mendigos ilustrados.
Mientras el tardocastrismo siga buscando fuera lo que sobra dentro: Inteligencia, talento y deseos de vivir bien; Cuba seguirá vivaqueando con los habituales tumbes a Rusia, China, Viet Nam, Europa, el Club de París y con la vista puesta en el Esequibo de Guyana, que es el próximo objetivo geopolítico de La Habana, el sistema de Naciones Unidas y otras instituciones caritativas.
Sorprende que un ministro con peso específico en el gabinete cubano pretenda, con su engañoso recordatorio, desconocer el impacto demoledor del coronavirus sobre el empleo y los salarios en el capitalismo, que ya se han reflejado en una merma de las remesas de los emigrados cubanos.
Si Malmierca Díaz y sus jefes realmente quieren enriquecer a Cuba, lo tienen fácil: Amnistía para todos los presos políticos, excepto los condenados por terrorismo; ratificación de los pactos de Derechos Humanos y Sociales de Naciones Unidas y subordinación de la casta militar al poder civil y democrático y apoyo institucional potente con créditos blandos, exenciones de impuestos y tributos y las máximas facilidades a las asediadas pequeñas y medianas empresas.
Gestos que deben formar parte de una apuesta decidida por la reconciliación nacional, bajo el principio de perdón, pero no olvido; excepto los criminales con las manos ensangrentadas con el plasma de sus víctimas y la suplantación del monólogo totalitario y otras prácticas anticubanas por el goce de la discrepancia, la igualdad de oportunidades y la justicia social.
Mientras el tardocastrismo siga discriminando a los cubanos de adentro, marginándolos de oportunidades de negocio, vigilándolos y reprimiendo, vendiéndoles alimentos, medicamentos y aseo en dólares norteamericanos y euros; y agrediendo con tarifas consulares leoninas e intentando estafar a los emigrados, Cuba seguirá siendo pobre e infeliz.
Menos mal que ya había avisado el compañero General de Ejército Raúl Castro Ruz que -cuando improvisa no tiene rival- porque lo mismo le da por ordeñar vacas en vasos que decirle a su socia Dilma Rousseff, presentando al actual ministro de Comercio Exterior y para la Inversión Extranjera: Un hombre grande (¿por gusto?), pero que no hace negocios...
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