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La repentina liberación del artista Luis Manuel Otero Alcántara confirma que Cuba padece la dictadura más antigua de América Latina y que la casta verde oliva está dividida en la manera de afrontar los crecientes oposición y descontento popular.
Jueces sometidos al poder político, que decide cuándo encarcelar y excarcelar a los ciudadanos, saltándose sus propias leyes, son una evidencia palmaria del estilo totalitario que impregna las decisiones del partido comunista, que esta vez ha tenido que recoger velas ante el rechazo internacional, de sus opositores políticos y de intelectuales, artistas, activistas y periodistas independientes descontentos con la detención y anuncio de enjuiciamiento a Otero Alcántara.
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Silvio Rodríguez y Kcho se opusieron claramente a la represión estatal contra el artista independiente, aunque aún es pronto para saber si lo hicieron mutuo propio o animados por uno de los bloques de la nomenklatura tardocastrista que aboga por no apagar los incendios con gasolina. Lo real en política es ajedrez y, además, no se ve.
Díaz-Canel Bermúdez debió tomar conciencia de la gravedad del lío en que estaba metido su gobierno en una reciente reunión con intelectuales y artistas, de la que oficialmente trascendió la habitual baba sin quimbombó de ese tipo de cónclave; pero de puertas para adentro debió haber diversidad de opiniones. Y habría que intentar averiguar el papel desempeñado por su señora, Liz Cuesta, que en sus tiempos holguineros se enfrentó con el comisario Iroel Sánchez en defensa de jóvenes intelectuales de la provincia.
Como daños colaterales quedan los ridículos de un pintor y cuatro o cinco burócratas asustadizos que, en un alarde de bobería solemne, se pusieron a repetir la consigna de que Cuba es un mejor país sin Alcántara; y Zoé Valdés, que escenificó un simulacro de perfomance inexplicable en una escritora exiliada que se pone a dar palos a un rehén encarcelado y a su novia.
Cuba es mejor con todos los cubanos, sin que sobre ninguno y promoviendo una reconciliación nacional basada en la libertad, la justicia democrática, la riqueza y la solidaridad.
Los otros perjudicados son esa sarta de ñoños patrioteros que asumen poses de ofendidos por el manejo artístico que ha hecho Luis Manuel Otero Alcántara con la bandera cubana, que no es patrimonio exclusivo del partido comunista y sus criados repartidos por la geografía insular, sino de la nación y de todos los cubanos.
Que la Magdalena no está para tafetanes lo confirma diariamente la prensa anticubana pagada por el Buró Político con las exhortaciones oficiales a hacer más con menos comida, combustibles y detergentes, las bucólicas visitas del compañero Machado Ventura a los improductivos campos cubanos y la protesta de los candongueros de Santa Clara.
Falta por ver la suerte final de José Daniel Ferrer, de quien la ONU y Europa están pendientes; y cuál de los tres bloques que pujan dentro del tardocastrismo conseguirá imponer su criterio de cara a la jubilación del compañero Raúl Castro Ruz, a quienes los sordos oficialistas le acaban de hacer un regalo cargado de simbolismo: Un reconocimiento a su sensibilidad con la sordera y la hipoacusia.
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