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Galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1987, y con el Premio Miguel de Cervantes en 1992, Dulce María Loynaz habitó en una casona ubicada en la esquina de las calles 19 y E, en El Vedado, entre 1947 y 1997. De esos cincuenta años, vivió alrededor de cuarenta prácticamente aislada, con escasas excursiones al exterior, más allá de la misa o de alguna conferencia vinculada a sus actividades como miembro de la Academia Cubana de la Lengua.
Nacida en La Habana, el 10 de diciembre de 1902, hija del general del Ejército Libertador Enrique Loynaz y del Castillo, Dulce alimentó desde pequeña el amor por la poesía y otras artes. Y ese amor por el refinamiento y la aristocracia del espíritu también se trasmitió a sus hermanos, Enrique, Carlos Manuel y Flor, todos ellos poetas, aunque solo Dulce y Enrique llegaron a publicarlos.
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Los cuatro hermanos jamás asistieron a colegio alguno, su formación corrió a cargo de preceptores en su hogar, y ya adultos, Dulce María y Enrique se graduarían como abogados en la Universidad de La Habana, Carlos Manuel tendría una muy fuerte afición por la música, y Flor sería la más rebelde y liberal de toda la familia, aunque también vivió sus últimos años bastante aislada, en el caserón que luego, en 1985, sería sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano.
Antes de optar por el aislamiento, y de renunciar voluntariamente a escribir poesía, todo lo cual ocurrió alrededor de 1959, Dulce viajó por el mundo entero, visitó Estados Unidos en 1920, y más tarde estuvo de visita en Turquía, Siria, Libia y Egipto. En 1929, en ocasión de su viaje a Egipto, en una visita a Luxor y a la recién descubierta tumba del joven faraón escribió Carta de Amor al Rey Tut-Ank-Amen.
También en 1928 había comenzado a escribir su novela Jardín, cuya redacción le tomó siete años, hasta 1935 y que solo vino a publicar en 1951. La novela, con una trama muy escueta, ya vaticina su posterior recogimiento, pues se trata de la meditación de una mujer encerrada en su jardín.
En los años 30, la casa de los Loynaz fue epicentro de la vida cultural habanera, en las llamadas juevinas (las más afamadas tertulias literarias cubanas de su época) donde acogió a grandes intelectuales como Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Alejo Carpentier, y Emilio Ballagas, entre otros muchos intelectuales y artistas. En 1946, Dulce María contrajo matrimonio con el periodista canario Pablo Álvarez de Cañas. Permanecieron juntos hasta 1961, fecha en que Pablo viajó al extranjero donde permaneció once años, hasta que regresó enfermo a Cuba, en 1972, y falleció en su casa del Vedado en compañía de Dulce María en 1974.
En 1958 se publica Últimos días de una casa y poco después rompe sus compromisos editoriales, recurre al enclaustramiento voluntario y al silencio, no viaja más al extranjero y apenas realiza, en los próximos cuarenta años, actividades públicas, excepto las vinculadas con la Academia Cubana de la Lengua, una institución a la que fue electa como miembro en 1959. Como carecía de una sede oficial adecuada, la Academia sesionó en los salones de su casa en 19 y E, y en esas sesiones se establecían los breves contactos de la poetisa con el exterior.
Las escasas salidas de Dulce María se debieron también a sus actividades como miembro de la Academia: impartió conferencias y disertaciones como la realizada con motivo del centenario de Julián del Casal, y al cumplirse el 60 aniversario de la institución. La Academia reconoce su trabajo nombrándola, en 1988, Presidenta honoraria.
Aún cuando se dejaba ver muy poco en público, y concedía escasas entrevistas, su obra fue reconocida clamorosamente por los cubanos luego de 1984, cuando resulta candidata al Premio Miguel de Cervantes. Finalmente, la belleza y calidad de su obra le ganó la partida a los muchos esquemáticos que quisieron silenciarla como parte del "pasado burgués". En 1985 se publica en La Habana una edición de Poesías Escogidas y en 1987 es nominada nuevamente al Cervantes.
Finalmente, recibe el Premio Cervantes, de manos del Rey de España, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el 23 de abril de 1993. Este premio la instaló nuevamente, ya en el ocaso de su vida, en los planos más estelares del mundo literario iberoamericano, incluyendo a su amada Isla. En 1992, vio la luz Fe de vida, su última obra, entregada años atrás a su amigo Aldo Martínez Malo, con la condición de que solo se conociera cuando hubiese cumplido 90 años, o después de su muerte. Durante estos años dicta conferencias, discursos, recibe premios y condecoraciones y es homenajeada por distintas instituciones culturales cubanas.
La última aparición pública de Dulce María Loynaz, ocurrió 15 de abril de 1997, con motivo del homenaje que le rindiera la Embajada de España, en el portal de su casa, celebrando el aniversario 45 de la publicación de su novela Jardín. Falleció diez días después, en su mansión de El Vedado, rodeada de obras de arte, recuerdos de otras épocas y una decena de perros.
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