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El régimen castrista está agotando los pocos recursos que dispone para afrontar la pandemia del COVID19 de la única forma que sabe: Con los motores externos paralizados, cerrar la economía, apostar por la organización cuartelera tradicional y las consignas ideológicas, reforzar el papel del estado interventor, y abandonar a su suerte a los pequeños emprendedores y trabajadores por cuenta propia, no es la mejor estrategia de retorno a la nueva normalidad.
Están equivocados.
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Piensan que la crisis actual puede ser enfrentada con prácticas más extendidas en la primera mitad del siglo XX, cuando las dictaduras fascistas confiaban en la autarquía y la sustitución de importaciones, como la solución a los problemas económicos.
En el caso cubano, esa obsesión ideológica con el estado, como centro de la economía, propia del estalinismo de los primeros tiempos, agrava aún más el escenario.
Conforme pasa el tiempo, y teniendo en cuenta que ni los Lineamientos ni el Plan 2030 recogen el nuevo escenario de la crisis, se observa con preocupación que no existe una política económica para desarrollar el día después de la pandemia.
El retorno a la nueva normalidad en el régimen castrista acaba siendo más de lo mismo: Empresa estatal, propiedad colectiva de los medios de prohibición, castigo y represión a la generación de prosperidad y riqueza privada y eliminación del mercado como instrumento de asignación.
Pierden así una oportunidad histórica para superar las “trabas” que impiden lograr un funcionamiento eficiente de la economía. La apuesta por la ideología se consolida, y ello en contra del bienestar económico de los cubanos.
Un ejemplo. La vivienda en Cuba se encuentra en una grave situación de precariedad, no solo por su escasez (se estima que se necesita más de un millón anual para atender una demanda insatisfecha) sino por el abandono y precariedad, que hace inservibles numerosas viviendas en edificios en los que el paso del tiempo y la desidia gubernamental, ha causado estragos imposibles de corregir.
La vivienda podría ser una solución, y dejar de ser un problema, si el régimen comunista no la contempla solamente como un bien de consumo (que lógicamente no atiende, si se tienen en cuenta los déficit existentes) sino como un bien de inversión.
La vivienda podría ser una solución, y dejar de ser un problema, si el régimen comunista no la contempla solamente como un bien de consumo sino como un bien de inversión
Que nadie crea que esto no se puede lograr, teniendo en cuenta que la vivienda exige un volumen de recursos del que carecen muchos cubanos. Quienes hablan así, desconocen los efectos benéficos del crédito hipotecario, que precisamente va dirigido a familias cuyos recursos son limitados para movilizar la cuantía del precio de una vivienda, pero que permite su compra aplazada en unas condiciones muy favorables.
Pero es que, además, en Cuba (al igual que en República Dominicana, Ecuador, Colombia) hay familias que reciben remesas del exterior que, en caso de poder dirigirse a la compra de una, dos o tres, viviendas, podrían tener un impacto muy positivo para la economía.
De paso, con este tipo de incentivos a la vivienda, el régimen podría lograr ese incremento de la bancarización que persigue para tener control directo de las divisas ya que el capital necesario para la entrada de las viviendas exigiría la realización de planes o estrategias de ahorro.
Con este tipo de incentivos a la vivienda, el régimen podría lograr ese incremento de la bancarización que persigue para tener control directo de las divisas ya que el capital necesario para la entrada de las viviendas exigiría la realización de planes o estrategias de ahorro
Desde 1965, los economistas otorgan a la vivienda el papel de motor del crecimiento, gracias a un trabajo publicado en aquella fecha por el arquitecto italiano Bernardo Secchi, en el que detallaba cómo la vivienda actúa como motor económico principal para los países que intentan superar el subdesarrollo.
Su trabajo se inspiró en el caso de Italia que a comienzos de los años 60 iniciaba una profunda transformación económica, como España o Japón. Esos “milagros” económicos que incrementaron los niveles de urbanización en estos países y el patrimonio económico de las familias, se explican en buena medida por la construcción de viviendas.
Un sector que exige, al menos en el caso de Cuba, reformas en profundidad del marco jurídico y legal; garantizado que los compradores dispongan de los recursos propios y ajenos necesarios para la inversión, lo siguiente es construir.
Un aumento del número de viviendas, exige mano de obra e insumos que se tienen que poder contratar y adquirir, de modo que estimulen el desarrollo de actividades relacionadas con el sector, que son innumerables (desde los bienes intermedios a otros bienes de consumo final como muebles, puertas o ventanales). Este es el tipo de reformas que se necesitan en la economía cubana.
La construcción saca a una economía de una crisis y si bien es cierto que debe ir condicionada a la evolución del resto de sectores, en el caso de la economía cubana no conviene perder de vista la importancia de la inversión procedente del exterior, e incluso, el crédito bancario podría beneficiarse de los ahorros de aquellos que en su momento vayan a destinar los mismos a la compra de vivienda.
De modo que en Cuba existe una oportunidad si se crea un mercado inmobiliario privado integrado por empresas privadas de construcción que asuman la edificación en función de las necesidades de la demanda de los ciudadanos. Si no se cometen errores, y la demanda reacciona de forma positiva a las medidas de política económica, la construcción de vivienda puede ser un motor formidable de la economía cubana a partir de 2021.
En Cuba existe una oportunidad si se crea un mercado inmobiliario privado integrado por empresas privadas de construcción que asuman la edificación en función de las necesidades de la demanda de los ciudadanos
Varios son los deberes que se tienen que hacer para lograr este objetivo.
Liberalizar la demanda significa que los cubanos puedan adquirir las viviendas que deseen, y destinarlas a los fines lícitos que estimen pertinentes.
Consolidar un mercado privado de la vivienda, no solo debe servir para fijar una serie de operaciones y precios, que permitan a las empresas constructoras obtener beneficios de esta actividad, sino para dar garantías jurídicas suficientes y estables a los propietarios, y en su caso, a las empresas que se dediquen a la construcción de viviendas para su venta o alquiler posterior.
Pensar que el retorno a la nueva normalidad en Cuba se va a producir manteniendo las mismas estructuras obsoletas y paquidérmicas del estado comunista, es un grave error. Ensayar fórmulas nuevas debería ser el objetivo de las autoridades.
Pensar que el retorno a la nueva normalidad en Cuba se va a producir manteniendo las mismas estructuras obsoletas y paquidérmicas del estado comunista, es un grave error. Ensayar fórmulas nuevas debería ser el objetivo de las autoridades.
Privatizar los sectores económicos es fundamental, y la construcción de viviendas, al igual que el turismo o los transportes y la producción de alimentos, podrían dar resultados muy positivos en términos de valor añadido y empleo.
Cierto que el régimen comunista perdería el control que mantiene actualmente sobre estas actividades, pero a cambio, podría eliminar esas “trabas” que dicen querer dejar atrás, y mejorar notablemente el nivel de vida y prosperidad de los cubanos.
Dado el estado de la vivienda en Cuba, cualquier solución que deje atrás el actual escenario, será muy bien acogida por la población, que desea superar las enormes deficiencias del modelo social comunista.
Los dirigentes de régimen se darían cuenta que, apostando por el mercado y los derechos de propiedad privada, la situación de la vivienda en Cuba podría mejorar notablemente. Este es uno de los caminos más seguros para el retorno a la nueva normalidad.
El objetivo es garantizar, primero que todo, a los cubanos, el derecho a la vivienda. Pero nadie puede estar en contra de promover una demanda potencial de vivienda por parte de extranjeros que aspiren a vivir, por ejemplo, tras la jubilación, en Cuba donde el sistema de salud y, el nivel de precios, ofrecen ventajas para pensiones medias o medias bajas en países occidentales.
Cuba como destino de retiro saludable, presenta unas dimensiones potenciales globales que podrían servir para definir, y lograr, esa ansiada posición en la división internacional del trabajo, perdida desde el cierre del sector del azúcar por Fidel Castro.
La potencial demanda internacional debería servir para abordar la solución definitiva del problema de la vivienda en Cuba y garantizar un justo equilibrio en el acceso a la vivienda.
Todos los países del mundo están embarcados ya en ideas creativas para el retorno a la nueva normalidad, pero los dirigentes comunistas de Cuba no parecen interesados en ello. Sin duda esperan con ansiedad que todo vuelva a ser como antes, pero se equivocan.
Las crisis llevan consigo amenazas, pero también oportunidades, y en Cuba hay que pensar qué es necesario hacer para que la situación económica agravada por el COVID-19 no acabe siendo peor que la pandemia misma. La privatización económica es un camino que no admite más tardanza. Por supuesto, que no se debe hacer de forma vertiginosa, sino con los pies en la tierra, desde la legalidad y la transparencia, y valorando con detalle las distintas opciones.
Las crisis llevan consigo amenazas, pero también oportunidades, y en Cuba hay que pensar qué es necesario hacer para que la situación económica agravada por el COVID-19 no acabe siendo peor que la pandemia misma. La privatización económica es un camino que no admite más tardanza
Promover la construcción privada de viviendas en Cuba tendría muchas ventajas y pocos inconvenientes: Creación de nuevo y abundante empleo, sobre todo entre los jóvenes, solución a los problemas de hacinamiento de familias por el déficit de vivienda, incremento del patrimonio de las familias, desarrollo de la actividad bancaria y crediticia, capitalización productiva de las remesas, atracción de residentes internacionales.
¿Qué más se puede pedir?
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